Sacar de la pobreza a la gente no requiere de pomposos actos publicitarios ni de testigos internacionales.

Sacar de la pobreza a la gente es una obligación de los gobernantes que trabajan para la sociedad en su conjunto y no con sesgos de privilegios.

Ciertamente en México hay mucho que hacer para acabar con la desigualdad que han sembrado todos los gobernantes que anteceden al actual presidente Enrique Peña Nieto, hombre que nació en cuna de oro y que definitivamente no sabe lo que es pasar hambres.

Por ello es de reflexionar ese mal llamado programa que impuso la secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles Berlanga: Cruzada Nacional Contra el Hambre.

Pero no solo mal llamado, sino pésimamente promocionado por los medios que tanto desprestigio social arrastran, la radio y la televisión, por su voracidad para acumular poder y dinero.

Esos medios se han caracterizado por esa vocación, alejada de lo que la ley les exige por explotar concesiones propiedad de la nación, y por lo tanto también propiedad del pueblo.

Con ese título, Cruzada Nacional Contra el Hambre, solo se está enviado al mundo el mensaje de que México verdaderamente está hambriento, cuando esto no es totalmente cierto.

Basta revisar la información oficial, esa que sale del propio gobierno, de sus organismos como el INEGI, para decirle al mundo que México tiene suficientes servicios, producción y capacidad para importar los alimentos que nos hacen falta. Esa misma información reseña la forma en que miles de toneladas de alimentos básicos se van a la basura todos los días.

Esta debería ser una cruzada por la organización, por la construcción de vías para hacer llegar alimentos, abrigo y mejores condiciones de vida.

México tiene los recursos para hacerlo, pero no con costosos actos de concentración para promocionar lo que es una obligación de los tres niveles de gobierno.

México tiene la estructura para ocuparse, cuando hay voluntad, de abrigar a sus hambrientos, pobres y desvalidos. Lo único que hace falta es construir la vieja demanda de un sistema auténticamente equitativo y justa distribución de la riqueza que ostenta el país, la cual se concentra en los más que vistos y conocidos grupos privilegiados.

Señor Presidente de México, los hambrientos de México no están ávidos de escuchar voces externas, ni mucho menos aceptarán mendrugos de comida instantánea, porque a pesar de todo la tienen y subsisten en sus lugares de origen.

Lo que quieren es que sus hijos ya no mueran por enfermedades curables. Los hambrientos de México quieren que ya no se les despoje de sus propiedades y que por el contrario, que se utilicen los dividendos de las concesiones públicas y recursos naturales, para construir viviendas dignas en sus terrenos, donde saben vivir cuando tienen lo que el Gobierno está obligado a proporcionar y no lo tiene.

Señor Presidente de México, los discursos pronunciados este 19 de abril en el municipioNavenchauc, municipio de Zinacantán, uno de los más pobres que tiene Chiapas, donde se puso en marcha la mal llamada Cruzada Nacional Contra el Hambre, parece haber sido organizado solo para dar el espaldarazo político a la autora de ese indignante programa .

No, señor Presidente, las buenas obras, cuando logran el beneficio social planteado, por su silencio constructivo pasan a la historia, y los buenos gobernantes, por su obra sexenal sin privilegios a los poderosos, le son reconocidos con expresiones sinceras y sin eco en los medios comprados.

Señor Presidente, lo demás es demagogia y usted lo sabe.