Por Guillermo Pimentel Balderas

Apenas asomaba su rostro el Sol, alrededor de las nueve de la mañana, y ya las calles de Allende y Donceles, en el centro de la ciudad, empezaba a cubrirse de simpatizantes del Partido de la Revolución Democrática (PRD), para vitorear a sus nuevos delegados, así como también a los invitados especiales a su toma de protesta en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.

Como es peculiar en los militantes de los partidos de izquierda, hubo mucho ruido: matracas, silbatos, gritos, porras y, ahora con el estruendo del sonido de ambiente. Pero hubo mucho ruido y pocas nueces.

Antes de la llegada del Jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard y su sucesor Miguel Ángel Mancera a la Asamblea, pues llegaron juntos luego de asistir a la toma de protesta del nuevo gobernador de Morelos, Graco Ramírez, los delegados electos arribaban por la calle de Donceles, unos eran vitoreados, como Jesús Valencia, de Iztapalapa y Nora Arias Contreras de la Gustavo A. Madero, debido a que sus seguidores se posesionaron de los mejores lugares.

Mientras, otros con poca porra, como Elizabeth Mateos de Iztacalco agradecía las muestras de cariño y fue a saludar a sus vecinos delegacionales. Y, de plano, hubo algunos que ni siquiera los fumaron, como a Adrián Rubalcava de Cuajimalpa y Jorge Romero Herrera, de Benito Juárez, pues no quisieron que se enfrentaran sus seguidores, del PRI-PVEM y PAN, respectivamente, con los amarillos, principalmente.

El delegado electo que se llevó palmas espontáneas, fue el perredista Víctor Hugo Romo, de la Miguel Hidalgo, al arribar al recinto legislativo de Donceles y Allende, en bicicleta.

Ebrard y Mancera llegaron alrededor de las 12:25 horas –con más de dos horas de retraso- y fueron recibidos por el presidente de la Comisión de Gobierno, el también perredista Manuel Granados, para acompañarlos a los lugares que tenían asignados.

Entonces, fue que todas las porras se unieron en una sola voz: ¡Ebrard, Mancera”!, ¡Ebrard, Mancera!... Después, todos a correr al interior de la ALDF, pero debido a una tremenda desorganización de logística, muchos representantes de los medios de comunicación se quedaron afuera.

¡No tiene gafete, no entra! Fue la voz tajante de los elementos de seguridad que se concretaron a decir: “sólo recibimos órdenes”.

En tanto los aún encargados de Prensa de la ALDF, se hicieron “ojo de hormiga”.