Año 2026: la información decrece su tránsito en moléculas de celulosa, no hay fotocopias, sólo memory stick y almacenamiento robótico; sin embargo, el libro refrenda su misión como el más importante vehículo de transmisión del conocimiento. Así vislumbraron especialistas y académicos, el futuro de los recintos dedicados a la consulta y lectura en el encuentro La Biblioteca del Futuro...15 años después.
En el marco de la IX Conferencia Internacional sobre Bibliotecas Universitarias, se conjugó un ejercicio de proyección sobre lo que viene para estos inmuebles y los servicios que ofrece. En la apertura, Héctor Hernández Bringas, secretario de Desarrollo Institucional de la UNAM, revalidó el compromiso que tiene esta casa de estudios con esos espacios.
En la mesa El sentido humano en la biblioteca del futuro, José Sarukhán, académico del Instituto de Ecología y ex rector de la Universidad Nacional, calificó “de un gran error cultural”, la intención de transformar esos recintos en espacios digitales.
“¿Qué se pretende?, ¿hacer las bibliotecas obsoletas?”, cuestionó. “La digitalización de los libros provoca el uso individual, casi autístico de los textos, que el lector no tenga posibilidad de debatir, de compartir, sin intercambios, ni cruzadas de conocimientos”, opinó.
“Hay un proceso de transición de celulosa a bits, que no será abrupto; los impresos se van a mantener, incluso por sobre los lavaderos electrónicos, porque siempre he dicho que una universidad es un conjunto de edificios alrededor de una biblioteca”.
En su oportunidad, Gloria Villegas, directora de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL), se pronunció por la construcción de un espacio con mayor énfasis humanista, “no sólo con vocación de servicio por parte del bibliotecario, sino con la posibilidad de formar y educar a los usuarios”.
La universitaria indicó que la entidad que encabeza ha puesto en marcha el programa “Digitalización de las Humanidades”, abocado a textos del siglo XVI.
Lope de Vega en iPad
Gary J. Brown, investigador estadounidense y especialista en el Siglo de Oro español, ha dado accesibilidad digital a uno de los más importantes poetas y dramaturgos de la literatura universal: Lope de Vega, que a más de cinco siglos de distancia puede leerse en el formato más avanzado. Lo relevante de esta modalidad es que no haya intermediarios entre el autor y el deseante.
Hoy en día, destacó, “existen más de 20 millones de libros en Google; además, las grandes empresas editoriales se han convertido en distribuidores digitales”. Al realizar un flashforward sobre el bibliotecario del futuro, auguró que “brindará asesoría personalizada y lo hará a través de memory stick”.
No existen las bibliotecas digitales
Adolfo Rodríguez Gallardo, director de Bibliotecas de la UNAM, se refirió a los agoreros que, en la víspera, habían sentenciado no sólo la vida de las bibliotecas, sino del libro.
“Se pensaba que con Internet las bibliotecas desaparecerían; había dudas y comentarios apocalípticos de cuál sería su papel y el de sus operantes, pero el futuro no se limita a nuevos programas de computadoras, sino a valores como profesionales de la información”, explicó.
En la conferencia magistral La Biblioteca del futuro, Rodríguez Gallardo, consideró equivocada la referencia de bibliotecas sin paredes. “No existen esos espacios digitales, sólo formatos distintos de presentar la información”.
El investigador emérito de la UNAM consideró que los retos en este ámbito son dotarlos de nuevos servicios y reorientarlos de manera humanista y no rutinaria.
¿Bibliotecas sin libros?
Anders Dahlgren parece traer colgado todo el tiempo un letrero con la leyenda open library. El arquitecto estadounidense, que ha planeado más de 150 de estos recintos en América, Europa y África, intervino en la mesa Espacio físico y virtual, donde dejó en claro que la del futuro aún no se construye, pero ya existen tendencias, y el libro físico, no es el huésped principal.
“Las del siglo XXI deben privilegiar las conexiones por encima de las colecciones, deben ser más flexibles, menos solemnes y más lúdicas”, propuso.
“La primera se halla en la Biblioteca Universidad de Missouri-Kansas City, donde el almacenamiento es de tipo robótico; no existe el aroma a texto, pero ganamos mayor cantidad de material que ahora está digitalizado”.
Asimismo, detalló que universidades en Estados Unidos, Inglaterra, Suecia y Canadá, han optado por los recintos sin libros. “Son teatros de intercambio de información, no hay bibliotecarios, sino estudiantes-asistentes, con mesas redondeadas en forma de ocho. Los escritorios empezarán a desaparecer”.
En contraste, el también arquitecto José Ignacio Nuño, quien diseñó los repositorios del Palacio Legislativo de San Lázaro, subrayó que deben existir en el futuro como lugares de lectura, pues “más del 50 por ciento de la población urbana en el país vive en departamentos de 50 metros cuadrados, que resultan imposibles para leer de manera prolongada”.