A partir del reconocimiento sobre la importancia del sueño en las ciencias de la salud desde la segunda mitad del siglo XX, las investigaciones sobre el sueño no solo han proliferado, también se han diversificado y especializado.
La doctora María Corsi Cabrera, especialista en el tema, lidera una investigación nueva en el mundo en el campo del sueño MOR (en el que ocurren movimientos oculares rápidos), cuyos primeros resultados se presentaron recientemente en el Quinto Congreso Mundial de Medicina del Sueño, en Valencia, España.
El sueño es una función fisiológica en un organismo, es la contraposición de cuando se está despierto (en estado de vigilia). El sueño en el ser humano permite la recuperación de energía, la revitalización de la capacidad mental, el reordenamiento de los pensamientos y la memoria. Durante el sueño el cerebro no deja de funcionar, mientras que en el organismo ocurren cambios fisiológicos como son variaciones cerebrales, en el sistema muscular, en la respiración y en los genitales.
El estudio que llevó a cabo la especialista en neurociencias cognoscitivas en el Laboratorio del Sueño de la Facultad de Psicología de la UNAM, fue sobre la regulación emocional y el proceso de información cognitiva durante el sueño MOR, una fase que se produce al final de los ciclos de sueño de 90 minutos que caracterizan al sueño humano, y que durante la noche llegan a presentarse entre cuatro o cinco veces en una persona adulta que duerme en promedio entre 6 y 8 horas.
Para conocer esa regulación emocional, Corsi Cabrera, integrante de la Academia Mexicana de Ciencias, llevó a cabo un experimento para medir la toma de decisiones ante un estímulo amenazante, con el objetivo de conocer la respuesta de defensa que se tiene frente a dichos estímulos en sujetos a los que se les priva del sueño MOR. También se aplicó una prueba cognitiva, en la que tenían que seguir una regla abstracta.
El sueño se divide en dos grandes etapas: sueño NMOR o noMor (sin movimientos oculares rápidos), la cual tiene cuatro fases dependiendo de la profundidad del sueño; y sueño MOR, etapa en la que se registra entre otras cosas, la mayor parte de lo que soñamos.
Para avanzar en sus investigaciones sobre los efectos de la privación del sueño, María Corsi realizó un nuevo experimento privando específicamente de una de las etapas de sueño a un grupo de individuos para conocer su respuesta emocional. La fase que suprimió fue la de sueño MOR, que a lo largo de la noche ocupa entre 20% y 25% del sueño total.
El experimento
Para la realización del experimento, que tuvo una duración de cuatro días en el Laboratorio de Sueño, se conformó un grupo de 19 personas. La primera noche fue de adaptación de lo sujetos a las condiciones técnicas de la prueba; la segunda sirvió para establecer una línea base para alcanzar un sueño normal adaptado a las circunstancias del laboratorio; la tercera noche el grupo se dividió en dos, uno de control y otro experimental, a este último se le privó de todas las fases de sueño MOR que tuvieron en toda la noche, mientras que al primero se le despertó el mismo número de veces en la etapa noMOR.
“El experimento consistió en suprimir todo el sueño MOR observando la polisomnografía –una prueba que mide múltiples parámetros- para saber el momento en que los sujetos entraban al sueño MOR y a los 30 segundos de haber ingresado a esa fase se les despertaba. Una vez despiertos se les permitió volver a dormir después de dos minutos para evitar entraran nuevamente al sueño MOR; la mecánica se repitió hasta restringirlos de las cuatro o cinco fases de sueño MOR durante una noche. Al final, esta etapa quedó reducida a 4%”, explicó la especialista.
Parte del experimento, añadió la investigadora, fue aplicar a ambos grupos a la misma hora –entre cinco y siete de la tarde- antes de la noche de la privación y después de la noche de la privación, dos tareas que realizaron dentro de un resonador para registrar la actividad metabólica cerebral o resonancia magnética funcional (IMRf): una emocional – que consistió en disparar virtualmente ante imágenes con una amenaza directa, con el objetivo de conocer la reactividad emocional, y otra cognitiva, en la que tenían que seguir una regla abstracta que se les dio con base en símbolos.
En la tarea emocional se encontró que los sujetos privados de sueño MOR tuvieron mayor número de respuestas defensivas, volviendo a activar al mismo nivel que la primera vez antes de la privación, las áreas del cerebro que participan en la toma de decisiones emocionales como son las cortezas prefrontales medial y ventrolateral, el cíngulo anterior y posterior; además se incrementó la activación de la corteza occipital, que es la corteza visual; mientras que estas áreas se desactivaron en el grupo control no privado de sueño MOR, como es de esperarse la segunda vez que se realiza una tarea ya conocida.
Estos resultados indican que el sueño MOR modula la reactividad emocional del día siguiente, por ello esta etapa de sueño es necesaria para recalibrar emocionalmente al cerebro y prepararlo.
Para la tarea cognitiva pasó algo semejante. Se encontró que los sujetos privados de sueño MOR ejecutaron peor la tarea al día siguiente después de la privación, tuvieron más errores que la noche anterior y más errores que el grupo control. Desde el punto de vista cerebral, lo que se halló es que los individuos privados del sueño MOR tuvieron que activar al mismo nivel las áreas cerebrales que participan en esa tarea, mientras que el grupo control la segunda vez que realizó la prueba, esas mismas áreas no se activaron pues ya no son necesarias al entrar en función la memoria.
La privación del sueño MOR hace que el cerebro tenga que volver a invertir la misma cantidad de recursos -activación cerebral-, que la primera vez, antes de la privación sugiriendo que el cerebro, durante el sueño MOR, reprocesa la información obtenida el día anterior. El cerebro privado de sueño MOR no se beneficia de la experiencia previa.
Recientemente, María Corsi fue reconocida con el Premio Scopus 2013 por el número de citas de su investigación a nivel mundial, sobre esto la científica sostuvo: “Lo que hemos hecho en el laboratorio y es uno de los trabajos más citados (entre los estudiosos del sueño), es investigar qué le pasa al cerebro y a las funciones cognitivas, por dormir o por no dormir, como por ejemplo después de la privación del sueño”.
De esta investigación describió que trabajó con un grupo de sujetos a los que midió la actividad cerebral después de despertar y antes de dormir, y encontró que con 16 horas de vigilia esta actividad empezaba a deteriorarse.
“Por ejemplo, a lo largo de la vigilia se pierde la sincronía entre los dos hemisferios, eso es una de las cosas más claras que encontramos, por lo que les volvimos a medir la actividad cerebral al día siguiente después de que durmieron toda una noche y los hemisferios volvieron a sincronizarse, el sueño definitivamente reorganizó la actividad cerebral”, explicó.
Una vez que se comprobó el beneficio de dormir –continuó-, decidió ver qué pasaba si en lugar de que fuera una jornada normal de vigilia de 16 horas, se privaba a un grupo de sujetos de 40 horas de sueño, y lo que encontró fue que el cerebro comienza a desactivarse aunque aparentemente está despierto y a perder la sincronía entre los dos hemisferios.