A pesar de que los tiburones y las rayas son un recurso pesquero importante para México, no hay información detallada sobre varios aspectos de su biología, ecología, ni sobre la pesca misma, que sirvan para evaluar la sustentabilidad de esta actividad; así lo apunta un estudio publicado en Fisheries Research durante 2011.
Tampoco se cuenta con una metodología clara para medirla, añade Oscar Sosa Nishizaki, coautor de dicho estudio y miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC). Lo que se tiene hasta ahora son las tendencias de las capturas a través del tiempo en distintas regiones del país.
Por ejemplo, la producción de tiburón ocupa el octavo puesto por volumen y el séptimo por su valor económico a nivel nacional, pero “mientras que la captura de tiburón va hacia abajo en el Golfo de México y el Caribe, en la región noroeste del país (que incluye a Baja California, Baja California Sur, Sonora y Sinaloa) va hacia arriba, y en la actualidad representa el 54 % de la producción nacional,”, señala el académico.
Es por esto que diferentes grupos de investigación del país “estamos trabajando en el seguimiento de las capturas, describiendo las pesquerías y sobre todo, estudiando la biología de estos organismos”, comenta el investigador del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, Baja California.
Estas investigaciones se han enfocado a la descripción de las pesquerías artesanales pues aportan el 60 % de la producción nacional de elasmobranquios (el grupo de peces que incluye a los tiburones, cazones, rayas y quimeras). La pesca se realiza principalmente con redes de enmalle y palangres, en embarcaciones menores tripuladas por un pequeño grupo de pescadores, en viajes de uno o dos días. Más tarde, la carga se lleva a un campamento en la playa donde es procesado.
En particular, el estudio en el que participó el investigador de la AMC determinó la extensión geográfica, los organismos blancos de la pesca artesanal y su tamaño, en la zona costera del Pacífico de Baja California entre 2006-2008. Lo anterior, mediante la aplicación de encuestas a pescadores de diferentes campamentos a lo largo de la zona y una serie de observaciones y colectas en campo.
De acuerdo con los resultados del estudio, la captura estuvo compuesta principalmente por ejemplares juveniles, lo cual indica que el área inmediata a la zona pesquera podría ser un hábitat importante para la crianza. Además, los testimonios de los pescadores revelaron que tanto la abundancia como el tamaño promedio de los organismos ha disminuido significativamente en décadas recientes.
Lo anterior representa un problema porque, como señalan los autores del estudio, a diferencia de los peces óseos, como las sardinas, los atunes y las anchoas –que constituyen la mayor aportación pesquera-; los elasmobranquios crecen lentamente y requieren de varios años para alcanzar la madurez sexual, además de que tienen tasas muy lentas de reproducción. Esto hace a sus poblaciones menos resistentes a los impactos de la pesca e incrementa el tiempo de recuperación tras una sobreexplotación.
En México existen marcos jurídicos para varias especies de elasmobranquios, como la relativamente reciente Norma Oficial Mexicana 029: “Pesca responsable de tiburones y rayas. Especificaciones para su aprovechamiento”, aprobada en 2007, que entre sus regulaciones establece periodos de veda. Algunas de las especies más comúnmente capturadas en el estudio mencionado están contempladas en dicha norma.
“Todo este andamiaje regulatorio ayudará para controlar la pesquería, pero determinar su sustentabilidad es difícil”, según el investigador, en parte por la diversidad de pesquerías en el país. Añade que “la sustentabilidad no se alcanzará si solo se toman en cuenta los factores biológicos, ecológicos de estos organismos y la producción pesquera”, como sucede generalmente; “hace falta un análisis socioeconómico en campo, lo cual representa un gran hoyo en el sistema de toma de decisiones”, advierte.
Estudios como el de Fischeries Research, “servirán como línea base para determinar los cambios futuros en la pesca artesanal, así como las modificaciones en la demografía de las especies y la abundancia”, aseguran sus autores.
El desconocimiento de los elasmobranquios no es exclusivo de México; a principios del pasado mes de agosto, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) publicó la primera compilación del estado de conservación de 300 tiburones, rayas y quimeras del Caribe, norte y Centroamérica.
De acuerdo con el documento, para un 43 % de las especies los “datos son insuficientes” y no es posible hacer una evaluación, mientras que el 13.5 % de las especies se ubicaron dentro de tres categorías de riesgo: vulnerables, amenazadas y severamente amenazadas.
De hecho, tres de las especies más comúnmente registradas en el estudio donde participó Óscar Sosa están catalogadas bajo alguna categoría de riesgo de la UICN: la raya, conocida como pez guitarra, Rhinobatos productus; el tiburón azul, Prionace glauca; y el tiburón mako, Isurus oxyrinchus.
En el caso de estas dos últimas especies, el tiburón azul y el mako, Oscar Sosa comenta que México ha decidido unir esfuerzos de investigación con diferentes países en la cuenca del Pacífico norte por tratarse de especies altamente migratorias.