Por J. Antonio Aspiros V.
A don Jesús Teja Andrade, nuestro maestro y autor de libros que nos marcaron: los textos de civismo de la escuela secundaria
Un día de estos, tal vez en 2012, será entregado el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2011, que por ley otorga el gobierno federal, y en la categoría de lingüística y literatura lo recibirán los escritores Daniel Sada Villarreal (1953-2011) y José Agustín Ramírez (1944).
Es sabido que Sada murió sin haberse enterado del galardón pues se encontraba sedado cuando se hizo el anuncio, un día antes, y por ello lo recibirá post mortem, mientras que José Agustín finalmente ha sido distinguido con ese reconocimiento.
En nuestra columna ‘Gutemberg XXI’ del 31 de marzo de 2007 fue comentada la novela ‘El hombre duplicado’ (Alfaguara, 2003), de este autor, y acotamos el hecho de que a dicho ensayista y novelista le adeudaba México ese premio.
Escribimos entonces que “En esta novela quedan muchas e indiscutibles huellas del José Agustín de siempre, el de ya cuatro décadas escribiendo sin deslealtad alguna a su genio y figura ‘de la onda’, pero sin menoscabo de una narrativa con mayor madurez y elegancia... La novela es digna del Premio Mazatlán de Literatura 2005, que ganó, y nos preguntamos si quienes otorgan el Premio Nacional de Literatura esperarán a que este autor ya maduro y consagrado sea un viejito, para concedérselo. Porque así se acostumbra en México”.
El premio ha llegado, casi cinco años después de nuestro comentario. Y viene como lo supusimos, cuando el escritor considera que “está convertido en un ruquito relajiento”, según se definió ante su entrevistador Javier Aranda (La Jornada, 14-XII-11). Pero no tan “ruquito” como para dejar de escribir. Eso, y la lectura, no se abandonan sino hasta el último aliento.
Por ello José Agustín tiene lista su nueva novela, ‘La locura de dios’, que conoceremos en 2012. Lamentablemente, al parecer ya no escribirá la cuarta parte de su celebrada ‘Tragicomedia mexicana’ “porque tengo mucho trabajo”, según le dijo también al reportero de La Jornada, aunque sin una negativa explícita.
Habrá que reunir firmas para pedirle que se anime, pues se trata de una crónica con rigor documental y estilo muy ameno (“irreverente, irónico y divertido”, consideró él), de cómo fue la vida política, económica, social, cultural y deportiva de México durante los sexenios desde Manuel Ávila Camacho (incluida su sangrienta elección), hasta Carlos Salinas de Gortari.
Le faltan tres periodos pero, como él mismo justificó en el tercer (“y último”, aseguró entonces) volumen de ‘Tragicomedia mexicana’: “Escribir la historia reciente es patinar en hielo frágil”. Así que, mejor, a esperar sus próximas novelas.
LIBROS QUE MARCAN
Por lo menos esos tres volúmenes de la ‘Tragicomedia’, hubiera leído aquel. Ni porque en enero de 2011 la revista Examen, que publica el Partido Revolucionario Institucional, dedicó su portada y contenido principal del mes al tema “Lectura y futuro”.
En su presentación sin firma, esa revista consideró irrelevante el hecho de que unos lectores prefieran los libros en papel y, otros, en versión digital, porque “El problema real reside en los pocos mexicanos que tienen a la lectura como uno de sus hábitos. Ese sí es un tema en el que deberíamos detenernos.”
Aconsejó “En definitiva […] despertar el amor por la lectura. Sin lugar a dudas […] es urgente que hagamos que la lectura sea un placer para las generaciones más jóvenes. Y, para ello, el mejor ejemplo a dar es que ellos nos vean leer”.
Diez meses después, el precandidato único de ese partido a la Presidencia de la República tuvo el rato amargo ya conocido por todos debido a sus supuestas lecturas, precisamente cuando presentaba un libro firmado por él como autor, durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Hubo una discusión acerca de si los políticos de tan elevadas aspiraciones deben saber leer (y hacerlo) o no, y la tempestad seguirá unos meses más, pues seguramente se volverá un arma en contra del ex gobernador mexiquense durante la campaña electoral hacia las elecciones de julio venidero.
Jacobo G. García, corresponsal del diario español El Mundo, fue quien hizo la pregunta incómoda que ahora se repite y comenta en reuniones de familiares y amigos, y que también ha puesto a muchos a inquirirse en serio si hubo libros -al menos uno, ¿por qué tres?- que fueran determinantes en su vida. ¿Usted, ya respondió?
No hacen falta las estadísticas ni los resultados de las encuestas para saber con certeza que los mexicanos casi no leemos. Si bien es cierto que las ferias del libro siempre se llenan, hay que tener presente que una cosa es asistir y hasta comprar, y otra, leer. Además, se ve mucha gente en esas ferias pero, ¿qué son unos cuantos miles de asistentes frente a más de cien millones que somos los mexicanos?
El hábito de leer -que se convierte en un vicio tan placentero como tomar un buen café- se adquiere en la infancia y habría que agradecerles o reclamarles a los padres y maestros si hicieron algo por fomentárnoslo o no.
Para disimular esa carencia hay gente con poder económico que monta bibliotecas en su casa u oficina con los libros que sean, siempre y cuando armonicen con el color de muebles, cortinas y paredes. Bueno, eso nos platicó un comerciante de libros usados, que hizo, así, un negocio de dos millones de pesos con uno de sus clientes.
Pero, si además de querer engañar con tan impresionante biblioteca, quienes no leen desean presumir de lo contrario, pues al menos que hagan el esfuerzo de conocer algunas síntesis de las que ofrecen Luis Nueda y Antonio Espina en su obra ‘Mil libros’ (editorial Aguilar). Estamos seguros de que, después, querrán leer las obras completas allí resumidas.