Por Norma L. Vázquez Alanís

La película ‘Rush' y uno de los artistas de la misma, Daniel Brühl, fueron nominados para sendos premios Globo de Oro de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood como mejor drama y mejor actor de reparto, pero el pasado 12 de enero los importantes galardones -correspondientes a 2013- recayeron en cambio en ‘12 años de esclavitud’ y Jared Leto respectivamente.

En ‘Rush’, el director estadunidense Ron Howard recrea una parte de la historia de la Fórmula 1, que como tal resulta fugaz porque al montaje le faltó tiempo de secuencias de acción en la pista, como muchos espectadores habrían esperado para disfrutar más la espectacularidad de la máxima categoría del automovilismo mundial, pero en cambio han podido apreciar por dentro la lucha real entre dos de sus más importantes figuras.

La película (de 123 minutos de duración y estrenada el 20 de septiembre de 2013) aborda la rivalidad extrema de James Hunt, de la escudería McLaren, y Niki Lauda, de Ferrari, durante la temporada 1974 cuando la seguridad y la tecnología en la Fórmula 1 no habían alcanzado los niveles actuales.

El guion de Peter Morgan mezcla de manera aceptable el drama deportivo y el de los personajes con el thriller de acción, que combinado con el montaje de Howard, de escenas espectaculares de algunas carreras de esa temporada, punteadas por los careos entre uno y otro piloto de personalidades incompatibles, da como resultado un fresco fragmentado y por momentos sobrecogedor.

‘Rush’ cumple sus objetivos, uno de ellos transmitir al espectador el vértigo de la velocidad y el tesón de los pilotos que llevan hasta el límite sus capacidades al volante, y para ello el director muestra primerísimos planos de los neumáticos girando en plena competencia, intercalados con otros acercamientos de los rostros agresivos de sus protagonistas.

En esta cinta, Howard centra la acción en el vínculo que mantuvieron tanto dentro como fuera de los circuitos del gran circo el británico Hunt y el austriaco Lauda. Una enemistad propiciada por el temperamento pasional de uno y el cerebral del otro, que ambos llevaron al límite en cada carrera aunque sin dejar de lado en ningún momento el mutuo respeto que se profesaban.

Aunque Howard, al parecer, no tenía mucha idea de cómo funcionaba la F1 cuando comenzó con el proyecto, hizo de la autobiografía de Lauda una recreación de las vidas paralelas antagónicas de ambos corredores y consiguió un acercamiento interesante a una turbulenta era del deporte motor, con un vistazo de lo que sucede entre bambalinas en un mundo de glamur y multimillonarios intereses económicos.

Se agradece al director del filme que los piques entre Hunt y Lauda por ganar el campeonato mundial de 1974, culmine con el accidente del austriaco en el circuito de Nürbungring, Alemania, mismo que Howard maneja como lógico desenlace de la ríspida relación entre ambos pilotos.

Y no cayó en la tentación de regodearse en la fatalidad, sino que se enfocó a retratar al héroe humano, dando más importancia a las imágenes de Lauda recuperándose en el hospital para poder batir a Hunt, que a la miseria física de un accidente de tal envergadura.

Destaca el trabajo del director de fotografía Anthony Dod Mantle, quien utilizó una combinación de colores y tonos para los diversos momentos de la cinta, de manera que los colores fríos retratan las situaciones más sensibles del filme y expresan la oscuridad de ciertas carreras, mientras que empleó los colores cálidos para las partes de la trama en las que hay mucha viveza y brillo.

Mención aparte merecen los actores Chris Hemsworth, como Hunt, el playboy del volante siempre rodeado de mujeres, amigos y alcohol, y Daniel Brühl, encarnando al cerebral, metódico, calculador y solitario Lauda; ambos se compenetran en sus personajes para convertirse en esos pilotos que desafiaban todo riesgo en aquella temporada de la F1.

Sin embargo la palma -aunque no el Globo de Oro- se la lleva Brühl, quien verdaderamente se metió en la piel de Lauda y gracias al extraordinario trabajo de maquillaje logró una convincente transformación física; su superior talento interpretativo le permitió obtener un muy efectivo cambio de su tono de voz para asemejarse más a la del piloto austriaco, de manera que Niki Lauda personificado por Daniel Brühl resulta casi real. Una actuación magnífica.

Howard logró un filme equilibrado a la hora de retratar a Hunt y a Lauda, dos polos opuestos perfectamente definidos, haciendo que al espectador le cueste trabajo tomar partido. Ambos tienen méritos en lo que hacen, tienen su forma de lograr lo que desean, cometen errores y son talentosos.

Por su parte la importancia de los personajes secundarios se limita prácticamente a dar más matices a los dos protagonistas.