Por: Lilia Cisneros Luján
*Recordar es ¿Empezar a vivir?
La indudable comprensión de la historia, como ciencia que se avoca a estudiar el pasado de la humanidad en general, de ciertos grupos, tiempos o espacios en particular e incluso del origen y devenir de objetos como: mobiliario, vestimenta, arte –pinturas, esculturas, joyas, enseres de uso familiar o ritual- hasta monumentos y edificios, ha sido el fundamento en avances de la civilización.
Los nueve libros de historia atribuidos a Herodoto se editaron de esa forma, en alusión a las nueve musas y aluden tanto a fuentes orales como escritas con anterioridad a su obra.
De las musas que en siglo II a. de C. sirven de base a la edición de la producción de aquel historiador y geógrafo griego una de ellas “Clío” era la protectora de esta ciencia y de la poseía épica, temas de los cuales siempre escribía. Al igual que Herodoto lo hizo de las guerras Médicas, el perfil de los personajes, la etnografía vinculada con estos y por supuesto la geografía en donde ocurrieron los hechos.
Casi no hay artista que haya dejado de lado la pictografía de esta ciencia.
Francisco de Goya en su obra “La verdad el tiempo y la historia”, nos dio un bello ejemplo del respeto por el anciano tiempo que trae de la mano la verdad e imagina que la historia debe registrarse por medio de la escritura.
Ya sea una narración, algún suceso, un relato imaginario e incluso las mentiras, deben ser un referente para lograr averiguar los hechos que ocurrieron.
En medicina se llega al diagnóstico de una enfermedad a partir de lo asentado en la historia clínica. Podemos darnos idea de cómo era la historia natural de épocas prehistóricas con el apoyo de la arqueología, geología, paleoantropología y muchas otras ciencias biológicas.
Indudablemente, la observación, rescate conservación, preservación y divulgación del origen, de obras de edificadores y construcciones monumentales, como las pirámides, los castillos, los conjuntos habitacionales de antaño y en general los edificios que fueron hechos con algún propósito, son parte fundamental de la historia.
El tema es tan importante que la mayoría de los países han trabajado en leyes que garanticen la conservación de los inmuebles, que en sí mismos representan valores culturales. Algunos son declarados monumentos nacionales o de la humanidad a fin de protegerlos de proyectos urbanísticos que puedan considerar su demolición o una intervención de tal envergadura que borre su esencia.
En México como en la mayoría de los países de América Latina, los planes reguladores de pueblos barrios y colonias señalan los inmuebles o zonas de conservación histórica. Un caso emblemático, es el edificio de la calle Justo sierra 16, en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Calle que hoy, colinda con los restos precolombinos del denominado Templo Mayor.
Me di el gusto de recorrer, los patios –no todos están abiertos- subir y bajar las escaleras, por las que acudíamos a las aulas de lo que en los inicios de los sesenta todavía era la preparatoria uno en el turno matutino y la tres en el vespertino,
Caminé por el pasillo del segundo nivel a donde estaba la vetusta biblioteca, los salones de laboratorio y el espacio en donde practicábamos esgrima. Busqué la moderna –para aquellos entonces- segunda biblioteca “Castellanos Quinto”, Observé la puerta de lo que fue el salón del grupo 410 en 1963. Subí hasta lo que era el “depa” y ¡Oh sorpresa! todo son paredes pintadas con aceite, no hay una sola banca de estudios, la mayoría de la butacas –excepto la laterales- de "el generalito" han sido sustituidas por sillas apilables y ni siquiera el escritorio se puede encontrar por lado alguno.
El aula magna con escalones donde daba la clase de sociología el maestro Briseño, el auditorio donde ocurrían todos los concursos estudiantiles, son espacios fríos “modernos” y con aire minimalista.
Conversé, con las jóvenes de la mesa de informes que emocionadas escucharon mis relatos.
Lo hice también con el chico egresado de antropología e historia que dormitaba en la semi-penumbra del aula magna ya sin butacas, ni escalones y todos, excepto la de vigilancia UNAM que resguarda la puerta del generalito- recibieron con agrado los referentes históricos.
Luego de preguntar por las puertas originales que han sido sustituidas por “modernas” muy similares a lo que luego vi en otras instalaciones a cargo de CONACULTA, la respuesta de alguien que casi ajusta dos décadas de ser testigo de lo que ha ocurrido, me dijo.
“Bueno cuando las quitaron se fueron a una bodega de lo que fue el anexo de Prepa dos, junto con los candiles, pero según se, todo eso se tiró a la basura”.
¡Por Dios, en estos casos recordar es empezar a morir!