Por la calidad de su obra de investigación, su enseñanza, y contribución al desarrollo de los estudios latinoamericanos, la Universidad Nacional y Kapodistríaca de Atenas, Grecia, distinguió con el doctorado honoris causa a Liliana Weinberg Marchevsky, investigadora titular del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) y profesora de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM.
La ceremonia de investidura tuvo lugar en el aula magna del Edificio Central de la universidad de Atenas, recientemente. Ahí, Weinberg leyó un texto dedicado a hacer una defensa de lo humano, donde planteó que “ha llegado la hora de avanzar –y a la vez regresar, en una nueva vuelta de la espiral— a una apología del ser humano, a la defensa de las ideas de bien, justicia, verdad y belleza, tal como las concibió el mundo griego”.
En recuerdo de la Apología de Sócrates, comentó que el maestro de Platón pudo haber salvado la vida con sólo retractarse de lo dicho, pero prefirió no hacerlo, porque un mundo en el que no sea posible encontrar consenso universal respecto de la idea de justicia, no merece la pena ser vivido.
Y agregó que “estas reflexiones nos alcanzan hasta la turbulenta vida de hoy, pues sin un sentido universal de los valores, en un mundo que no sea capaz de observarse críticamente a sí mismo, donde se privilegien los intereses particulares, en un mundo donde la idea de bien no logre alcanzar trascendencia por encima de los impulsos egoístas del individuo o del grupo, y donde se nos obligue a ver sólo el corto plazo, el presente se tornará irrespirable y la vida agobiante”.
Entre las razones por las que sus colegas griegos consideraron otorgarle el doctorado, se destaca “su apoyo a nuestra labor en desarrollar los estudios hispánicos en Grecia”. Y también que “Liliana Weinberg estudia, pero también practica el ensayo con muy buena prosa”.
En efecto, desde hace muchos años, Weinberg es una estudiosa del ensayo, pero también su practicante. “Para mí hay una permanente preocupación por la dimensión estética del ensayo, el lenguaje y la forma”, dijo.
En Argentina, donde nació, la investigadora del CIALC estudió antropología, y fue desde entonces que se interesó por los vínculos de esta disciplina con los estudios literarios y los culturales.
“Empecé en literatura popular tradicional desde el campo de la antropología, y eso me acercó más al campo de los análisis literarios. Así, al llegar a México –en 1980- me dediqué de lleno a la literatura”.
El doctorado en Letras Hispánicas lo hizo en El Colegio de México, y con una tesis dirigida por Antonio Alatorre se asomó, por primera vez, al ensayo.
“Decisiva resultó también para mí la presencia de ese gran poeta y ensayista que fue Tomás Segovia, entre otros maestros memorables para mi generación”, recordó.
Desde esos años, se dedicó a escribir y a estudiar literatura, pero sobre todo a profundizar en el ensayo como género literario, tan apasionante como incomprendido.
“Aunque ha proliferado y hay eminentes prosistas en nuestra lengua, el género todavía no ha sido reconocido a fondo. Me interesa pensarlo en toda su vitalidad, ligado a aquello que José Gaos ha llamado ‘el pensar del pensador y el escribir del escritor”.
Frente a tal cantidad de la prosa de ideas podemos confirmar aquello que predijo Alfonso Reyes, respecto del papel que habría de desempeñar en el siglo XX, mencionó.
“Creo que el honoris causa no sólo es el reconocimiento a una obra, sino a un diálogo académico, a un esfuerzo por reconciliar el conocimiento y la vida, por recuperar la dimensión humana del conocimiento”, agregó la investigadora.
Por ello, en su discurso de aceptación recordó la obra de Pedro Henríquez Ureña, y al respecto dice: “Recuperé una idea muy importante de él, que vio en el mundo clásico un modelo de integración por la cultura, y que afirmó que hablar de Grecia no es hablar de una ‘originariedad’, sino de una ‘originalidad’ de la cultura griega. No podemos pensar en un ‘origen’ del mundo griego, porque es fruto del encuentro entre distintos pueblos y culturas, aunque sí podemos reconocer la originalidad de su legado y su primer magno esfuerzo por pensar el mundo”,
Respecto de sus actuales actividades académicas, tiene en puerta un nuevo proyecto de investigación recientemente aprobado por el Conacyt: “El ensayo en diálogo. Hacia una lectura densa del ensayo”, que reúne un amplio grupo de estudiantes e investigadores, y del que será directora.
Uno de los temas que le interesan es pensar el ensayo en diálogo, recuperar la idea de que todo texto dialoga activamente con otros, con otras ideas y propuestas estéticas, y está inserto en una compleja red de sociabilidad intelectual.
“Tal vez por esto también me han premiado con el doctorado honoris causa, por la posibilidad de abrir un diálogo, otro término que me persigue y sobre el que he trabajado y escrito mucho”, reflexionó.
Un rasgo no menos notable del ensayo es que se lo puede considerar como la escritura de una lectura y, al mismo tiempo, como la lectura de muchas escrituras, porque los ensayistas, en su tarea interpretativa leen el mundo como si fuera un libro, pero también leen el libro como si fuera un mundo”, dijo.
En una conferencia magistral que impartió hace algunos meses en Bélgica como invitada para hablar en la apertura de un coloquio dedicado al género, abordó otro tema que le interesa particularmente: la buena fe en el ensayo.
“Michel de Montaigne, el iniciador del ensayo moderno, declara en la ‘Advertencia´ con que se abren sus obras: ‘Éste es un libro de buena fe, lector’. Me impresionó mucho esta idea de la buena fe, sinceridad, autenticidad de la palabra dicha, y en momentos de crisis política, económica, social como los que vivimos, considero que sería importante volver a la buena fe, a la posibilidad de creer y confiar en la palabra”.