-¡¡Ya cayó el gobierno profesor...!! ¡¡a güevo que tenía que caer!! Pude ir a la última concentración masiva en el Zócalo, éramos más de un millón. Los de la Junta Nacional Ciudadana no pudieron evitar la huída de Calderón… salió del país con su familia… al parecer se fueron a Irlanda. Se fue impune de toda la barbarie que provocó, de sus rapacidades y de su enriquecimiento ilícito. Le confiscaron sus propiedades de la colonia Las Águilas, en el D.F., pero se fue forradísimo de dinero mal habido.

La Armada y el Ejército se disciplinaron con el pueblo para evitar más derramamientos de sangre inútiles, y el general Badillo es provisionalmente el presidente de la junta de la secretaría de la Defensa. Pinches gringos, no se animan a invadirnos, aquí no es Irak ni Afganistán… ¡aquí si se los anda llevando su puta madre! Ya retiraron a sus agentes de la D.E.I., que andaban haciendo aprehensiones en nuestro territorio.

Muchos empresarios ojetes están sacando sus capitales, pero son más los que han decidido quedarse.

Ya varios países de Latinoamérica y Europa se están pronunciando por reconocer a la Junta Nacional Ciudadana como gobierno provisional de México y esta les está solicitando congelar las cuentas bancarias de varios  políticos mafiosos y magnates fraudulentos que estaban asociados con narcotraficantes. Hay desbandada general… Nava, Beatriz Paredes, Bejarano y el chico del copete no aparecen por ningún lado, andan de pelada… se les llegó su noche triste a esta bola de cabrones. Obama y el Congreso gringo se están haciendo pendejos, seguramente van a querer chantajear a la Junta para reconocerla.

 Esto va a estar más cabrón para nosotros los custodios… el penal ya está rodeado de batallones del ejército y escuadrones ciudadanos… en cualquier momento traen a Carlos Salinas y a Fernández de Cevallos, ya están presos en la P.G.R., junto con otros hijos de la chingada. Elba Esther también ya está detenida, pero a ella la van a guardar en Santa Martha. Si nos quejábamos por cuidar a los narcos ahora nos va a ir peor…

Luego me enteré que la Junta Nacional Ciudadana era precisamente eso, una Junta Nacional Ciudadana, en la que no participaban dirigentes de ningún partido ni personajes políticos ya que estos en los últimos años no habían procurado aliviar las necesidades primordiales del pueblo de México ni habían hecho esfuerzos trascendentales para intentar cambiar las cosas: todos atendían sus intereses individuales, de grupo y  partidistas.

En menos de cinco meses, tras la disputa vergonzosa entre los contendientes luego de las elecciones presidenciales de julio de 2012, que originó la revolución social, esta Junta Nacional Ciudadana había adquirido respeto y poder inusitados, proporcionados por más de 80 millones de mexicanos que por fin despertaron de un lastimoso letargo de varias décadas, y ya había anunciado la instalación de una Asamblea Nacional que redactaría una nueva Constitución Política y discutiría otras alternativas de representación que podría darse la ciudadanía. Los partidos políticos y el cáncer social que estos representaban quedaban eliminados de la historia nacional. Estos eran los verdaderos representantes del pueblo, los que se encargarían de reconstruir nuestro país. Eran trescientos veinte ciudadanos, diez por cada estado de la República y el Distrito Federal, entre los que destacaban los científicos René Drucker y Rodolfo Neri Vela, los músicos Federico Álvarez del Toro y Ramón Romo Lizárraga; la astrónoma Julieta Fierro, los escritores Francisco Martín Moreno y Jorge Volpi; el cantante Fernando de la Mora, el actor Enrique Cisneros; los trovadores Fernando Delgadillo y Rafael Catana, y el poeta Javier Sicilia, entre muchos más ciudadanos de reconocida autoridad moral.

-Buen día profesor… dos integrantes de la junta de la Secretaría de Gobernación, van a venir a platicar con usted, me acaba de informar mi jefe…

En medio de la algarabía, el acomodo de fuerzas y el caos general en el inicio de la reconstrucción nacional, jamás me imaginé que alguien tuviera tiempo de ocuparse de mi asunto. Por las largas pláticas que tenía con Apolinar y los periódicos que me llevaba a mi celda supe que la Secretaría de Gobernación había quedado bajo el mando de una junta presidida por el General José Francisco Gallardo, y ahora esta junta era la que controlaba todos los penales federales del país.

En las revueltas populares, muchos expedientes fueron destruidos y quemados, y todos los tribunales y fiscalías del país habían sido saqueados por multitudes de ciudadanos enardecidos, durante los peores días de agitación. Esto complicaría un poco el trabajo del nuevo gobierno, pero afortunadamente mi expediente había sido uno de los pocos que se habían salvado.