Las políticas de Estado orientadas a hacer frente a la sequía y desertificación en el país, deben integrarse a partir de las necesidades específicas de cada comunidad y no ejecutar sólo un plan o estrategia nacional, recomendó José Manuel Espinoza Rodríguez, de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM.
Ante estas crisis ambientales, poblaciones aprovechan la riqueza de la biodiversidad para alimentarse, sin depender exclusivamente de cultivos tradicionales. Además, para revertir sus impactos es indispensable promover la agrosilvicultura, que implica el aprovechamiento de elementos agrícolas, de la selva y el bosque.
En ocasión del Día Mundial de la lucha Contra la Desertificación y la Sequía, que se conmemora este 17 de junio, señaló que no sólo se trata de atender o mitigar las causas, se requieren esquemas de adaptación que utilicen el conocimiento de las comunidades e incidir en las estrategias gubernamentales para destinar recursos suficientes a la siembra de variedades criollas y más resistentes, a fin de evitar la migración masiva por falta de alimentos.
México es centro de origen de frijol, jitomate, maíz, aguacate y amaranto, entre otras especies domesticadas, cuyas variedades pueden promoverse para evitar la degradación de los ecosistemas. Constituyen el acervo cultural de las colectividades para afrontar condiciones climáticas extremas no previstas, dijo.
Sequía y desertificación
En el mundo, alrededor de seis millones de hectáreas –extensión similar a los estados de Nuevo León o San Luis Potosí- se pierden cada año por la desertificación, proceso que consiste en la destrucción de árboles y cubierta vegetal, con impactos en el clima, la hidrología y la biodiversidad. A nivel nacional, tiene efectos severos en Chiapas, Veracruz y Campeche, con la degradación anual de entre 50 y 100 hectáreas.
La situación es crítica y está ligada a la disminución de la disponibilidad de agua para distintos usos; en consecuencia, las comunidades avanzan sobre distintas regiones en su busca, lo que se manifiesta en un conflicto entre las necesidades sociales y la preservación de los ecosistemas, acotó el especialista en recursos naturales.
El académico informó que a través de un seminario de la FFyL, en colaboración con investigadores del Instituto de Geografía, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) y distintas universidades públicas del país, como el Instituto Politécnico Nacional y la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP), se desarrollan proyectos académicos y actividades escolares en San Luis Potosí, Puebla, Guerrero y Veracruz, para identificar las acciones que toman sus comunidades para adaptarse a nuevas condiciones climáticas.
El especialista refirió que en la región de la Huasteca se cultivan nuevas variedades de frijol -de menor rendimiento que la tradicional, pero más resistentes-, y para satisfacer sus necesidades, sus habitantes integran en su dieta tubérculos, que normalmente no consumen.
Con estas acciones, se evita un colapso alimentario, de acuerdo a los estudios de Antonio Ávalos, de la UASLP e integrante del seminario de investigación conjunto entre esta última y la FFyL, refirió Espinoza Rodríguez.
Respecto a la desertificación, consideró que para revertir sus impactos es indispensable promover la agrosilvicultura, que implica el aprovechamiento de distintos elementos agrícolas, de la selva y el bosque.
El esquema es analizado en los trabajos que los integrantes del citado proyecto realizan en las zonas cafetaleras de Puebla y Veracruz, donde destaca el jinicuil, elemento biológico del bosque mesófilo, que se ha incorporado a la dieta de los veracruzanos.
El académico explicó que el cultivo de café permite la conservación de suelos y aporta recursos económicos a la población de Cuetzalan, además de consolidar su cultura, temática que ha sido desarrollada por estudiantes y tesistas de las licenciaturas en Desarrollo y Gestión Interculturales y Geografía, ambas de la FFyL.
El conocimiento de elementos biológicos permite mantener la identidad de las poblaciones e impedir el avance de la desertificación, en la medida que se incorporan saberes tradicionales en el aprovechamiento y conservación de los ecosistemas, subrayó.
Los esquemas gubernamentales para atender este problema y la sequía en el país, serán más exitosos si respetan el conocimiento agrícola ancestral de distintas variedades.
Las políticas de subsidio al campo no resuelven las problemáticas básicas. Se requieren proyectos de infraestructura, gestión del agua y reforestación, además de impulsar el cultivo de variedades más resistentes para obtener resultados favorables a largo plazo, concluyó.