En migración, uno de los factores más importantes es la edad. Los índices más altos se dan entre los 18 y 30 años, lo que significa que es un fenómeno de jóvenes, pero los resultados de un estudio en el que participó Lilia Susana Padilla y Sotelo, del Instituto de Geografía de la UNAM, establecen que esto ya no es así.
En México, una nueva característica es el desplazamiento de mayores de 60 años a las grandes ciudades.
La investigadora, con Arun Kumar Acharya y José Juan Cervantes Niño, del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Autónoma de Nuevo León, analizó el problema desde diferentes campos, uno de ellos fue el de los mayores incorporados al mercado laboral de la zona metropolitana de Monterrey.
“Nuestro objetivo fue explorar las causas por las que estas personas abandonan sus lugares de origen rumbo a los centros urbanos, su vulnerabilidad y estrategias de supervivencia”, añadió.
En 2010-2011, se entrevistaron con 156 personas (87 hombres y 69 mujeres) de 60 años en adelante que habían migrado a la capital neoleonesa en los dos años anteriores, y que trabajaron en el sector informal.
Al estudiar las causas de expulsión, se encontró que una es seguir a familiares asentados en la urbe, y otra, buscar una mejor condición de vida.
Los investigadores dividieron a los encuestados en tres categorías: joven-viejo, de 60 a 70 años; viejo, de 71 a 80, y muy viejo, de más de 80. Encontraron que no hay diferencias en las edades entre hombres y mujeres, y que más del 60 por ciento pertenece a la primera clasificación, y 30 por ciento a la segunda.
Aunque la edad es importante en el mercado laboral, los patrones prefieren contratar a adultos mayores debido a que están en condiciones vulnerables. Les conviene hacerlo porque los mayores son vulnerables y necesitan dinero urgentemente.
En escolaridad, los hombres tienen más años de estudio (33 por ciento de ellos hicieron la secundaria contra 26 de ellas; más de 12 por ciento bachillerato en los varones contra casi seis por ciento a las segundas). En las mujeres es mayor el analfabetismo (casi 16 por ciento contra 10 por ciento en hombres).
En relación con su estado civil, aunque hay un número importante de viudos, más de 60 por ciento hombres y casi la mitad de las mujeres dijeron estar casados y viajar con sus parejas.
Una vez en la ciudad, como no consiguen puestos en el sector formal se integran al informal. Los varones obtienen empleos como taxistas, vendedores ambulantes, mecánicos o albañiles; las mujeres en puestos callejeros o como empleadas domésticas.
Se estudiaron sus estrategias de supervivencia, “por ejemplo, a qué actividad se dedican, cuántas horas trabajan al día y cuántos días a la semana o cuánto ganan”, dijo la investigadora.
También analizaron la discriminación en el empleo y la violencia en sus lugares de trabajo, “porque son vulnerables debido a que no cuentan con contratos que los proteja del patrón; esto los expone a la explotación e inestabilidad laboral”, dijo.
Encontraron que los adultos migrantes ganaban menos que los más jóvenes. “Con frecuencia deben soportar no sólo la discriminación racial, sino la violencia física y la desigualdad en el salario, y que los obliguen a trabajar más tiempo del establecido, sin salario extra”, dijo la investigadora.
Difícilmente tienen tiempo para descansar los fines de semana. La mayor parte trabaja seis días, pero otros laboran los siete. A estos migrantes los emplean sobre la base del trabajo diario, aunque a algunos sobre uno mensual o semanal.
La mayor parte gana entre mil 500 y tres mil pesos mensuales, y una minoría entre tres y cuatro mil. En todos los casos, las mujeres perciben menos.
“Los patrones no quieren contratarnos por mucho tiempo porque saben que no somos tan productivos ni fuertes como los jóvenes. Prefieren hacerlo por día o semana, y si les gusta nos emplean de nueva cuenta, pero si no, consiguen a alguien de menor edad y nos reemplazan”, dijeron dos entrevistados.
Aunque la migración de adultos mayores a Monterrey busca mejores niveles de vida, la realidad es diferente, y para mal, porque viven en condiciones precarias y en un ambiente de explotación.
“Es importante que el gobierno diseñe nuevas políticas públicas que protejan a este sector de la población. En algunos estados se les otorga una pensión de entre 500 y mil pesos mensuales a mayores de 70 años, pero esto es insuficiente para detener su migración a las grandes ciudades”, finalizó.