El gobernador de Nayarit, Roberto Sandoval Castañeda, sorprendió al anunciar que estudia aceptar recursos extranjeros para destinarlos a asuntos de seguridad y combate a la delincuencia organizada. Manifestó que serán “bienvenidos los recursos (provenientes del extranjero) para beneficiar los cuerpos policiales exclusivamente”.

De inmediato arrancó opiniones de diversos sectores de la entidad, en el sentido de que a la persona física o jurídica que se encuentra en estado de bancarrota se le denomina “fallido” y aseguran que así se puede calificar a Nayarit, si esta idea se concretara. 

Nayarit sería un “estado fallido” en lo que se refiere al tema seguridad, pues en otros aspectos ya lo es, se escucha entre diversas voces locales.

Algunas ONG´s en los poblados costeros del estado, en gran parte financiadas por ciudadanos extranjeros, ya asumen lo que en realidad es responsabilidad de la administración pública: trabajo social, educación, hasta garantizar el derecho fundamental para la alimentación. Desafortunadamente no pueden hacer todo.

¿Solicitar “recursos extranjeros” (¿agentes del FBI, de la DEA?) para garantizar la seguridad (¿de quién?, ¿de l@s turistas?) en la Riviera Nayarit?

La pura contemplación de la idea refleja desesperación en lugar de una estrategia contundente, basada en objetivos bien claros. ¿Qué nos dice eso sobre la confianza que tiene el ejecutivo estatal en su propio cuerpo policiaco, en sus Abogados del Pueblo o el Gral. B.D.E.M., que ahora encabeza la Secretaria de Seguridad Pública del Estado libre y soberano de Nayarit?, le preguntan en otros frentes sociales. 

Lo que ocurrió en Tres Marías, Morelos, hace un par de semanas (incidente todavía no clarificado) lo comprueba.

Aceptar “recursos extranjeros” para asegurar seguridad pública en Nayarit (en cualquier forma que sea) significará importar al territorio del estado otra forma más de una guerra absurda que ya dejó un país destrozada, con 60 millones de pobres, más de 60 mil muertos, más de 20 mil desaparecidos y cientos de miles de huérfanos y viudas en un estado corroído y delincuencial.