Por Salvador Flores Llamas
Ante la elección presidencial de noviembre en Estados Unidos, los latinos apoyan en mayoría al presidente Barack Obama, aunque no cumplió su promesa de promover una reforma migratoria en el primer año de su gestión, y ni si quiera la envió al Congreso.
Otras acciones menores, como frenar las deportaciones de ilegales y promulgar el Dream Act, permiso de trabajo a casi 2 millones de estudiantes indocumentados, ratificaron el apoyo latino a Obama, a quien las encuestas dan 65 por ciento del voto hispano por 26 a los republicanos, que promulgaron leyes antinmigrantes, abiertamente persecutorias, en Arizona, Alabama, Georgia y otros estados y las han defendido ante la Corte Suprema del país.
Parece que a Mitt Romney no le interesan esos sufragios, aunque acaba de sacar un spot en que presume sus raíces mexicanas (con ancestros mormones que vivieron en Chihuahua), pero es mayor el peso de sus ataques al Medicare, el seguro médico oficial para los latinos.
Los republicanos no han aprovechado la proclividad de muchos de éstos contra el aborto y los matrimonios gay, que combate claramente su candidato a vicepresidente, Paul Ryan, cuyas ideas muy conservadoras se enfilan, por otro lado, a favorecer al gran capital y a desproteger a los de menos recursos.
Las campañas ya empezaron de hecho, aunque hasta este jueves los republicanos oficializarán su fórmula en la convención nacional de Tampa, Florida, pospuesta un día por la tormenta tropical “Isaac”.
Obama será proclamado de nuevo candidato demócrata la semana próximo, en la convención de Charlotte, Carolina del Norte, junto con el vicepresidente Joseph Bidem.
De ser reelecto Obama, tendrá que cumplirles a los latinos; de lo contrario los demócratas correrían peligro de perder su voto mayoritario en 2016, como ya le ocurrió a George Bush, padre, en 1992, después del respaldo entusiasta que brindaron a Ronald Reagan en su elección y relección.