A pesar de que nuestros mares nos proveen de alimento y de diferentes recursos minerales, bioquímicos y energéticos, se conoce poco acerca de ellos, por eso su exploración es necesaria, porque permitirá no solo tener más y mejor conocimiento de esta otra gran parte del territorio nacional, sino también identificar recursos potenciales para los próximos 30 años.
Así lo expuso Elva Escobar, directora del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), al participar en la mesa “Hacia dónde va la Oceanografía en México: La exploración de los mares”, realizada el pasado viernes y que coordinó Escobar Briones.
Participaron José Alcántara, César Conchello, Jaime Urrutia Fucugauchi, Víctor Guerra, Jorge Zavala y Francisco Barnés -este último también como coordinador- , quienes discutieron sobre este tema desde las perspectivas académica, gubernamental, tecnológica y empresarial.
Este encuentro es parte del proyecto conjunto entre el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) y el Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia (CCC), cuyo fin es generar un análisis nacional sobre las principales tendencias y avances de la ciencia en sus diferentes campos.
“Los grandes programas de estudios de los océanos están desarrollados desde la década de los años 60, dentro de ellos, los más grandes son los de perforación en océanos y continentes cuyos costos de infraestructura y de operación rebasan incluso las capacidades de los países desarrollados, por lo que requieren de colaboraciones con diferentes países”, comentó Urrutia, vicepresidente de la AMC e investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM.
Afirmó que varios de estos programas se llevan a cabo en el Golfo de México, no obstante, nuestro país tiene una baja participación en ellos, por lo que propuso que un camino para revertir esta situación sería formar un consorcio latinoamericano. “Es nuestra única manera. Ninguno de los países de la región, incluyendo Brasil, tendría la capacidad de ser un actor importante en los programas internacionales si lo hiciera individualmente”.
Por otro lado, agregó que dado que Petróleos Mexicanos (Pemex) representa poco más del 34% de los ingresos fiscales del país, es claro que las actividades de esta empresa forman parte de las prioridades nacionales. De ahí la importancia de vincularla con el sector académico, para fortalecer sus capacidades de investigación e impulsar el desarrollo de infraestructura en este ámbito.
“Cuando en Pemex se contrata a una empresa, para un estudio de sísmica, por ejemplo, lo que se está contratando también es el componente de investigación que ni siquiera es el más reciente y acabado; estamos comprando la que ellos están ofreciendo. Entonces, la diferencia está en que nosotros no contamos con esa capacidad de investigación y de innovación y las empresas trasnacionales sí”, expuso.
“Si uniéramos la investigación académica con la exploración de Pemex, la Secretaría de Energía y la Comisión Nacional de Hidrocarburos, tendrían una mejor perspectiva, pues la forma en que funcionamos al momento es que los científicos trabajan en diferente ambientes y con una serie de limitaciones y, por el otro lado, las compañías ya están haciendo exploración”.
Jaime Urrutia sugirió al respecto una participación más fuerte de la comunidad académica en Pemex para proporcionar los estudios que van a integrar los prospectos a nivel más local y de interés económico.
Otra manera de impulsar la exploración, agregó, es desarrollar acciones de bajo costo como compartir e intercambiar la información que cada actor tiene. “Si los centros de investigación tuviéramos acceso a ellos podríamos contribuir a las tareas de exploración. En vez de ello, se contrata a una empresa para que haga el análisis de la información, y de hecho muchas veces estamos pagando a los investigadores mexicanos que están en esas empresas”.
Por su parte, el doctor Víctor Guerra, del Departamento de Desarrollo Tecnológico y Datos de la UNAM, habló sobre la importancia de desarrollar tecnología a partir de la que existe a nivel básico para el futuro de la oceanografía. De esta manera, ejemplificó, algunos aparatos como los sensores GPS, acelerómetros, termoacopladores para medir la temperatura y sensores para medir la fuerza, se pueden usar como base para desarrollar una tecnología más compleja. “Tenemos distintas tecnologías básicas a nuestra disposición, el punto está en saber aprovecharlas”, dijo.
Durante el desarrollo de la mesa, se ofreció un esquema de la producción de crudo en los últimos años. Se indicó que ahora surgen nuevos retos ante la búsqueda de nuevos pozos, pues aunque se estima que el país cuenta con cantidades importantes de este hidrocarburo (cerca de 44.5 mil millones de barriles), estos se localizan en aguas profundas, donde los retos son mayores por los costos. Otra parte de donde se puede obtener el crudo está en la cuenca Tampico-Mizantla, geológicamente un lugar muy complicado, haciendo que la extracción requiera de tecnología más avanzada para poder mantener los mismos niveles de producción.
“Para enfrentar estos retos, hace falta una vinculación entre la academia y las empresas, pues Pemex no puede solo. No vemos una industria petrolera que no esté vinculada con la tecnología y la información”, dijo categórico el ingeniero César Conchello, de la Dirección Corporativa de Tecnología de Información y Procesos de Negocio de la paraestatal.
El doctor Jorge Zavala, del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM, hizo hincapié en tres puntos: la falta de una red de observación, un monitoreo operacional para conocer el estado actual del océano; la creación de políticas públicas para el fortalecimiento de la ciencia y la tecnología que estén enfocadas para desarrollar macro proyectos y que difícilmente puede otorgar una sola institución; y como tercer punto la colaboración interinstitucional.