Una innovadora prótesis de brazo, con electrodos que recogen los pulsos eléctricos de los músculos y dan una mayor precisión en los movimientos, es un éxito de la ciencia, la investigación y el desarrollo tecnológico mexicanos, pero resultó un fracaso en su vinculación con el sector productivo.
“Para mí es importante decir las cosas, o son fracasos o son éxitos, medias tintas no hay, en este caso no hemos tenido el éxito, es un fracaso, porque no hemos podido llevarlo a los medios industriales”, consideró el doctor Lorenzo Leija Salas, quien encabezó el equipo que trabajó en dicha prótesis en el Departamento de Ingeniería Eléctrica del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav).
La prótesis de brazo, que se dio a conocer en 2010 como un prototipo, tiene como característica principal que los electrodos son internos lo que minimiza el riesgo de desprendimiento. Fue diseñado para ayudar a las personas que perdieron la extremidad superior por arriba del codo, con el objetivo de que se pudieran reincorporar a su vida cotidiana y laboral en el menor tiempo posible y con una mayor confianza.
También tiene una ventaja económica, pues el aparato de manufactura mexicana tiene un costo de producción que no rebasaría los 6 mil dólares, mientras que una pieza similar importada ronda los 90 mil dólares. Además, se puede ajustar a las características y necesidades de cada usuario como son estatura, edad, densidad ósea, entre otras.
El prototipo del brazo “inteligente” fue desarrollado en el Departamento de Ingeniería Eléctrica, en la sección de Bioelectrónica, pionero en el país en integrar las áreas de la ingeniería y la medicina desde 1971, cuando el doctor Joaquín Remolina, con formación en medicina, decidió integrar un grupo de investigación para desarrollar equipos de instrumentación médica.
La pregunta es ¿por qué no ha tenido el éxito esperado? Hay muchas razones -expuso Leija Salas, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias- una de ellas es que somos un país que aunque tenemos la masa crítica para producir nuestros propios productos, lo que nos hacen falta son los enlaces.
Añadió que no sólo se trata de un tema económico, sino la falta de una estrategia para poder hacer llegar los productos de la investigación al sector empresarial. “No se trata nada más de inyectar dinero y a ver qué pasa, yo sí creo que hay que involucrar a las partes, tanto al investigador como al industrial, y facilitar las cosas”.
Por ello, dijo que las inversiones con dinero oficial van a ser el primer paso, pero sobre todo cuidar que gran parte del recurso se vaya orientado al objetivo del proyecto por el que se está dando, y que no se quede en burocracia, ese es mi mensaje.
“Si los que toman las decisiones se han dado cuenta que es necesario (o se los han dicho todas las agencias internacionales como la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico), que para que un país progrese tiene que haber gente bien preparada. El que se den cuenta es un primer paso; el segundo paso es que los recursos que se destinan sean optimizados para lo que se pretende aplicar, tener muy claro el objetivo”, precisó.
Para el especialista y uno de los pioneros de la bioinstrumentación en México el trabajo de investigación tiene muchas facetas, pero lo más importante –opinó- es que como país el trabajo llegue a la industria y esa es una faceta delicada que se tiene que abordar. “Yo si creo que hay que echarle mucha imaginación para provocar que se produzca la interrelación con los medios de producción”.
Lorenzo Leija destacó que todos los trabajos de investigación que se llevan a cabo en la sección de Bioelectrónica del Departamento de Ingeniería Eléctrica del Cinvestav son de punta y candidatos a ser producidos por una empresa, pero faltan esos enlaces, concluyó.