Las dos economías latinoamericanas más grandes se encuentran en un periodo de cambio de perspectivas a favor de México por primera vez en los últimos cuatro años, periodo en el que Brasil ha crecido significativamente más que México.
Esa mejor posición relativa de Brasil es un fenómeno reciente ya que hasta la primera parte de la década pasada ambas economías crecían y convergían en ingreso per cápita con los países más ricos, con periodos de ventaja relativa que se alternaban entre ambas.
Factores relevantes en el dinamismo brasileño reciente han sido la fortaleza de su demanda doméstica apoyada intensivamente por el financiamiento y el mayor crecimiento de sus socios comerciales. Sin embargo, ambos factores no son necesariamente de naturaleza permanente.
El dinamismo de las economías emergentes asiáticas puede frenarse y/o Brasil verse afectado por la continúa pérdida de competitividad precio, lo contrario que en México; y además de que la disponibilidad de crédito puede ser menos relevante para el crecimiento a partir de cierto nivel de endeudamiento. Recientemente, México ha destacado a partir de un financiamiento dinámico y mejora en competitividad. Desde el lado de la oferta, ni por demografía ni por ritmo inversión se justifica una ventaja a favor de Brasil, sino todo lo contrario. Y en cuanto a la productividad, no parece tampoco que haya diferencias relevantes a favor de Brasil, y menos al considerar la posición en el ranking Doing Business del Banco Mundial.
En síntesis, Brasil y México son dos grandes economías, con buen potencial de crecimiento en los próximos años cuya realización dependerá de su distinta exposición al entorno global y también de su capacidad de adoptar reformas que reduzcan sus vulnerabilidades.
Entre ellas, implementar medidas que logren una reducción de la informalidad para que mejore la principal fuente de crecimiento a largo plazo de una economía: productividad.