Chiapas, Oaxaca y Guerrero reportan carencias en bienestar social y, en consecuencia, en la salud de amplios segmentos de la población. Se les considera zonas de rezago extremo, pese a sus abundantes recursos agrícolas, ganaderos y forestales. Son entidades donde persisten las llamadas “enfermedades de la pobreza”.
Los padecimientos transmisibles siguen presentes en territorio nacional no sólo por la precariedad, sino por factores que rebasan los ámbitos de los profesionales de la salud, aseguró Guadalupe Soto Estrada, de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
Tanto los adelantos médicos como las innovaciones tecnológicas han contribuido a disminuir e incluso erradicar afecciones como el sarampión o la poliomielitis; no obstante, otras no han sido eliminadas por su relación con ciertas condiciones de vida.
Éstas hacen que las enfermedades persistan, pese a los esfuerzos por abatirlas. Es el caso de la leishmaniasis, la tripanosomiasis, la oncocercosis, la rickettsiosis, la desnutrición, la tuberculosis o el tracoma que causa ceguera.
Este último, que entre los tzotziles y tzeltales de Chiapas es frecuente, se puede evitar con un simple lavado de manos; sin embargo, no lo hacen porque no tienen acceso a agua potable, lamentó la especialista del Departamento de Salud Pública.
Esas enfermedades, abundó, pueden abatirse con atención médica, cuyo peso específico recae en el tratamiento oportuno, el diagnóstico y el seguimiento, pero están asociadas a situaciones de pobreza: falta de acceso a servicios de salud y a la atención respectiva. Resalta la falta de saneamiento e higiene por carencia de agua potable y el manejo inadecuado de desechos.
En cuanto a la infraestructura hospitalaria del país, Soto Estrada observó que existen alrededor de 196 mil localidades de menos de dos mil 500 habitantes, y más del 40 por ciento están alejadas de ciudades, centros de población y vías de comunicación transitables todo el año.
En un plazo de 20 ó 30 años se presentará una crisis de salud debido a varios factores: el envejecimiento de la población; la esperanza de vida se incrementará, no así la calidad de vida. Se han hecho estudios en los que se indica que la gente que alcanza el estatus de adulto mayor, tiene algún problema de salud 10 años antes de jubilarse, concluyó.