Investigaciones recientes señalan que ciertos patrones de nuestro estilo de vida pueden convertirse en un factor protector frente a los trastornos cognitivos en general, y de memoria en particular.
Se sabe que mantener una buena salud física es fundamental para proteger nuestro cerebro del deterioro.
La realización periódica de ejercicio físico y una dieta balanceada: rica en frutas, vegetales y cereales que evite las grasas, las frituras y la sal en exceso, ayuda a mantener la mente en forma. Además de la dieta, es de suma importancia mantener una buena salud emocional, ya que el estrés, la depresión y la ansiedad tienen consecuencias negativas para las funciones intelectuales.
Si bien niveles moderados de estrés pueden ser estimulantes, cuando es demasiado alto o se mantiene por períodos prolongados de tiempo, puede afectar las conexiones del hipocampo, una estructura asociada a la capacidad de adquirir y memorizar nuevos conocimientos.
Otro factor del estilo de vida que puede protegernos o predisponernos al deterioro cognitivo es el grado de actividad y ejercitación intelectual que tengamos a lo largo de la vida.
Algunos expertos especulan con que el aprendizaje crea una mayor reserva cognitiva de tal forma que toma más tiempo que las células cerebrales sean destruidas.