*Alianza federalista: ¿Texas?

Los mexicanos recordamos aún la experiencia amarga del siglo XIX cuando la disputa de la forma de gobierno, entre federalismo y centralismo, dio paso a la excusa del retiro y pérdida de Texas. Hoy nos vuelve a rondar el fantasma del “separatismo”.

La distribución del presupuesto federal del 2021 advierte el deterioro del federalismo, es “causa formal” del encontronazo entre la Federación con la Alianza federalista; en la realidad los gobernadores se sienten excluidos de la agenda política del presidente, quien a su vez las ha calificado de actitudes electorales.

El debate que raya en el reclamo de diez gobernadores del centro y norte del país, al presidente de la República, sobre la base de exigirle mayor participación en el Presupuesto federal y la impugnación a la estrategia en el combate al Covid-19 bajo la amenaza de revisar (¿retirarse?), del Pacto federal.

El reclamo al presidente se sostiene sobre la base del diferendo entre la aportación de las entidades al ingreso federal y la asignación que obtienen una vez que la Cámara de diputados aprueba su distribución.

El juego de vencidas en apariencia deviene de un argumento simple de los ejecutivos locales, “damos más de lo que recibimos”, el dilema es sumamente riesgoso si acudimos a la experiencia de la mitad del siglo XIX cuando el país perdió Texas y después fue desposeído de la mitad de su territorio.

Se anuncian consultas plebiscitarias sin base de legalidad. En cada estado comenzara a surgir el sentimiento de división y separación, sobre la base de un falso ataque al centralismo simulando ampararse en el federalismo, dando origen a incongruencias: ¿acogerse al amparo de la bandera de las barras y estrellas?, es ingenuo, ¿acaso se olvida el trato a los mexicanos que se quedaron en territorio sustraído?

Del centralismo fiscal que ahora se acusa a la federación, ha sido derivado de la incapacidad misma de las entidades carentes de sistemas de captación de gravámenes, es bien conocido que solo tres entidades federativas poseen los recursos fiscales y el sistema de captación eficiente que permite la solvencia y autonomía.

El sistema de asignación de participaciones y aportaciones con el cual la federación otorga recursos a los estados se realiza con fórmula proporcional y compensatoria, la cual fue aprobada durante el sexenio de Felipe Calderón (2006-2012). Es decir, con olor a PAN.

De acuerdo a estimaciones de la recaudación en los últimos veinte años, la federación recaudó 92 por ciento de todos los ingresos tributarios (federales y estatales), mientras que los estados y municipios juntos sólo 8 por ciento. En contraste, el gasto es cada vez más federalizado. El 54 por ciento de éste lo ejerce el gobierno federal, 38 las entidades federativas y 8 por ciento los municipios. Hay que advertir que solo tres entidades disponen de capacidad recaudatoria, el resto carecen de un sistema eficiente de cobro de impuestos, e incluso uno de sus ingresos, la tenencia vehicular ha sido “congelada” con el afán electorero.

Los diez estados principales aportadores con 85 por ciento reciben alrededor del 50 por ciento mientras que los de menor aportación de alrededor del 3 por ciento elevan su ingreso en niveles aproximados al 20 por ciento.

Desde luego que el sistema fiscal es susceptible de mejorar, comenzando por aumentar su carga fiscal que oscila alrededor del 15 por ciento del PIB, cuando países de la región continental como Brasil o Argentina, rebasan holgadamente niveles del doble. La verdadera reforma es aumentar los ingresos del Estado, aunque, al parecer existe un compromiso de no elevar los impuestos como ha afirmado Andrés Manuel, al inicio de su gobierno, lo cual se vuelve cuesta arriba en la post pandemia.

Los desequilibrios regionales de la aplicación del Presupuesto federal observan el principio de equidad y subsidiaridad que permite que la desigualdad regional no ocasione un colapso de la integración y conservación de la unidad del espacio territorial.

PD. La elección del Presidente de Estados Unidos se realiza esta semana, donde el federalismo territorial y el fiscal son compatibles, un equilibrio no correspondido con el sistema entre el voto popular y el voto electoral, pero si blindado con el poder de adquisición de ciudadanos para adquisición de armas, comercio que se incrementó en estas fechas con resultados inesperados.

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