*Estados Unidos está en alerta de guerra

*Y México tendrá que cumplir los protocolos

El jueves pasado llegó a México el fiscal general de Estados Unidos, William Barr, con el propósito de tratar un asunto de la más alta confidencialidad con el fiscal General de México, Alejandro Gertz Manero, a quien el poderoso vecino del norte ya le da el lugar de autónomo como lo pregona el presidente Andrés Manuel López Obrador.

La versión oficial es que ambos intercambiaron información relacionada con la reciente detención del ex poderoso policía mexicano Genaro García Luna, de quien propios y extraños saben que siempre, durante los 12 años que perteneció a los gabinetes de Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto, tuvo el control total de los narcotraficantes más temibles, incluso por arriba de las fuerzas armadas mexicanas.

Y si esto era del dominio público en los pasillos políticos, militares y policíacos mexicanos, sería muy ingenuo pensar que los sistemas de espionaje e inteligencia norteamericanos estuvieran ajenos a ese sistema de interconexión que ha imperado en este país entre los máximos jerarcas de los gobiernos en turno y los diversos cárteles que operan desde siempre en territorio nacional y allende las fronteras.

Cuestión de recordar o revisar toda la información que circula en las redes sociales y que se encuentra almacenada y abierta al público investigador en los sitios de internet más prestigiados de todos conocidos.

Esto queda totalmente claro y quien no lo asimile así anda perdido o simplemente carece de capacidad de análisis y estará imposibilitado para entender lo que a continuación reseñamos con lógica elemental y hechos que son públicos y abiertos, aunque con segmentos de total secrecía.

Pues bien. La versión oficial del encuentro entre los procuradores generales de México y Estados Unidos señala que acordaron un programa binacional para reducir el tráfico de armas, drogas y recursos financieros de las redes de delincuencia organizada, en tierra, mar, puertos y aeropuertos y coincidieron en la necesidad de tratar a la temible droga conocida como fentanilo como un problema común.

Nada nuevo como para que el alto funcionario norteamericano se trasladara personalmente y de urgencia a dialogar de algo que ya está en práctica y que incluso el gobierno de Donald Trump participa con jugoso presupuesto aprobado por su congreso como parte de la estrategia de combate al crimen organizado que opera en todo el continente americano.

No. Su visita obedeció a la necesidad de obligar a México a que adopte las medidas operativas, seguimiento e inteligencia que puso en operación Estados Unidos a partir del bombardeo en que se enfrascó con el Irán.

Y de acuerdo con los informes confidenciales que logró uno de nuestros sabuesos informativos, los norteamericanos decidieron cambiar la estrategia de enlaces de ese nivel, porque el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, no inspira confianza a los operadores de la inteligencia norteamericana para tratar asuntos de tal magnitud con él, por los protagonismos rutinarios con que maneja el poder político.

Sería muy iluso pensar que Estados Unidos está confiado y desprevenido después de la matanza que aplicó a aquel país del medio oriente. No, sus operadores militares están en alerta máxima, porque conocen la forma de operar de sus enemigos y saben que tienen personas listas para morir haciéndose explotar el cargamento que se pegan al cuerpo para provocar consecuencias de dimensiones catastróficas.

Así las cosas, y cumpliendo todos los protocolos establecidos para cuando ese país se encuentra inmerso en situaciones bélicas, llegó el momento en que México deba cumplir con las letras chiquitas de los acuerdos confidenciales, de los cuales seguramente López Obrador no está enterado y por ello el contacto de seguridad para tratar esos asuntos será el Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero.

El temor fundamental de los norteamericanos es que los terroristas que está habilitando Irán como parte de su anunciada venganza, logren penetrar a México, organizarse en alguna parte del territorio y luego buscar la forma de penetrar a los Estados Unidos para hacer lo que ya demostraron en aquel fatídico ataque a las Torres Gemelas de Nueva York.

De ahí que en días pasados el fiscal general de Estados Unidos planteó al secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard Casaubón, y a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, la necesidad de que utilicen aviones drones del Comando Sur del Pentágono en el operativo contra el cruce de la  #CaravanaMigrante a Tapachula, Chiapas, para lo cual hay disposición de la Organización de las Naciones Unidas, de la Organización de Estados Americanos, entre otras, de seguir de cerca este operativo.

Claro, el pretexto público es la migración que sigue alentando en sus mañaneras el presidente López Obrador, lo que un grupo especial de estrategas norteamericanos está aprovechando para hacer sus filtraciones y desde ahí enviar señales que en el aire recogen los drones para procesarlas en sus laboratorios de espionaje que operan con asombrosa tecnología.

Estados Unidos está en alerta de guerra contra Irán y sus protocolos de defensa están en plena aplicación y México, como parte de ellos, tendrá que cumplirlos, le guste o no, los entienda o no, el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Que quede para la reflexión

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