*Se pudrió la democracia en Estados Unidos

Las imágenes llegan desde todo el mundo: barreras de metal, policía vestida para combate, cañones de agua contra protestantes, balas de goma, gases con efectos perniciosos. 

Francia, Argentina, México, Israel, Estados Unidos. Tal vez la diferencia sea el nivel de brutalidad policiaca usada contra los que protestan, porque el poder, los gobernantes, se atrincheraron detrás de las fuerzas del “orden” que se suponía defenderían a la sociedad de aquellos que violan la ley, para defender a los poderosos de la rabia generada por el hastío social.

La furia social se genera por malos gobiernos, malas decisiones, políticos que se aferran al poder por cualquier medio y no dudan en distorsionar la naturaleza de las instituciones públicas con tal de satisfacer sus ambiciones, para las que la corrupción no es cosa ajena. 

Si una parte de la sociedad protesta por la globalización y como afecta a comunidades locales, la atacan con gases. Si la sociedad protesta por la violencia policíaca, con balas de goma. Si es contra la corrupción gubernamental hay que bañarlos con chorros de agua a presión. Todo tiene un límite y este lo establecen los políticos.

Estados Unidos logró desplazar la influencia militar europea en América Latina e impuso la noción ideológica de que había que derrotar al comunismo a toda costa, acompañada de una doctrina militar que implicaba quitar a los civiles si no podían controlar la “paz”, sin importar si esa paz se había perturbado por la intervención de Estados Unidos o de miembros de las élites que veían peligrar sus privilegios.

De ahí una serie de golpes de Estado y la práctica masiva de tortura para derrotar a los “enemigos” del sistema, una impunidad garantizada por las armas. 

Las crisis sociales propiciadas por esa doctrina marcaron la historia de países como Argentina, Brasil, Uruguay, etc., que perdieron una generación de pensadores, jóvenes inteligentes y educados que hubieran sostenido un desarrollo económico, social y político propio. Hoy viven inmersas en el duelo y la furia por la impunidad. En Argentina siguen buscando a los hijos arrancados por los militares a las víctimas de tortura.

De esa doctrina viene la noción de tensar el ambiente, provocar turbulencias, inestabilidad, sea propiciando cacerolazos o entrenando grupos paramilitares asociados a criminales, o protegiendo a criminales como ha hecho la CIA con grupos de narcotraficantes. Se creaba el clima propicio para reprimir masivamente y eliminar a los “enemigos”.

Hoy la doctrina reaparece en las calles de Estados Unidos. Trump agita las aguas y cancela las vías democráticas de expresión.

El gobierno estadounidense envía fuerzas federales a ciudades y estados gobernados por demócratas para provocar turbulencia local. Descomponen los arreglos locales para el manejo de protestas y agreden abiertamente a quienes protestan contra la violencia racial.

Esto de por sí es grave, pero más porque sucede justo en la coyuntura de las elecciones. Trump buscaría perturbar las elecciones al verse perdido electoralmente.

En lo más fuerte de la inestabilidad escuchamos el llamado al uso de mano dura, a consolidar el manejo brutal de la inestabilidad, reforzando los factores que la crearon, buscando como meta atenazar los ánimos y aspiraciones de libertad societaria.

La protesta ha quedado fuera de las libertades. Las élites se han abrogado la prerrogativa a decidir que tipo de libertad está disponible para la sociedad y cada día son menos esas libertades. 

Las élites arruinaron la democracia y oprimen en nombre de ella. Pretenden que ellos son el pueblo, redefiniendo el concepto: La democracia es el gobierno de las élites, por las élites, para las élites. Generan la ilusión de que actúan dentro de los marcos constitucionales. Con la ley en la mano. Que lo hacen por el bien de todos los demás. Y cuando los otros muestran descontento son gaseados, reprimidos, balaceados, bañados a presión en nombre de la democracia que ya no es un sistema de ellos.

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