*La guerra de los datos

La frase de Abraham Lincoln: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Cabe perfectamente cuando se habla de información distorsionada, y más ahora en los tiempos de la infodemia, la “posverdad” y “los otros datos” que nunca se muestran y solo descalifican a quien los presume.

Recordemos que el término “infodemia” fue utilizado por primera vez, nada menos que en la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), “para referirse a la desinformación en temas relacionados con la medicina. Este tipo de prácticas que consiste en difundir datos falsos ha adquirido mayor relevancia luego de que el coronavirus haya sido declarado pandemia el pasado 11 de marzo” (2020).

Y en efecto, desde que inició la difusión exagerada de declaraciones de médicos, políticos, laboratorios farmacéuticos, académicos de toda laya, y Jefes de Estado,  así como todo tipo de personajes conocedores o no del tema, fue que desde la propia OMS instaron públicamente a las personas a ser más selectivas en su exposición a las informaciones relacionadas con la pandemia,  para evitar caer en recomendaciones irresponsables y adquirir remedios o medicamentos supuestamente auxiliares para el combate del virus.

No podemos olvidar que fue el propio presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, quien andaba recomendado tan frecuente como irresponsablemente el uso de hidroxicloroquina, hasta que tuvo que ser internado en un hospital cuando dio positivo al virus en noviembre de 2020, y por supuesto que en el tratamiento que le aplicaron jamás se incluyó la substancia referida. Sin embargo, varios cientos de americanos llegaron a los hospitales con graves cuadros de la enfermedad por andar siguiendo los consejos presidenciales. 

En México obviamente no podíamos quedarnos atrás en cuanto a charlatanerías, supercherías, invocaciones religiosas y hasta chamanes participaron en la fiesta de la desinformación anunciando y recomendando cuánto remedio, pócima o producto extraño les venía a la cabeza.

Y no sólo eso, recordemos a más de un año de distancia que primero tuvimos la negación de la enfermedad, alegando que la genética mexicana nos hacía muy resistentes a ese tipo de bichos, que era solamente una enfermedad que le daba a las personas adineradas o viajeros frecuentes al extranjero.  Que no era necesario el uso del cubrebocas y mucho menos aislarse en su casa, porque se provocaba una disminución de la actividad económica, que afectaba a restaurantes, hoteles y otros sectores.

 En la Presidencia no se dudó en subir varios videos de AMLO comiendo en restaurantes y fondas, donde recomendaba al auditorio asistir en familia a comer y reunirse, siempre sin usar el tapabocas del cual hasta la fecha siempre ha renegado y se ha negado a usarlo pese a que también dio positivo a Covid 19 en enero de este año, y el pasado mes de julio anunció que su hijo de 14 años también había dado positivo a la enfermedad y que no hubo problema de contagios entre ellos.

En pocas palabras, de los otros datos pasamos a la “otra realidad”, donde lo que se dice a nivel particular, a nivel de opinión personal se pretende convertir en una especie de remedio popular sin importar las consecuencias en que esa falta de seriedad pueda generar.

Para ejemplificar lo que decimos, referiremos que según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE, 2020) en México se registraron 30.27 millones de delitos declarados… declarados por la población mayor de 18 años. Pero de esa suma un 92.4% de los delitos no fueron denunciados, lo que técnicamente han dado en llamar la cifra negra, que engloba los delitos que se cometen y no se denuncian, pero también todos aquellos delitos que no son siquiera declarados por las víctimas, sobre todo en el ámbito de la violencia sexual o la violencia intrafamiliar. ( https://www.excelsior.com.mx/opinion/mario-luis-fuentes/la-cifra-negra/1462058)

Pero lo terrible del asunto es que si no se cuenta con información sistemática, rigurosa, confiable y metodológicamente utilizada, se corre el riesgo no solo de equivocarse constantemente, sino de impedir que se compliquen los problemas que tarde o temprano nos pasarán la factura, pues en una sociedad tan dinámica y tan compleja como la nuestra, no se puede apostar a la inercia o creer que el tiempo resolverá los problemas.

Otro caso que ejemplifica muy bien las consecuencias de la falta de información adecuada para la toma de decisiones es el relativo a las defunciones que han ocurrido a lo largo de la epidemia, en donde las cifras nomás no cuadran. Hasta el 3 de agosto de 2021, la cifra oficial de fallecidos por covid-19 es de poco más de 241 mil, mientras que la propia Secretaría de Salud estimó al 5 de julio de este año, un total de 353 mil 858 defunciones asociadas a covid-19… Una variación de casi 46%... Y aquí es donde la pregunta se vuelve dramática, ¿cuál es la cifra correcta, basados en qué se estimarán los presupuestos, contrataciones, suministros y demás elementos para atender un fenómeno tan grave como el que estamos viviendo? y que lejos de retroceder se ha agravado a un nivel igual o superior que en sus etapas anteriores, cuando ni siquiera existían las vacunas.

Pero mientras las autoridades siguen con su guerra de cifras y datos, dudando sobre ¿qué acciones deberán tomar para remediar las demandas de una sociedad que ya ha manifestado su hartazgo frente a la incompetencia del sistema de salud, la falta de abasto de medicamentos, de equipos especializados y personal especializado y bien pagado, así como de la ola de violencia incontenible que se sufre desde hace 3 años?

En tanto, en el Congreso de la Unión, siguen con especial acuciosidad la conveniencia de que en México la policía quede bajo mando militar, después de los resultados obtenidos hasta hoy.

Parece que la única frase que viene a cuento es: “Y la muerte hizo su trabajo” que en latín se dice: “Fecerunt autem mors eius officium”.

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