Migración: La historia interminable (IV y último)

Como ya vimos la migración México-EE.UU. a lo largo de los siglos ha pasado de ser un fenómeno común de trabajo a una necesidad fundamental de desarrollo, para luego convertirse en un acuerdo de beneficio mutuo y luego en una actividad criminal, para  posteriormente una actividad terrorista y ahora una crisis humanitaria, sin solución en el mediano plazo.

Después del 11 de septiembre de 2001, la migración adquirió la calidad de (posible) actividad terrorista. Los políticos americanos vociferaron por cerrar las fronteras y endurecer las medidas migratorias a fin de que junto con los trabajadores, los terroristas no entraran cómodamente caminando por las fronteras como ya lo habían hecho por los aeropuertos.

Así pues, en esta revisión a vuelo de pájaro hemos comprobado con la ayuda de estudios, reportes oficiales, programas binacionales, políticas surgidas de desgracias humanas o catástrofes naturales, como la migración siempre es un elemento fundamental para reforzar los proyectos o promesas de los políticos ya sea para una campaña electoral (Trump), o para re-afianzar políticas de estado como fue el caso de las Torres Gemelas (Bush). Pero esas desgracias naturales o  bélicas en centro y sud América, sean huracanes, golpes de estado, actividades guerrilleras o enfrentamientos militares, tienen repercusiones inmediatas en los flujos migratorios hacia México y los Estados Unidos. Tan solo “entre 2014 y 2019, el número de solicitudes de asilo registradas en México aumentó de 2137 a 70.302, un incremento de más del 3000%”(https://news.un.org./es/story/2021/04/ 1490802).

México tradicionalmente solucionaba sus problemas económicos recurriendo invariablemente a tres remedios de emergencia; el petróleo (PEMEX, que llegó a representar el 40% del presupuesto nacional), la informalidad y la migración.

 Ahora con la desastrosa situación de la industria petrolera mexicana (y las absurdas medidas que se están tomando para desconocer los contratos internacionales) esa opción está cancelada y lejos de aportar recursos los consume y desperdicia de manera ofensiva. En lo que hace a la informalidad, con las quiebras o cierres provocados por la pandemia y la falta de apoyos a las empresas, el panorama también es espeluznante y solo nos queda la migración, que como ya sabemos reviste riesgos de muerte y explotación, lo que no ha impedido que los migrantes envíen a sus mujeres e hijos pequeños solos, con la esperanza de poder  reunirse del otro lado de la línea.

Bajo ningún pretexto pretendo ser injusto o mal agradecido con la ínclita, bondadosa y genuina generosidad de la labor con que cientos de organizaciones civiles, religiosas, estudiantiles, filantrópicas, universitarias, comunitarias, de residentes y muchas más auxilian a cientos, sino es que a miles de migrantes provenientes desde los alejados confines de la tierra consiguiéndoles dinero, alimentos, servicios médicos, atención psicológica, localización de amigos y familiares, bolsas de empleo, servicios y asesorías legales. Mi respeto y reconocimiento a todas ellas.

LAS CIFRAS  DE LA INDOLENCIA

 Sin embargo, existen oficinas dependientes del Department of HomeLand Security, Departamento de Seguridad Interna (DHS) como el ICE (Inmigración y Control de Aduanas), la tristemente célebre Border Patrol (Patrulla Fronteriza),  la DRO (Oficina de Operaciones para Detención y Remoción) la cual detiene y deporta cerca de 19 mil extranjeros cada año; la CBP (Aduanas y Protección de Fronteras); el USCIS (Servicios de Inmigración y Ciudadanía de los Estados Unidos) todos esas oficinas mejor conocidas como la “migra” y muchas otras más dedicadas específicamente a perseguir y expulsar migrantes, vengan de donde vengan.

Para no ir más lejos, y no repetir lo que año con año se repite sin que nada pase -salvo que suceda una desgracia o aparezcan imágenes desgarradoras en la televisión-, les diré que entre el año 2000 y el 2010, los adultos o menores pasaron de 267 mil a casi 826 mil deportados, que son cantidades enormes y más tratándose de seres humanos. Durante el año fiscal octubre de 2019 a julio de 2020, fueron deportados 181,900 mexicanos, entre ellos 10,544 menores. En el año fiscal anterior llegaron a 166,818, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP)* y así podríamos seguir “ad nauseam”.

Desgraciadamente los buenos deseos de Jorge Ramos o de Andrés López Obrador para que EE.UU. autorice de 800 mil a dos millones de trabajadores cada año, no deja de ser una fantasía bien intencionada o como dice el ex embajador Christopher Landau: “La migración como le gusta decir a nuestro gobierno, debe ser segura, legal y ordenada. Ahora actuemos como si realmente lo dijéramos en serio”

*Aguilar Rubén. Animal Político, sept 19, 2020

Save
Cookies user preferences
We use cookies to ensure you to get the best experience on our website. If you decline the use of cookies, this website may not function as expected.
Accept all
Decline all
Analytics
Tools used to analyze the data to measure the effectiveness of a website and to understand how it works.
Google Analytics
Accept
Decline
Unknown
Unknown
Accept
Decline