*Día de Muertos, costumbre apegada a los mexicanos

Como sabemos, nuestro calendario se encuentra plagado de fechas que marcan la celebración de distintos acontecimientos, los que por costumbre se festejan sin importar que algunos sean designados por la República o la Iglesia.

Más existen otros que son patrimonio de las comunidades, gremios y familias, como es la celebración del Día de Muertos, en donde el advenimiento de lo insólito importa más que el gasto económico que representa un cumplimiento moral.

En el festejo de Día de Muertos, costumbre apegada en la comunidad mexicana, se enfrenta al reto de lo desconocido y por medio de ofrendas y oraciones se trata de calmar el deseo permanente de los muertos por quererle ganar la partida a la vida; el pensamiento mágico existente en la cultura mexicana, se hace presente en esta fiesta y el reto o lo desconocido se engrandece cuando en colectividad se manifiesta.

Y claro que la burla, la risa y lo sacramental, conducciones de los vivos, refleja el temor que sentimos por no ser clientes de la siriaca, porque ante ella, sabemos que nuestra vida se desmorona, cambiará y desaparecerá de este espacio terrenal, y no hay quien se salve.

El agravio que nos provocará la muerte, decimos, conducirá al llamado limbo a nuestro espíritu, donde únicamente el pensamiento mágico le devolverá a la claridad la luz.

La muerte, patrimonio personal e intransferible, generación tras generación, recae como un peso en cada uno de nosotros y provoca el cambio hipócrita de nuestra conducta al quererle ganar tiempo y buscamos no ser sorprendidos, una simple utopía.

Y si bien nuestro lenguaje está constituido en enunciados como “El que bien obra, bien le va”, “Al que obra mal, mal le va” “Lo que se hace por amor, está más allá del bien y del mal”, “Haz el bien, sin mirar a quién”, “La verdadera felicidad consiste en hacer el bien”, son frases en las que nos cobijamos conforme avanza nuestra vida, ante la presencia innegable y constante de la muerte, y así esperar nuestro final material de buena manera.

El tiempo de nuestra vida se ve obstaculizado en tiempo y espacio por la muerte, su llegada como siempre, es inesperada, pero está en el pensamiento consciente de los individuos a todo momento.

Mas estudios de psicoanálisis señalan que inconscientemente el mismo humano se encamina al encuentro con la muerte, cuando por medio del alcohol, drogas, cigarros y ayunos, etc., busca el relajamiento y la liberación de las tensiones como un acto instintivo de autodestruirse.

Y agregan los estudiosos de la mente humana, que ese instinto es en su mayoría modificado por influencia externa que no nace en una etapa primaria como es la vida de un recién nacido. Los impulsos agresivos no son originalmente en un fin instintivo en sí mismo, sino es una manera que a veces adopta la pugna por fines instintivos en respuesta a las frustraciones.

La muerte espectro traicionero camina con nosotros, casi de la mano, sin que su presencia nos moleste u hostigue, sólo en el proceso del “rictus mortis” se dice que sentimos su abrazo, y se dice que algunos la ven.

Y hablamos con ella sin que signifique un diálogo porque no hay respuestas, es muda, pero ese monólogo desaparece, mágicamente, cuando creemos en la presencia de un posible escucha.

La condena es de antemano para todo el que nace, para quien vive, pero no nos achicamos ante este hecho. El ámbito religioso, sobre todo si es cristiano, nos otorga la esperanza de pensar que después de la muerte llegaremos a otra vida, la divina, la espiritual, la otra dimensión, como una prolongación del anterior estado, donde ya no existirá la otra cara de la moneda, no más muerte, si la vida eterna.

A pesar de los temores y la indiferencia guardada hacia la muerte, aceptada entre nosotros los mexicanos, la mimamos, la coqueteamos, los festejos son para ello, sin que signifique o simbolice una entrega, aunque esto es inevitable.

Las ofrendas que enriquecen las mesas y las tumbas, las hemos adoptado como un medio de intercomunicación hacia lo desconocido a lo inmaterial, al más allá.

La burla y el reto a la muerte, humor popular mexicano, se ilustra con la creación de las famosas “calaveras”; estrofas rítmicas y bien rimadas con atinada dedicación; muñecos de cartón con la imagen de la huesuda con rostro de alegría; calaveritas de dulce con nombres propios: Miguel, Salvador, Alejandro, Rafael, Blanca, Arturo, Laura, Juana, Raúl, Damián, Fernando, Sofía, Manuel, Elsa, Rogelio, Sandra, Alfredo, Eduardo, Angélica, Rocío, Marta, Alicia, Elizabeth, Rosalba, etc.; elaboración de panes y bizcochos en forma de huesos; hasta las puesta de escena donde el mal trato a la muerte es lo que importa.

“La Catrina”, es un grabado en metal publicado en 1873, una ilustración original del grabador y caricaturista mexicano José Guadalupe Posada (1852-1913) en la cual es representada la imagen de una calavera ataviada con un sombrero de plumas a la moda europea de entonces.

“La Catrina” es uno de los símbolos que más representa a México en las festividades del Día de Muertos, y ese es su nombre popular.  Su origen data en el año de 1912, con el fin de burlarse de las clases sociales de la época, pero su nombre original es “Calavera Garbancera”, el cual hace referencia a la gente que vendía garbanza; aquella que teniendo sangre indígena pretendía ser europea (española o francesa) y renegaba de su propia raza, herencia y cultura. Y originalmente la calavera no está vestida, representando la pobreza del pueblo, y el sombrero con plumas, mostraba un estatus social mentiroso que ocultaba las raíces de aquellas mujeres.

José Guadalupe Posada, artista mexicano, originario de Aguascalientes, plasma en su obra un sinfín de figuras y líneas en forma innovadora para sintetizar la conducta de la comunidad frente a la muerte.

El mexicano, sobre todo, el 2 de noviembre, se refugia en lo mágico para protegerse, buscando su eternidad. La muerte le sonríe, le muestra sus mazorcas confirmándole su fiel compañía en el viaje al más allá, a lo inimaginable, a lo cósmico. Viaje, que está sobrado de inseguridad y miedo por lo desconocido, pero que a través de los sobrenatural, el mexicano, el humano, sabe que podrá tener contacto con el presente, con los suyos.

Alguien dijo, hay que vivir intensamente, cierto, y afirmo, porque tenemos que entender sobremanera, que pasaremos más tiempo muertos que vivos. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

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