*Yo soy mujer, pero no de esas

No hay reivindicaciones o lucha de género que justifique la manera violenta y la agresión. Mientras haya espacios de comunicación, tradicionales o de la red, que se regodeen presentando estos hechos, están haciendo una apología que la niñez está imitando.

Resulta sospechoso que desde la toma de posesión de un nuevo gobierno que ha “golpeado” la economía de unos cuantos, poderosos casi todos ellos, se vienen dando eventos difíciles de sortear que parece que buscan confrontarnos de una vez por todas.

Los actos legaloides contra el aeropuerto de Santa Lucía que decidió el nuevo gobierno, la gasolina, el huachicol y los ductos tramposos, las calificadoras de gran reputación internacional que al saqueo del pasado jamás descalificaron, las pandillas del narcotráfico que políticos del pasado dejaron debidamente instaladas en el país.

A este breve y somero recuento hemos de agregar la exigencia de que urgen controles y cambios prometidos y que en unos cuantos meses deben erradicar lo generado en tres décadas.

Al ver la fuerza con la que las “mujeres uniformadas” con enorme saña y debidamente armadas, es definitivo señalar qué hay mucho dinero pagando a estas “delicadas damiselas” los violentos actos que están a la espera de un encontronazo con policías, aunque sean mujeres para “victimizarse” ellas y a su causa.

Yo soy mujer, pero no de esas. Un noticiero de televisión abierta dedicó más del 50 por ciento de su tiempo en lugar de reconocer que ha defendido a delincuentes de la calaña de Ahumada o Robles. Para todo, ellos y yo, hablamos a diario de lo que es ilegal y de lo que es inmoral.

En el pasado casi todo era ilegal e inmoral. Hoy, cuando todo lo que intenta hacer una nueva forma de gobernar tratando de imponer la legalidad y medio lográndolo, los disque líderes de opinión juzgan que son inmorales y faltos de ética. No me gustan los discursos de AMLO pero mucho menos el trabajo de los periodistas tradicionales.

Es horrible estar buscando permanentemente el negrito en el arroz. Si hay que pelear para conquistar el respeto y trato digno que nos merecemos las mujeres, hagámoslo con el poder de las ideas y las palabras y no con la violencia y la destrucción de los bárbaros y salvajes seres humanos que en el tercer milenio aún hacen doloroso acto de presencia.

*Columna tomada de Facebock