Con la detención de Ismael “El Mayo” Zambada García y Joaquín Guzmán López por las autoridades de Estados Unidos, se está enviando el mensaje de que en México se acabaron los “abrazos, no balazos” que decretó Andrés Manuel López Obardor desde el momento mismo que llegó a la Presidencia de la República.

Además, una vez que el procurador del vecino país del norte confirmó la detención de estos dos temibles capos mexicanos, pasarán a disposición de los investigadores norteamericanos y de ahora en adelante se interpretará como posible acción concertada entre ambos gobiernos, o de plano una actuación planeada y ejecutada solo por los gringos, sin tomar en cuenta al presidente López Obrador, como señal de despedida.

Con ello se propagará el entendible propósito de iniciar nuevo capítulo de todo lo relacionado con el tráfico de fentanilo y armamento, pero encabezado por la candidata presidencial electa Claudia Sheinbaum Pardo, en México, y quien gane las elecciones en Estados Unidos, Donald Trump o Kamala Harris, porque a partir de este momento López Obrador pasa a segundo plano oficial.

De todo el mundillo político es sabido que este asunto del tráfico de drogas hacia el vecino del norte y el contrabando de armas que entra a México procedente de esa nación, involucra a pesonajes de los más altos niveles de la política, empresariales y milicias, con ramificaciones internacionales que representan toneladas de dinero.

Casi nada de lo anterior es secreto, salvo las operaciones que se construyen en estricta confidencia, no por temor a las autoridades de los gobiernos, sino a las mafias que se dejan florecer y les facilitan su fortalecimiento con maniobras sangrientas y otras acciones de brutal control social entre grupos vulnerables.

El todavía presidente Andrés Manuel López Obrador jugó a la política con Estados Unidos como si estuviera en ligas menores, lo que a la postre colmó los ánimos del entonces presidente Donald Trump, quien estuvo a punto de cometer actos de barbarie en territorio mexicano, pues tenía todo el apoyo de su ejército y las agencias de inteligencia y combate a las drogas.

Pero la llegada de Joe Biden a la presidencia de Estados Unidos frenó todos los eventos programados para el combate definitivo contra los grupos criminales que operan en México, pues su pensamiento senil no ayudó mucho a los poderosos grupos de ese país que se sienten agraviados con el trato verbal que les aplicó López Obrador durante todo su sexenio.

Y a mayor abundamiento, este episodio de la dedtención de los capos se suma al reciente atentado que sufrió el ahora nuevamente candidato presidencial del partido Republicano, Donald Trump, lo que aceleró el enojo de este político norteamericano que tiene posibilidades claras de ganar las elecciones de su país en noviembre próximo, y seguir su campaña contra el gobierno mexicano.

De esto ya dio un adelanto en días pasados en declaraciones a un noticiero de la televisión norteamericana, lo que fortalece el escenario de que en todo esto hay algo para ayudar a la próxima presidenta de México Claudia Sheinbaum con López Obrador ausente.

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