La obesidad infantil en nuestro país es un problema grave de salud pública. Según datos de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2016 tres de cada diez niños y cuatro de cada diez adolescentes sufren de sobrepeso y obesidad.

Ante esta situación, los especialistas en salud recomiendan una nutrición adecuada en etapas tempranas de la vida, evitando fórmulas lácteas que podrían predisponer a los infantes a la obesidad. Por ello, la Organización Mundial de la Salud aconsejan que los niños sean amantados desde el nacimiento exclusivamente con leche materna, al menos hasta los seis meses de edad y si es posible hasta los dos años.

“La leche materna brinda muchos beneficios al recién nacido y a la madre; sin embargo, cuando las mujeres tienen sobrepeso u obesidad, algunas hormonas se encuentran en cantidades diferentes a las observadas en mujeres con peso normal y se ha reportado que estas modificaciones podrían influir en el crecimiento de los recién nacidos y que incluso los puede predisponer a desarrollar sobrepeso u obesidad en etapas posteriores de la vida”, sostuvo la investigadora Maricela Cruz Rodríguez, de la Unidad de Investigación Médica en Nutrición (UIMN) del Centro Médico Nacional Siglo XXI del IMSS.

En entrevista para la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), la especialista aclaró que el mensaje no es “dejar de amamantar”, sino tratar de mantener un peso ideal antes, durante y después el embarazo con una alimentación y nutrición balanceada.

México es el país donde se concentran más jóvenes obesos del mundo y de acuerdo con el Instituto Nacional de Salud Pública, en la dieta de los niños y adolescentes mexicanos entre 5 y 15 años predomina el alto consumo de azúcares y grasa, dando como resultado que nuestro país tenga el mayor porcentaje de obesos de estos grupos de edad.

Embarazos con sobrepeso y obesidad

Cruz Rodríguez explicó que el problema para los infantes empieza incluso antes de nacer, pues la prevalencia de obesidad en el grupo de mujeres que se encuentran en edad reproductiva —de 20 a 49 años— se duplicó entre 1988 y 2016. Más del 50% de las mujeres entre 20 y 29 años está entre la combinación de sobrepeso y obesidad y esta cifra aumenta hasta un 75% en mujeres de 30 a 39 años.

Cuando una mujer con estos problemas de salud se embaraza, durante la gestación puede presentar diferentes complicaciones que involucren también al feto, ya que se puede producir diabetes gestacional, preeclampsia, macrosomía fetal, riesgo de infarto por cesárea, etcétera. Estas complicaciones no se resuelven con el parto, pueden continuar en etapas postnatales poniendo en riesgo la salud del infante.

La leche materna

Los principales componentes de la leche materna son: agua (87% del total), proteínas, hidratos de carbono, lípidos (principalmente triglicéridos y colesterol) minerales y vitaminas. También contiene hormonas, enzimas, bacterias y células propias de la madre como neutrófilos, macrófagos, linfocitos T, células natural killer y células epiteliales. Durante la lactancia se producen diferentes tipos de leche como calostro, que se sintetiza en los primeros 7 días posparto, leche de transición, que se produce entre los días 7 al 15 después del parto y leche madura sintetizada después del día 15 posparto.

La científica de la UIMN informó que la leche materna contiene una gran cantidad de hormonas y factores de crecimiento que determinan el desarrollo de los recién nacidos. Considerando la alta prevalencia de obesidad en mujeres en edad reproductiva en nuestro país, es posible que la síntesis y secreción de dichas hormonas se modifique en estas mujeres. Sin embargo, hace falta investigación que demuestre consistentemente si el estado nutricio de la madre (como la obesidad) tiene un efecto en la secreción de hormonas anorexigénicas (que suprimen el apetito) y hormonas orexigénicas (activan el apetito) en la leche y que como resultado pueden tener un efecto en el desarrollo del infante. Aunque existen algunos acercamientos al respecto, aún no se ha dilucidado totalmente la correlación entre el estado de nutrición de las madres, la cantidad de ciertas hormonas (anorexigénicas y orexigénicas) en la leche y su efecto en los infantes.

“Por ejemplo, algunas evidencias demuestran que el aporte de leptina presente en la leche materna ayuda a regular la ganancia de peso durante la infancia y, por tanto, confirma la hipótesis del papel de la alimentación materna en la reducción del riesgo de obesidad en niños”, apuntó Maricela Cruz.

En nuestras investigaciones hemos evaluado hormonas anoxigénicas como la insulina, leptina, obestatina y adiponectina, y hormonas orexigénicas como la grelina y resistina. Nosotros decidimos estudiar estas hormonas porque la evidencia científica reportada hasta el momento sugiere que éstas podrían regular el crecimiento y desarrollo neonatal del infante, además de regular el control del apetito en etapas posteriores de la vida, programar la ingesta de alimento y la regulación de la composición corporal.

Los resultados que se tienen hasta el momento corresponden a la tesis de doctorado de la maestra en ciencias Amellali Badillo Suárez (próxima a enviarse para su publicación) y demuestran que la concentración de insulina y del factor de crecimiento IGF-1 es mayor en la leche (de transición y madura) de mujeres obesas en comparación con la que se encuentra en la leche de mujeres con peso normal. En el caso de la obestatina, la concentración de esta hormona tanto en suero como en la leche es menor en mujeres obesas que la observada en mujeres con peso normal.

También se ha observado, continuó la investigadora, que la cantidad de insulina, el factor de crecimiento IGF-1 y obestatina se encuentran en mayor concentración en la leche respecto a la que se halla encuentra en circulación, tanto de mujeres con peso normal como las obesas.

Hasta el momento, los resultados de nuestra investigación demuestran que la masa grasa de las mujeres tiene un efecto sobre la secreción de las hormonas que se analizaron. Por ejemplo, si la masa grasa aumenta, también se incrementa la secreción de insulina y de IGF-1 en el suero y en la leche. Por el contrario, en el caso de la obestatina se observa que, si aumenta la masa grasa de las madres, disminuye la cantidad de esta hormona en el suero y en la leche, por tanto, esta hormona tiene un efecto anorexigénica, es decir suprime el apetito.

Aunque resulta de interés y relevancia toda esta información, se considera prematuro concebir una causalidad o hacer conclusiones anticipadas. Donde hay un poco más de evidencia es en el factor de crecimiento IGF-1 e insulina, se ha visto que existe una asociación directa entre la concentración de estas hormonas con una mayor ganancia de peso y del crecimiento en el infante.

“Por ello, insisto en que es importante realizar investigaciones enfocadas a identificar el papel de estas hormonas que se secretan en la leche sobre el desarrollo del infante. Mientras tanto, es importante fomentar un control alimenticio y mantener un peso adecuado, principalmente en aquellas mujeres con sobrepeso u obesidad que tienen planeado embarazarse” recomendó la doctora Maricela Cruz Rodríguez.

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