Por Raúl Gálvez Alcantar

Andrés Manuel López Obrador designó al general Luis Crescencio Sandoval González para dirigir la Secretaría de la Defensa Nacional, dando fin aparente a la disputa que sostuvo con el actual titular, el general Cienfuegos.

Para los que se preguntan: ¿por qué escogió al general Sandoval por encima de los demás, a un año de haber ascendido al grado máximo de General de División?

La respuesta, desde mi perspectiva es muy simple. El general Sandoval González es el hombre que más confianza generó dentro del equipo de asesores militares que aconseja al presidente. Fueron ellos quienes le hablaron de los grupos de poder que existen al interior del gremio militar y como se reparten los cargos cada sexenio, protegiéndose así la espalda unos a otros.

El razonamiento fue correcto. En principio, cumplió con los requisitos que se exigen legalmente a cualquier militar para ser el titular de dicha dependencia en México.

El general Cienfuegos pensó imponer a su sucesor por uno de los generales del grupo de poder de la plana mayor. Cuando los militares quieren participar en política, les es difícil. Están acostumbrados

a mandar y que, a su vez, su voz sea obedecida. Les gusta dictar las reglas del juego y los lineamientos a seguir.

Pero en este caso, su contraparte los engañó. Pensaron que

lograrían enredar al político dentro del juego militar. Nunca pensaron que el presidente electo contaría con un grupo de asesores con suma experiencia como los generales Audomaro Martínez Zapata y José Francisco Gallardo Rodríguez.

Fueron ellos quienes le explicaron las reglas del juego y, gracias a esto, logró actuar de forma veloz y contundente dejando sin oportunidad de reaccionar ni al grupo de poder dentro de la Defensa Nacional.

Para aquellos que se preguntan de dónde pudo haber nacido el interés del presidente electo Andrés Manuel López Obrador por el general Luis Crescencio Sandoval González, la palabra clave es: Tabasco, su tierra natal. Lugar en donde coincidieron, por un lado, el general Sandoval como comandante de la 30 zona militar y, por el otro, el general Audomaro Zapata como Director de Seguridad Pública del Estado. Ambos provienen del Arma de Caballería y, a su decir, son

orgullosos dragones, sobrenombre que se utiliza al interior del gremio militar.

Es sabido que no pertenecen al grupo de poder del actual secretario de la Defensa Nacional. Más allá de toda esta trama de poder dentro de la SEDENA, nos encontramos ante el vacío de poder que deja la figura del presidente Enrique Peña Nieto.

El general Salvador Cienfuegos entró al quite tratando de figurar como contrapeso en el juego político de la sucesión, sin haber advertido que por lo menos dos millones de los votos que obtuvo López Obrador, provienen del gremio militar.

A continuación, explico mis razones.

El medio militar no es exclusivamente el personal que se encuentra en activo. Son también todos aquellos que causaron baja, desertaron, se

retiraron o fallecieron, pero que siempre mantuvieron una relación con las Fuerzas Armadas y las cuales, en su conjunto, superan los tres millones de votantes.

Ellos, como la mayoría de la población que ejerció su voto, buscaban un cambio que debía ser radical después de haber vivido un sexenio que se caracterizó por el exceso de carga de trabajo sobre el personal,

el poco salario percibido, el nulo apoyo por parte de sus superiores, el raquítico aumento equivalente a mil pesos para el personal de tropa durante todo el sexenio, los malos servicios médicos ofrecidos a los militares y sus familias.

Lo anterior, solo por mencionar solo algunas deficiencias. La realidad es que se generó un gran desgaste ante el actual titular de la secretaría y se fue creando, poco a poco, un grupo entre el personal militar retirado que se opuso abiertamente al secretario y apoyó abiertamente al candidato López Obrador.

Este grupo fue liderado por Carmelo Terán Montero, General de División retirado altamente respetado por el personal en activo, por su calidad como persona y liderazgo de comandante. Esta situación generó una aceptación sobre el candidato opositor al régimen y creó una muy alta expectativa sobre el futuro de las Fuerzas Armadas.

Todos los factores antes mencionados han hecho que la SEDENA pueda ser comparable a una olla de presión a punto de explotar. Los grupos de lucha pro-derechos humanos estarán atentos a todas aquellas acciones que los soldados realicen para señalar cualquier error o exceso por parte del personal. Estos excesos y errores serán atribuibles, únicamente, al presidente cuando electo ya esté en funciones y, por tanto, será el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.

Esta clase de presión es a la que será sometido el nuevo titular, quien tendrá a todos los generales pertenecientes al grupo de poder que se va, tratando de crear especulaciones y meneándole la silla con la única finalidad de entrar al relevo en caso de ser necesario.

Lo sabe el presidente electo, lo sé yo y ahora ustedes.