*Emula políticas públicas paternalistas

El pasado domingo 27 de noviembre, el presidente López Obrador caracterizó su modelo de gobierno como humanismo mexicano.

Esta doctrina a la que se apega el presidente no es otra cosa más que generar políticas públicas paternalistas, que aminoren las deficiencias del mercado en aquellos sectores menos favorecidos y mantenerlos con subsidios, y que no escalan económicamente y tampoco se beneficien del usufructo del trabajo colectivo de la sociedad.

El modelo económico en el cual se basa este humanismo es el neoliberalismo donde sí hay libertad de expresión, libertad de movilización, libertad de prensa, defensa parcial o interesada en los derechos humanos, política económica donde el mercado se impone y sólo administra el gobierno, permite la libre circulación de mercancías los ajustes propios que la mano invisible puede hacer del propio mercado

Esta concepción que nos plantea el presidente es una interpretación más humana, más racional, menos agresiva del capitalismo salvaje que promueve la libertad individual y entrega migajas al colectivo social, desdeña la cultura, la ciencia, y la tecnología y apuesta por recuperar los valores humanistas de una sociedad y su cultura, sus tradiciones bajo el marco de la protección del gobierno, pero no plantea política económica, social y cultural de Estado, de inclusión social, sino que mantienen los pobres siendo pobres, las clases medias bajando a ser clases pobres y la oligarquía nacional intacta.

Es una visión completamente nacionalista, sin plantearse tampoco una visión de donde está ubicado México con respecto al resto del mundo y desde su posición querer dictar políticas internacionales nacionalistas, no impulsando la integración regional, no buscando más que la cooperación en aras de que no se metan en los asuntos de internos de nuestro país, porque la soberanía nacional es lo más importante.

Esta es una visión conservadora donde nada de izquierda contiene en su valores, principios y objetivos como durante muchos años intentó hacer creer a dirigentes del movimiento social, del movimiento cultural, del campo y de otros partidos que se identifican con el desarrollo y el progreso con inclusión social, con políticas de bienestar desde el Estado y donde la oligarquía se reduce y se rompen sus monopolios y se les obliga a contribuir desde una reforma fiscal donde quien más gane y genere riqueza, más pague impuestos y estos recursos sean destinados como política de estado para beneficio de toda la sociedad.

Con esta interpretación el obradorismo y su máximo representante, el mismísimo presidente de la República, nos muestra por qué desde el inicio de su gobierno prefiere lealtad que capacidad en sus funcionarios, porque desde el principio de su administración quiso descentralizar las dependencias federales en diversas entidades del país y reducir la burocracia.

Se entiende por qué los fideicomisos diversos que se habían creado con participación de la sociedad civil fueron cancelados y se entiende también por qué las políticas sociales que todos conocemos las dirige desde Palacio Nacional y son dirigidas a sectores pobres, lo cual se saluda, pero no las quiere universalizar y por lo tanto las utiliza como clientelas electorales.

Es así que vemos hoy que para el gobierno de este país la democracia es cara, porque el INE es un servicio civil de carrera que, si bien es producto de una lucha social de más de 30 años, su composición política está en función de una negociación política y no de quien tiene la mayoría o quien tiene el gobierno para su respaldo.

Sin duda, este organismo requiere una cirugía profunda pero no en la forma como la quiere imponer el gobierno, es por ello que también el presidente considera que 500 diputados y 128 senadores no benefician al pueblo porque no tienen la representación política de partido, pero, sobre todo, porque hay recursos económicos de por medio.

Entonces, por eso también nos explicamos su política de austeridad republicana-franciscana, porque los recursos tienen que ir en dos sentidos únicamente, proteger el mercado y las grandes empresas nacionales y transnacionales, y en un segundo sentido la clientela electoral que lo mantendrá o mantendrá su partido en el gobierno por varios años. Por lo tanto, todo lo que está a lo largo y ancho del espectro social, cultural y democrático es estorbarle.

Con esta definición de su modelo de gobierno, el Presidente de la República está mandando al baúl de los recuerdos, en un rincón de la historia, la lucha que desde la izquierda miles de personas y dirigentes emprendieron por la democratización del país, por el sufragio efectivo, contra el fraude electoral, por mayores recursos al campo, por fortalecer el sistema de salud, por una educación laica, gratuita y científica de calidad, por un salario digno, democracia sindical y verdadera representación de los trabajadores y un Estado que define las políticas públicas transversales de beneficio universal.

Busca dejar en el olvido las transformaciones y las luchas que desde la izquierda muchos hombres y mujeres emprendieron y otorgaron su vida para hacer de este país un país más igualitario y solidario.

Deja sin referente a la izquierda democrática mexicana, por lo que me gustaría conocer el posicionamiento del Partido del Trabajo ante esta definición del modelo de gobierno del presidente López Obrador.

Me gustaría conocer el posicionamiento del Movimiento Urbano Popular que acompañó a López Obrador en estos 18 años de lucha y también de las corrientes de izquierda que hoy están en Morena y que seguramente tendrán alguna posición al respecto.

Lo cierto hoy es que construir un Estado Social Democrático y de Derecho donde se reconozcan los derechos de la diversidad social de nuestro país, se protegen los derechos humanos, se regrese el Ejército a los cuarteles, se haga una verdadera policía nacional, que se apliquen políticas de cuidado, que los beneficios sociales permitan que los sectores menos favorecidos escalen aún y mejor nivel social y de vida.

Donde los profesionistas tengan mayores oportunidades de empleo, donde los sindicatos elijan democráticamente a sus dirigentes; donde no se les coarte el derecho de huelga y de manifestación; donde se vean políticas ambientalistas y animalistas en función de lo que acontece a nivel internacional, y donde la posibilidad de enfrentar regionalmente los desafíos del cambio climático.

Las migraciones, la energía y el comercio están totalmente desfasadas u olvidadas y creo que aquí hay una oportunidad para esta izquierda democrática que no aún se convence de serlo, pero que en el papel ya lo plasmaron.

La oportunidad es de construir un Programa de Nación Progresista dirigido transversalmente a la sociedad y que recoja las políticas públicas que más han tenido éxito a nivel internacional, pero con un compromiso de que las diferencias entre las izquierdas y de estas, frente a otros sectores conservadores de derecha se resuelvan profundizando la democracia, democratizando sus partidos transparentando sus recursos, invirtiendo en formación política, ideológica y ciudadana, en donde se invierta para combatir el racismo, la xenofobia y se promueva la igualdad de géneros. Esta es la oportunidad que tiene la izquierda.

Si sólo buscan confrontar al Ejecutivo y a Morena a partir de las descalificaciones una vez más, van a perder.

Yo lo advertí en 2018, a los hoy mismos dirigentes del PRD, antes de mi renuncia al mismo: “Es con democracia cómo se puede derrotar al gobierno de López Obrador, no es con alianzas con el PRI, con el PAN, no es creando una falsa idea de un gobierno de coalición porque se reparten las carteras a diferencia de una coalición de gobierno donde se integra un gobierno a partir de políticas públicas definidas y donde, si no se cumplen, se renuncia.

Y en esas mismas reuniones advertí que los ciclos de gobiernos populares como el que hoy tenemos en nuestro país tenían una duración de 12 años y que por lo tanto la mejor estrategia que en aquel momento tenía el PRD, era construir su propio perfil de izquierda, sus propias propuestas de izquierda y presentarle a la ciudadanía y en el congreso iniciativas de profundización de la democracia, y no como lo que hoy hacen que sólo buscan mantener el statu quo.

Por esas razones, por esas diferencias, hoy ya no sigo militando en ese partido, pero tampoco comparto la idea de que tenemos que a partir del discurso del presidente de este 27 de noviembre, apegarnos al humanismo.

Hoy tenemos que construir los socialdemócratas y los progresistas de nuestro país un proyecto de nación progresista a 30 años y disputar en el terreno ideológico al humanismo mexicano, que no es otra cosa, más que el inicio una vez más de la construcción de un partido único, aislado del mundo, confrontativo, nacionalista con posibles futuros fascistas.

El presidente abandonó el espectro de izquierda y se tiene la oportunidad, si se es inteligente, de comenzar a llenar ese vacío con verdaderas acciones, ejemplos y propuestas de izquierda democrática que es el modelo mas exitoso en el mundo.

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