*Ni nos dividieron ni nos vencerán

Hemos fraguado nuestro carácter a golpes de carencia y estoicismo, de esfuerzo y dedicación, de apertura, innovación y terquedad, de cosecha abundante, alegría contagiosa y derroche irresponsable.

Somos laguneros, habitantes de la estepa semiárida fecundada por dos ríos endorreicos que nos traen su buena nueva desde lejos, circundando un núcleo de población grande como mexicana Mesopotamia. Un Nazas fecundo que desborda como el Nilo de otoño y un Aguanaval corto de brioso y potente caudal que despierta la esperanza.

No nos pueden dividir porque al ser independientes nunca hemos estado amalgamados en una sola tribu y menos a la fuerza. Como los pueblos griegos, somos una unidad fragmentada en sólidas particularidades. No aceptamos tan fácilmente las jerarquías ni las soluciones ajenas a nosotros.

Nos hemos desarrollado con nuestro esfuerzo, nadie nos ha regalado nada y todo nos cuesta el doble de precio. Por eso somos de mirada recia y sonrisa fácil, porque confiamos en nosotros.

No hay mal tiempo que no lo enfrentemos con buena cara.

Nunca nos presentamos al frente de batalla bajo un solo mando.  Gracias a ello ni Durango ni Coahuila han podido exterminarnos y vaya que se han esforzado, ellos sí, con un disciplinado, estratégico, conjuntado y permanente empeño. Casi siempre, a última hora, algún aliado en México viene a darnos la mano. Somos como la guerilla, inmune a los ejércitos, siempre viva y atenta a dar pequeños y certeros golpes para asegurar la supervivencia.

Así es y así ha sido, por eso casi nada nos asusta. Es difícil atemorizarnos, confiamos en nuestra capacidad y no nos rendimos.

Aquí empezó la Revolución Mexicana y eso que fuimos muy porfiristas, porque también el magonismo nos alentaba, equilibraba tal vez.

El Maderismo nos enamoró y abrazamos el Villismo con todo y sus desaciertos y crueldades. No se nos apeteció ni el carrancismo, ni el callismo, menos el obregonismo, tampoco el zapatismo.

Eso si, aquí, desde Parras en el Siglo XVII, el indígena fue propietario y muy orgulloso. Asunto que la Reforma trastoco y la Revolución intentó recuperar.

El agua es la base de nuestra vida, litigios virreinales muestran la defensa del agua contra el poderoso, por eso nos levantamos en 1910, porque desde lejos se decidió entregarle nuestra agua a gente de más lejos. Ojalá y eso nunca vuelva a pasar.

Aquí estaremos mañana, tal vez golpeados, amilanados, estrujados pero vivos y sonrientes. Plenos por haber empeñado, con determinación infinita, nuestro esfuerzo en favor de nuestra gente.

Somos laguneros, ni pa donde hacerse.

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