*A mitad del pantano

Estamos ya en septiembre, en el momento de mayor intensidad de la temporada de lluvias, caracterizadas por depresiones tropicales, tormentas, trombas y huracanes, que en este año han venido a resolver la sequía y escasez de agua en buena parte del territorio y generar una muy buena cantidad de destrozos en ambos litorales del país.

Desde siempre nos han enseñado que no hay “mal que por bien no venga”, y en el caso de las cíclicas alteraciones meteorológicas los aspectos positivos y negativos forman parte de nuestra forma de vivir desde tiempos inmemoriales.

 En una revisión somera sobre los desastres naturales que azotaron a nuestro país durante el siglo XX, encontramos datos que merecen unos minutos de reflexión, pues mientras hace apenas unas semanas agricultores, ganaderos, industriales de distintos estados del país se quejaban amargamente y exigían soluciones por las sequías y escasez de agua para sus regiones, en donde algunas presas estaban a menos del 15 por ciento de su capacidad de almacenamiento, resulta que las sequías representaron apenas el 5% de los desastres naturales que padeció México hasta el año 2000.

Conforme a la investigación del  Dr. José Manuel Rodríguez Esteves, del Colegio de la Frontera Norte; “Los desastres de origen natural en México: el papel del FONDEN”, fueron los huracanes (25%); inundaciones (23%); terremotos (22%); tormentas (8%); ondas de frío (7%); sequías y deslizamientos, los fenómenos que provocaron 26 mil 226 muertos en el periodo considerado (https://www.redalyc.org/pdf/417/41751458004.pdf).

Fue hasta 1986 (después de las tragedias provocadas por los sismos de 1985), que se creó el Sistema Nacional de Protección Civil (SINAPROC), cuyo objetivo “es proteger a la persona y a la sociedad ante la eventualidad de un desastre, provocado por agentes naturales o humanos, a través de acciones que reduzcan o eliminen la pérdida de vidas, la afectación de la planta productiva, la destrucción de bienes materiales y el daño a la naturaleza, así como la interrupción de las funciones esenciales de la sociedad”.

Diez años y un sinfín de tragedias después, en 1996 se constituyó el Fondo Nacional de Desastres Naturales (FONDEN), con el propósito de atender de manera eficaz y oportuna los daños ocasionados a la población damnificada y a la infraestructura física pública no susceptible de aseguramiento”. Tenía el objetivo de atender los efectos de los desastres naturales imprevisibles, cuya magnitud superasen la capacidad de respuesta de las dependencias y entidades federales, y de las autoridades de los estados. El FONDEN era, por lo tanto, un complemento de las acciones que debían llevarse a cabo para la prevención de desastres naturales.

Antes de la creación del organismo, “la respuesta tradicional del gobierno federal, estatal y municipal en México, consistía en la reorientación del gasto presupuestado para reparar los daños sufridos durante los desastres. Lo anterior provocaba que los programas normales de las dependencias y entidades a las que correspondía la atención inmediata del desastre, sufrieran alteraciones o no se cumplieran cabalmente”.  Es decir: quitar de aquí para tratar de arreglar allá.

La desaparición del FONDEN (que hasta 2019 manejaba 3,844 millones de pesos para atención y prevención de desastres naturales),  ha regresado las cosas 25 años.  Y como excelente ejemplo de lo dicho, lo encontramos en que después de los destrozos de los huracanes Nora, Ida y Grace, los gobernadores y los presidentes municipales de Jalisco, Michoacán, Colima, Nayarit, Sinaloa, y otros andan mendigándole al presidente y al secretario de Hacienda recursos para la atención de las desgracias en sus comunidades y entidades.

Y aquí surgen varias preguntas, ¿Por qué se desapareció un organismo de evidente necesidad para la atención de las comunidades más necesitadas del país, en los momentos más urgentes? ¿a dónde fue a parar es dinero y los recursos con que contaba el FONDEN? ¿Qué organismo suple las funciones básicas e indispensables que desempeñaba el anterior?

Una función encomiable del FONDEN consistía en la celeridad de su actuación, pues una vez aprobada la declaratoria de emergencia, las dependencias o gobiernos estatales debían solicitar en un plazo no mayor de siete días a partir del desastre, los recursos para la etapa de reconstrucción. Incluso ayudó adelantando recursos de bienes asegurados para su pronta reparación.

Caminante no hay camino… El huracán lo destruyó

Ya quedamos que las catástrofes naturales durante casi un siglo, cobraron la vida de poco más de 26 mil personas… mientras que en 2020: de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi); se registraron 36,579 homicidios dolosos, solo 82 homicidios menos que en 2019, cuando se reportó un total de 36,661 homicidios. Y según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hasta agosto de este año se habían registrado más de 260 mil fallecidos por la epidemia del Covid-19 en nuestro país. Es decir; en un año hubo más muertos por homicidios que en todo un siglo por sus desastres, y en año y medio, han muerto el mil por ciento por Covid-19, que por desastres en todo el siglo XX.

Según el discurso oficial, eso puede explicarse porque se recibió un “sistema de salud pública que estaba en ruinas” y en lo que hace a los homicidios: “las bandas de ahora y los principales jefes vienen del periodo neoliberal o neoporfirista”… ¡¡Válgame Dios!!

En cuanto a materia legislativa no podíamos quedarnos atrás: “46 obligaciones transitorias para expedir legislación secundaria o armonizar con otras leyes” no se cumplieron; durante la LXIV Legislatura “se promovieron cuando menos 32 demandas de acción de inconstitucionalidad, 18 de controversia constitucional y miles de amparos contra decretos expedidos por el Congreso de la Unión”. Y efectivamente, tal y como ordenó el Poder Ejecutivo en sus iniciativas: no se les cambió siquiera una coma. (Integralia Consultores Décimo reporte legislativo LXIV Legislatura,2018-2021)

Así pues, hemos llegado a septiembre del 2021 con muchas destrucciones, pocas contribuciones institucionales, menos crecimiento, más pobres, menos dinero, menos personal experimentado, muchos muertos, más violencia…

Antes había vereda, hoy no hay camino… estamos en la mitad del pantano.

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