*1968-2022 transformación ¿cuál?

Este año se cumplirán ya 54 de lo que muchos dieron llamar “el parteaguas de la democracia en México” y cuya efeméride más representativa fue la masacre que tuvo lugar en Tlatelolco, en la Plaza de las Tres Culturas, donde cientos de personas murieron o fueron heridas por fuego proveniente tanto del ejército como de grupos paramilitares apostados en la misma Plaza.

Por decenas se cuentan los libros que describen y presentan reflexiones sobre la importancia y trascendencia que tuvo el movimiento de 68 en la vida nacional, y que para lograr una distensión en la sociedad, provocó que el monolítico sistema priista de aquellas épocas, poco a poco fuese permitiendo cierta apertura para la participación de los jóvenes y grupos disidentes en actividades políticas de manera abierta sin ser nuevamente reprimidos, encarcelados o perseguidos.

La legalización del Partido Comunista, la liberación de presos políticos, la creación de los llamados diputados de partido y la paulatina pero sostenida participación de grupos minoritarios, permitió que efectivamente México iniciara cambios en cuanto a convivencia y participación política. Pero de eso a hablar de transformaciones en la vida nacional eso sí que es no saber de qué se está hablando.

Como lo resume espléndidamente Virginia Aspe: “Para el año 1968 tenemos el quiebre del desarrollo estabilizador logrado por el PRI, el movimiento estudiantil de Tlatelolco, el Consejo de Huelga como organismo que anunciaba -ahora sí- la capacidad de autogestión fuera del Estado, la inflación posterior en la economía con la disparidad del peso frente al dólar y, por último, la expropiación de la banca; el inicio de la reforma política en la Constitución y el levantamiento de Chiapas anticiparon lo que vendría en el 2000: la democracia de facto y el derrocamiento del PRI, es decir de la dictadura de un partido, en una jornada pacífica ejemplar”*.

Como señala doña Virginia Aspe, en 32 años pasamos de los balazos en la vía pública a la Toma de Posesión de un presidente no priista y en lo que va del siglo XXI, seguimos dando bandazos entre los panistas, un priista y lo que ahora tenemos, que como señalamos alguna vez es lo más parecido al realismo fantástico o una pesadilla surrealista.

Una transformación implica efectivamente una metamorfosis; convertir una cosa en otra, bien por una acción externa o que algo pueda transformarse por sí mismo. Producir cambios en algo, de modo que, en mayor o menor grado, pierda sus anteriores atributos para adquirir, en forma transitoria o permanente, otros nuevos.

Ahora bien, si vamos a hablar en serio, se debe empezar por usar las palabras y los términos correctos; no le podemos llamar transformación a algo que no lo es.

Desmantelar un sistema de salud, retroceder en métodos de evaluación y capacitación permanente del magisterio, privilegiar los combustibles fósiles en lugar de procurar innovar y mejorar la generación de energías limpias, desaparecer fideicomisos e instituciones de fomento a la investigación y desarrollo de las ciencias y las artes. Confrontar, humillar y despreciar el esfuerzo de empresarios y emprendedores para calificarlos de simples bandidos y acaparadores.

Oprimir a las universidades y centros de investigación escamoteándoles recursos y confrontándolas con la sociedad.

Contradecir las instrucciones y recomendaciones de científicos y expertos en áreas tan delicadas como la medicina, la ingeniería, economía, ecología, y otras más. A cambio de hacerse limpias, invocaciones y permisos a la madre naturaleza para que nos perdone nuestras ocurrencias.

¿Esos son los componentes de y para una transformación?

En tres o cuatro años ¿Cuáles atributos nuevos hemos adquirido como sociedad en el siglo XXI o en los últimos años? ¿Qué avances o mejoras sustanciales en materia científica, académica o tecnológica hemos experimentado y que podamos dejar como legado para las nuevas generaciones?

Un tren que invadió y destruyó en parte la selva yucateca, el cascarón de una refinería que se inunda, un aeropuerto construido en el lugar menos apropiado, la cancelación de otro que tenía un 70% de avance, un banco muy caro repartidor de dinero, una centena de universidades fantasma llenas de carencias y así podríamos seguir enumerando acciones, programas y proyectos, que por sí solos no son siquiera suficientes para resolver los problemas que han creado.

No quiero exagerar ni generalizar irresponsablemente; algunos de los proyectos y programas por supuesto que serían muy rescatables, pero el cómo se han hecho y la forma tan atropellada y apresurada que les dio origen, no se pueden justificar como elementos o herramientas que resuelvan las carencias o satisfagan cabalmente las necesidades que pretendían resolver.  El nombrar funcionarios a modo sin más mérito que el obedecer a ciegas a su Sansai , solo recrudece las desgracias por venir.

Un país que respeta el trabajo, los derechos, las facilidades con que contaba su pueblo, el respeto a las leyes (así subrayado), la procuración del bienestar mediante la creación de fuentes de riqueza sostenibles y auto-sustentables, así como la creación  de una nación con programas de crecimiento y desarrollo económico y tecnológico, serían dignas de respeto, pero no vemos nada de eso, ni siquiera el respirador artificial o la vacuna Patria anunciados por el Conacyt y la Secretaría de Salud hace dos años.

Según la UNESCO: “La globalización, los cambios medioambientales y las crisis económicas y financieras están causando importantes transformaciones sociales que provocan el aumento de las desigualdades, la extrema pobreza, la exclusión y la negación de los derechos fundamentales”.

Y “los actores principales de las transformaciones sociales son los jóvenes, que se ven más afectados por estos cambios. No un individuo descabezado y mal ubicado.

México necesita hoy como siempre la luz que emana de la participación conjunta y armoniosa de los ciudadanos, con proyectos propios, incentivos y metas para nuestro beneficio común.

Ya sufrimos una Cristiada el siglo pasado, una descomposición educativa en el cardenismo, el jongitudismo y el Elbaestherismo, los sueños de opio del tercermundismo con México a la cabeza, la nacionalización bancaria que terminó en uno de los peores fraudes de la historia y ahora vamos a rescatar un PEMEX que solo existe en la mente de sus beneficiarios.

Una verdadera “Transformación Mexicana” sería que todos los que tenemos conocimientos, experiencias probadas y certificadas participáramos en el desarrollo del país y terminar con la administración cuatachista y un Congreso plagado de irresponsables.

*Virginia AspeArmella http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-66492020000100375

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