*Un país de viejos, enfermos y pobres

Durante muy buena parte de la década pasada académicos, empresarios, políticos, banqueros, científicos y varios organismos públicos y privados reiteraban en sus discursos, informes, planes o proyectos acerca de la necesidad que tenía México de reformular mucho de sus proyectos a fin de capitalizar idóneamente el “bono demográfico” que se nos presentaba.

El “Bono Demográfico” (BD), según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNPF), se da cuando la población joven (entre 15 y 64 años) supera a las personas dependientes (menores de 15 y mayores de 65 años).

 México en 2021 tenía 25% de su población menor de 14 años, mientras que el 66.9% de los habitantes tenían entre 15 y 64 años, en tanto que los mayores de 65 años y más representábamos apenas un 8.13%.*

Como no es un dato que usemos con frecuencia me permito recordar que en 1974, fue el primer año en que 50% de la población estaba conformada por personas entre 15 y 64 años, es decir; más de la mitad de la población estaba en edad productiva.

Actualmente según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo Nueva Edición, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, para el segundo trimestre de 2022 residían en México 17 millones 958,707 de personas de 60 años y más; es decir, 14 % de la población total del país. Y muchos de ellos se jubilan desde antes incluso de llegar a esa edad (1).

Ahora bien, el famoso BD, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), en su estudio sobre México: “El bono demográfico puede ayudar a lograr un crecimiento económico más rápido y a reducir la presión de egresos de las familias, que podrían aumentar los ingresos de los miembros que trabajan y la esperanza de vida de todos sus integrantes. A nivel macro, los recursos ahorrados en manutención o los activos acumulados por las personas que se van a retirar se pueden aprovechar para realizar inversión social relevante y para acceder a otros bienes y servicios”**.

Otro aspecto a considerar radica en que en México en 1930, las personas vivían en promedio 34 años; 40 años después en 1970, este indicador se ubicó en 61años; en 2000 fue de 74; en 2015 de 77 años,  y se calcula que será de poco más de 79 en 2030 y 83 años para 2050***.

Con esos antecedentes creo que resulta muy fácil explicar el por qué el escenario que nos espera en cuanto a nivel de vida no resulta esperanzador.

De acuerdo a El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), por ejemplo, señaló en el documento Pobreza y personas mayores en México 2020, que “la población mayor presenta menor incidencia de pobreza que el resto de las personas, aunque se encuentra expuesta a la reducción de las capacidades físicas y el retiro del mercado laboral, así como a condiciones específicas de salud y educación, entre otros factores”.

Según el mismo documento, “en 2020, el 46.1 % de la población de 65 años o más contaba con ingreso inferior a la Línea de Pobreza por Ingresos. Mientras que poco más de la mitad (55.7 %) de las personas mayores contaba con ingresos por pensión no contributiva (programas sociales) y el monto promedio fue de 1,292 pesos por persona al mes. Además, el porcentaje de personas mayores en situación de pobreza alcanzó el 37.9 %”**.

Conforme a información del Consejo Mexicano de Geriatría, en México en 2022 existían sólo 841 médicos certificados en la especialidad que atiende a personas de la tercera edad, mismos que divididos entre el número de personas mayores de 60 años, a cada geriatra le correspondería atender a más de 17 mil pacientes; sin embargo, la mayor concentración de especialistas se encuentra en la Ciudad de México y el área metropolitana, así como en los estados de Jalisco y Nuevo León, por lo cual, algunas regiones del país carecen por completo de médicos especializados en la atención de este grupo poblacional(2).

EDADISMO

En entrevista con el doctor geriatra Juan José Morales Virgen, nos informó que desde los años 70 la Organización Mundial de la Salud (OMS), había advertido actuarialmente la necesidad de atender a la población mayor, ya que está más que demostrado que el abandono o falta de atención adecuada a los mayores es consecuencia de “edadismo”, considerada como la tercera forma más común de discriminación después del racismo y sexismo.

Edadismo es provocado por el temor de llegar a ser viejo, y por ello se tiende a ocultar o evadir ese tema. Aunque todos vayamos para allá. Bueno, los que lo logran.

Por doloroso que sea, no podemos dejar de mencionar el abandono,

 los malos tratos y/o abusos que sufren los mayores incluso de sus propios hijos, quienes muchas veces utilizan los beneficios de la tarjeta de pensión o los recursos del anciano para surtirse y atenderse cómodamente, y ni siquiera se preocupan por buscar los medicamentos o utensilios necesarios para el cuidado del senil.

Dada la naturaleza de la especialidad, la disponibilidad de plazas para los médicos y las complicaciones inherentes de los pacientes, se vuelve indispensable la cercanía con centros hospitalarios o instalaciones médicas propias para su atención, lo que explica el por qué los geriatras no están en pueblos pequeños o alejados de instalaciones adecuadas.

Desde 2009; cuando se formalizó el Instituto Nacional de Geriatría se empezaron a proponer políticas públicas para la atención de ese sector de la población, al igual que sugiere el doctor Morales Virgen, debería incluirse el aspecto de la salud para la vejez en los planes de estudios a todos niveles.

Para saber de qué estamos hablando, a nivel crematístico le diré que la consulta de un especialista en geriatría va de los 1,200 pesos en adelante, un cuidador de adulto mayor cobra en promedio 100 pesos la hora y una residencia de retiro de nivel medio cuesta de 20 mil a 95 mil pesos mensuales. Lo que resulta en negocios redondos.

 Claro que hay casas de medio pelo o viviendas deprimentes para ancianos.

Conforme a la Cuenta Satélite del Trabajo no Remunerado de los Hogares de México, publicada por el Inegi en 2022: “hay una confluencia muy valiosa entre el feminismo, los estudios sobre envejecimiento, los estudios de la economía del tiempo, de la economía de género, de la economía del cuidado y de la economía del envejecimiento. Es un momento muy importante, Naciones Unidas está planteando cómo se deben de dar y cómo se tienen que articular los sistemas de protección social.”**

La información expuesta creo que nos da un panorama lo suficientemente documentado de la gravedad del problema y el poco interés que han tenido los políticos y medios de comunicación por abordarlo. No entraremos aquí en problemas sobre la atención de los viejos en la salud pública ni el abasto de medicamentos, o la disposición de quirófanos, equipos, laboratorios, especialistas, personal calificado o centros de atención especializados para ese sector de la población.

Pero para finalizar sólo queda recordar las palabras del  exdirector de la Facultad de Economía, doctor Leonardo Lomelí Vanegas, actual Secretario General de la UNAM, en un Congreso sobre pensiones, cuya conclusión fue: “En caso de no atender desde ahora a la población adulta mayor, corremos el riesgo de convertirnos en pocos años en un país de viejos, enfermos y… pobres”.

Quiero agradecer la colaboración para este trabajo de los doctores Federico Iglesias Flores, Alfonso Armesto Santos y Juan José Morales Virgen.

*https://datosmacro.expansion.com/demografia/estructura-poblacion/mexico

(1) Nótese que ahora se registran desde 60 años en lugar de 65, de ahí el cambio de porcentajes.

**https://www.gaceta.unam.mx/que-paso-con-el-bono-demografico-de-

mexico/#:

***https://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/esperanza.aspx?tema=P#:

(2)https://ibero.mx/prensa/mexico-tiene-mas-de-15-millones-de-adultos