*Un debate sin grandes expectativas

El tercer debate presidencial pactado para el próximo 12 de junio no cambiará la tendencia electoral que favorece a Andrés Manuel López Obrador. Su ventaja en las encuestas condiciona la estrategia de los demás candidatos que seguirán haciéndole campaña a través de sus cuestionamientos y fortaleciéndolo ante la opinión pública. El encuentro también servirá como una especie de filtro que permitirá definir el segundo lugar en la recta final y que se beneficiará con el voto útil. Entonces podemos esperar ataques frontales de José Antonio Meade contra Ricardo Anaya Cortés. El primero llegará en calidad de desahuciado y el segundo como víctima de un complot aparentemente encabezado por el Presidente de la República, a quien el panista amenazó con presentarlo ante la justicia en caso de ganar el 1 de julio. Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco será un mero espectador. Las inconsistencias que ha mostrado al hacer proselitismo ponen en duda si llegará a la meta o terminará declinando una semana antes de la votación.

En este contexto, López Obrador inició una operación cicatriz, tratando de limar sus diferencias con los empresarios, dejando atrás la beligerancia contra algunos personajes de este sector a los que antes calificó de ser una minoría rapaz. Quizá no lo consiguió, pero evitó profundizar las heridas. Manda señales de que habrá gobernabilidad y estabilidad económica. Este viraje fue provocado por la guerra económica que declaró el presidente estadounidense Donald Trump al mundo al imponer aranceles a las importaciones de acero y aluminio. El tabasqueño en caso de triunfar no puede darse el lujo de una desbandada de los hombres de dinero. Mientras llega ese momento, anunció que su cierre de campaña será en el Estadio Azteca. Ironías de la vida, Televisa dueña del inmueble siempre estuvo en contra de los movimientos de izquierda.

Resta importancia a esos detalles. Dedica su tiempo a defenderse, niega que exista un pacto con la Presidencia de la República que le permita llegar al poder. Recomendó a Anaya Cortés (quien denunció esta situación) que se tranquilice. Lo que parece preocuparle es el radicalismo que han mostrado los maestros ligados a la CNTE en los estados de Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Ciudad de México. Ellos traen su propia agenda y ejercen presión a AMLO para evitar que después de que gane no se arrepienta de derogar la reforma educativa.

En cambio, Ricardo Anaya luce nervioso, la guerra sucia se ha endurecido, se dio la difusión de un nuevo video sobre un supuesto lavado de dinero, y después  una agresión contra el automóvil que lo transportaba. Previamente había acusado a Morena y al PRI de aliarse en su contra. Esta denuncia tiene dos lecturas: La primera es que justifica por adelantado su derrota; la segunda es que despojó a López Obrador el lugar de candidato antisistema, esto podría llegar a darle el voto de los indecisos. El problema es que el tiempo se le acaba y la distancia con el tabasqueño es muy amplia.

Quien no pierde el ánimo es José Antonio Meade, rechazó que el PRI haga pactos con Morena. El candidato del tricolor afirmó que no se bajará de la contienda e incluso remontará la desventaja. ¿Cómo logrará ser tan optimista? Finalmente, Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, se desdibujó y piensa regresar a gobernar Nuevo León.

Todo está listo, entraremos a las horas más oscuras de la campaña electoral. La especulación de un fraude forma parte del imaginario de un electorado que ha sido históricamente violentado y no confía en las instituciones.