*A 35 años de un accidente aéreo a orillas de la ciudad

*Otro ocurrió en 2008

*AIFA a 40 kilómetros de la CDMX

El accidente aéreo ocurrido hace 35 años (31 de julio de 1987) a la orilla de la Ciudad de México, y que dejó 50 muertos, 40 heridos, se habló de desaparecidos, 18 caballos de competencia, así como millonarias pérdidas materiales, se presentó como un importante aviso para las autoridades capitalinas y federales de aquel entonces, para que decidieran trasladar a otro sitio menos peligrosos para los ciudadanos al saturado Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México “Benito Juárez” (AICM).

Eran las 17:01 horas, cuando la aeronave de carga de la empresa Belice Air Lines International LTD partió del aeropuerto capitalino con destino a Miami, Florida, pero segundo después del despegue se produjo un cortocircuito que originó fuego en el interior de la nave, lo que aunado a la vieja estructura de la misma, pudieron ser el origen de la precipitación, el avión se mantuvo en el aire cerca de 4 minutos.

A decir de Rubén Rodríguez Monterde, uno de los tripulantes de la aeronave, ésta nunca logró ganar altura, por lo que los pilotos empezaron a realizar maniobras en el tetramotor, y evitar colisionar con una de las estructuras del alumbrado del Parque del Seguro Social, segundos después tuvieron que esquivar el llamado edificio de Mexicana de Aviación en la Colonia Del Valle, así como también la torre del emblemático Hotel de México de la Colonia Nápoles.

Sin embargo, el desplome del transporte aéreo fue inevitable en la carretera México-Toluca, que al impactarse destruyó a su paso 26 vehículos, un restaurante y finalmente envuelto en llamas, chocó con una fábrica de mosaicos; por fortuna una gasolinera y un edificio de cuatro niveles a unos cuantos metros cercanos de la tragedia, en forma milagrosa no fueron alcanzados; 12 personas ocupantes de la nave, salvaron la vida.

Desde luego que la petición de traslado de las pistas de aterrizaje y despegue del aeropuerto, estuvo rubricada por toda la población capitalina y de la zona metropolitana, que a partir de ese accidente ha vivido en estado de alerta, sobre todo cuando escucha cercano el ruido estruendoso de los motores de las aeronaves, pensando que cualquier día se desplomará alguna sobre su “cabezas”.

Cambiar a otros terrenos el aeropuerto, era desde entonces una necesidad que debió resolverse inmediatamente, pues la experiencia habla de su peligro para la zona urbana, sin dejar de soslayar que los costos serían muy altos, pero se ahorrarían a futuro tragedias y catástrofes incalculables, que por desgracia se volvió a presentar, 21 años después.

Mas las autoridades de la capital como las federales (SCT y Sedue) en ese año de 1987, sólo señalaban en sus comentarios, que se encontraba en estudio la reubicación del aeropuerto y que se estaban valorando los costos de operación.

Sin embargo, sólo un sector de la prensa, los periodistas libres y democráticos, publicamos que los programas y estudios de la reubicación del aeropuerto internacional “Benito Juárez” ya existían, pero se encontraban archivados desde años atrás, sin que hubiera la intención de alguna autoridad por desempolvarlos, no era el momento, la recién llegada tecnocracia al gobierno (Miguel de la Madrid Hurtado) guardaba la intención para sus sucesores del liberalismo económico (Carlos Salinas de Gortari), y estos sabrían cuándo hacerlo.

Entre tanto, no importaba si los accidentes aéreos se siguieran presentando, y sólo los ciudadanos se preguntaban si las autoridades tendrían respuestas tan estériles en el caso que el avión de carga, bombardero de 1944, se hubiera proyectado en la Plaza del Zócalo, en la Catedral, en el Palacio Nacional o en la casa presidencial de Los Pinos.

Y fue hasta el año de 2001, cuando Vicente Fox determinó trasladar el AICM a la zona de Texcoco, no por cuestiones de seguridad de la zona urbana, sino por diversos factores, como el cambio de modelo económico, de sustitución de importaciones al de libre mercado, precedido por las reformas marcada a los países de América Latina por el Banco Mundial, como una condición para incursionar en el mundo de la globalización; había que pensar en los negocios, en el dinero, estaba encarrilado el liberalismo.

Y sin consultar a los campesinos de la zona oriente del Estado de México y con el fin de contar con el suelo para la edificación del nuevo aeropuerto, Fox decretó la expropiación de 5, 391 hectáreas de tierra, pertenecientes a 13 ejidos: del Municipio de Texcoco, siete ejidos; San Salvador Atenco, cinco ejidos; Chimalhuacán, un ejido.

Y se pagaría por el total de la superficie, 374 millones 391 mil pesos, que serían entregados a 4,375 ejidatarios; la hectárea de temporal se valoró en 72 mil pesos, y la de riesgo a 250 mil pesos, es decir 7.20 y 25.00 pesos por metro cuadrado, respectivamente.

Más todo esto fue rechazado por los campesinos que como un actor colectivo se organizó en el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, a pesar de las amenazas que les infundieron para atemorizarlos y obligarlos a ceder a las pretensiones del funesto gobierno de Fox y aliados millonarios, quienes a toda costa querían despojar a los ejidatarios de sus tierras y atracarlos, valiéndoles madre todo.

Y fue en el año de 2005 y 2006, cuando Fox sólo pudo ampliar el AICM con la construcción de la terminal 2, para aliviar la saturación en las operaciones aéreas y de servicio, y se inauguró en 2007 en el gobierno de Calderón, misma ampliación que ahora padece de problemas de cimentación en su edificio y en el área de pistas, al grado de considerarla “desahuciada” el director del Instituto Mexicano de Desarrollo de Infraestructura.

Por ello las autoridades del Gobierno de México y de la Ciudad de México tendrán que estar muy al pendiente de la seguridad de los usuarios. Lo de la corrupción en el gasto de construcción de la Terminal 2, tendrá que saberse, como todo lo que ha ido salido del periodo neoliberal.

Y como se había comentado, 21 años después del accidente aéreo de 1987, el 4 de noviembre de 2008, el avión ejecutivo Learjet 45 proveniente de San Luis Potosí y que tendría que aterrizar en el aeropuerto internacional “Benito Juárez” cayó en la calle de Ferrocarril de Cuernavaca, Colonia Molino del Rey, en las inmediaciones de la zona financiera de Paseo de la Reforma y Periférico de la Ciudad de México, y en cual viajaba Juan Camilo Mouriño, Secretario de Gobernación en aquel año, quien pereció junto con otras 15 personas; trece en el lugar del siniestro y 3 en el hospital; dejando además la aeronave al estrellarse en el asfalto a 7 muertos, transeúntes que pasaban por el lugar, así como a 40 heridos.

Ante estas tragedias aéreas y la inoperancia del AICM debido a su saturación en vuelos y servicios, por mucho tiempo los habitantes de la Ciudad de México, han solicitado a las autoridades responsables del aeropuerto, que se traslade a otro lugar, pero no como autoritariamente quiso hacer el pocas letras de Fox, o como lo pretendió el “tira rostro” de Peña Nieto con la bola de vándalos inversionistas que lo acompañaban, cuando querían hacer una mega obra en un sitio que técnicamente traería problemas futuros de inseguridad pues se construiría en lo que fue el lecho drenado del Lago de Texcoco, además de una inversión multimillonaria, en donde al final de todo, únicamente los inversionistas privados serían los que obtuvieran beneficios económicos, el pueblo, nada.

Ahora, ya hay una posibilidad de desahogar el AICM con en el nuevo aeropuerto internacional “Felipe Ángeles” (AIFA), en Santa Lucía, ubicado a 40 kilómetros de la capital, sin que esto signifique que nunca existirán accidentes.

Sin embargo, la posibilidad de que por muchos años el AIFA no sea rodeado de asentamiento urbano, da un respiro a los pobladores de la Ciudad de México, que ahora poco a poco podrán ver y oír menos aviones que cruzan por sus casas a baja altura. Mientras tanto, así van las cosas, que sí van bien. Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

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