Para descentralizar al país

Por Ángel Pujalte Piñeiro

Para organizar el desarrollo del país ya no se debe permitir la intervención de lambiscones, mercenarios y charlatanes que se ostentan como ingenieros y se prestan a materializar los delirios de políticos y empresarios mareados que cuestan mucho más y con resultados desastrosos para todos.

La labor del ingeniero no es materializar delirios de legos, sino mostrar lo mejor. Y en el caso de la infraestructura y la obra pública, el verdadero cliente no es el político que contrata y pide caprichos, sino la sociedad a la que finalmente servimos o deberíamos servir todos. Este país tiene un enorme déficit de profesionales con capacidad y principios. Inteligencia, dignidad, ética y valores. 

Y es que el presidente electo Andrés Manuel López Obrador anunció que va a mudar a varias oficinas del gobierno federal de la ciudad de México a otras ciudades de la república. A lo que el 5 de noviembre en el periódico Excelsior, en la columna “Opinión del experto nacional”, (en la que publican quienes se ostentan o aceptan que se les declare de la indefinida y carente de respaldo o certificación de ningún tipo, categoría de “expertos”), Demian Sánchez Yeskett, quien además se ostenta como “Coordinador de asesores de Margarita Zavala” afirma que mudar al gobierno federal es mala idea.

Para él lo único positivo sería reducir el tráfico y la contaminación en la Ciudad de México y eso, a costa de causar tres problemas: El primero es el costo y la dificultad de traslado. El segundo el costo humano, que aclara es el de las familias en las que uno es empleado del gobierno y el otro no. Y el tercer problema, es afectar la economía de la CDMX, en lo que afirma que no le parece justo generar actividad económica en el resto de la república a costa de destruir fuentes de ingreso de la CDMX.

Este “experto” muestra una visión estrecha y tan corta, que no ve más allá de su nariz. Ignora que el centralismo político y económico es la principal causa del desequilibrado desarrollo del país y lo que obstaculiza el progreso, la equidad y la justicia social. Son mucho mayores los costos para el país de no equilibrar el desarrollo y no distribuir oportunidades en todo el territorio nacional, que lo que cueste corregir los desequilibrios nacionales. Siempre es mejor recuperar la salud al costo que sea, que por no pagar la medicina, no atacar una enfermedad crónica que empeora, día a día.

Llama “problemas del tráfico y la contaminación” a los que en realidad no son problemas verdaderos, sino síntomas, apenas efectos superficiales, lo más notable y palpable, pero que solo son parte de las consecuencias de los verdaderos problemas de fondo, de las causas verdaderas. Para modificar un efecto se debe actuar en las causas. Para corregir los problemas de tráfico y contaminación y otros más graves, se deben corregir las causas seminales que los producen. Al caso, entre los efectos finales y las primeras causas se encuentra un efecto intermedio, que es el responsable directo de los únicos efectos que el “experto” Demian Sánchez Yeskett percibe.

El efecto intermedio es la aglomeración irracional de población en un espacio reducido, agotado e inconveniente. El territorio nacional tiene alrededor de 2 millones de km2. y la Cuenca de México solo 9600 km2. Por lo que la Cuenca es apenas un 0.48 % del territorio. Ni la mitad de un uno por ciento. Y es irracional aglomerar al 25 % de la población en un espacio menor al medio por ciento del territorio nacional. Donde según el Ingeniero Carlos Ramírez Sama, en el libro “Problemas de la Cuenca de México” editado por “El Colegio Nacional”, en 1964 la cantidad de población rebaso la cantidad de recursos naturales disponibles. Razones por las que, como se le vea, es un error garrafal y un problema enorme.

Cada unidad orgánica territorial cuenta con espacio y recursos naturales limitados. Pero el país cuenta en todas sus unidades orgánicas territoriales, con espacio y recursos naturales para sustentar la vida de 500 millones de habitantes. Por lo que si se distribuye a la población en espacios apropiados en los que se monte la infraestructura física adecuada y sin rebasar las capacidades espaciales y de disponibilidad de recursos naturales de la unidad orgánica territorial, el efecto inmediato será la distribución de oportunidades, el propiciar el bienestar y prosperidad material de la población y una mucho mejor calidad de vida. 

En vez de ello el país no solo amontona a la gente en el peor lugar de toda la república y en las peores condiciones. El fango del fondo de los ex lagos de una cuenca endorreica no es buen lugar para edificar nada ni para vivir y es un error que además viola todos los mandatos del tercer párrafo del Artículo 27 Constitucional, el cual instruye:

“(...) hacer una distribución equitativa de la riqueza pública, cuidar de su conservación, lograr el desarrollo equilibrado del país y el mejoramiento de las condiciones de vida de la población (...) ordenar los asentamientos humanos y establecer adecuadas provisiones, usos, reservas y destinos de tierras, aguas y bosques, (...) planear y regular la fundación, conservación, mejoramiento y crecimiento de los centros de población; para preservar y restaurar el equilibrio ecológico”

Aglomerar al 25% de la población en una unidad orgánica territorial o cuenca, que tiene sus recursos naturales agotados, que es el 0.48% del territorio, incumple todos estos mandatos constitucionales.

¿Y cuál es la causa, motivo o razón por la que el 25 % de la población se aglomera en ese espacio tan reducido, agotado e inconveniente? Pues muy sencillo, el centralismo político y económico. El que el sistema político conserve intacta la planeación física del territorio que hicieron los coloniales, que veían al país como mina, por lo que lo diseñaron para controlar la explotación de todo el país, desde la Cuenca de México.

Configuración de la infraestructura física que también encontró funcional el control político centralizado, lo que a su vez ocasiona el acaparamiento y concentración de las probabilidades lucrativas y oportunidades de desarrollo en la Cuenca de México. Abuso que hasta ahora a nadie le ha importado que sea a costa de relegar y desalentar el desarrollo del resto del territorio nacional. Los desastrosos resultados los exhiben los análisis cuantitativos y cualitativos, en el capítulo “Esquema del Mundo” del libro ¿A Dónde Vamos, México? ¡Fe de erratas del desarrollo nacional!

La gente emigra a la Cuenca huyendo de la falta de oportunidades, de probabilidades lucrativas y a últimas fechas, de la inseguridad, que es lo único que florece en sus lugares de origen. “El milagro mexicano”, la prosperidad, desarrollo y vanguardismo de la CDMX es un vergonzoso montaje, pagado con la ruina del resto de la república. En la Cuenca no se fabrica nada que se pueda vender, no se crea riqueza de ninguna manera. El mentado enorme PIB que se pregona que se produce en la Cuenca es una manipulación de la forma de contabilizar la economía del país. De presentar como utilidades lo que en realidad son gastos.

Para cualquier empresa el salario de los empleados es parte del costo. Pero la contabilidad gubernamental presenta como utilidades o parte del PIB, al sueldo de los servidores públicos. Otro engaño es que como en la cuenca se encuentran las oficinas centrales o corporativas, se facture en la cuenca la riqueza que se crea en otras partes de la república. Cuando lo correcto y trasparente, es que la riqueza y los costos se facturen en el lugar donde se crean. Otro mito es la riqueza que producen las empresas que se encuentran dentro de la Cuenca de México. Porque la distorsiona no tomar en cuenta el costo del despilfarro de recursos en el acarreo de recursos y el subsidio a los servicios.

Los elevados costos de la electricidad y el agua no son inevitables, sino consecuencia de la ineptitud, incompetencia, ineficacia e irresponsabilidad del ciego e irracional afán del gobierno por mantener los sobre costos del centralismo. La electricidad se acarrea desde Chiapas y el agua se expolia de cuencas vecinas o se sobreexplota el acuífero. El afán de dilapidar enormes cantidades de recursos en el acarreo de recursos que se saquean de donde pertenecen o se crean, para sustentar la vida artificial de la Cuenca.

Por esta necedad política y ataraxia gubernamental, se le roba la vida a los lugares que tienen esperanza para mantener la vida artificial del que no tiene ninguna. Lo que es igual a sacarle la sangre a infantes para sostener la vida artificial de un viejo decadente y decrepito. En vez de construir la infraestructura física en los lugares propicios para favorecer el bienestar, prosperidad material y calidad de vida de los habitantes, el país permanece estancado en la misma infraestructura de la colonia.

Los análisis cuantitativos y cualitativos en el capítulo “Esquema del Mundo” del libro ¿A Dónde Vamos, México?, ¡Fe de erratas del desarrollo nacional!, demuestran que somos subdesarrollados porque contamos con menos del 4.3 % de la infraestructura física con la que cuentan los países del primer mundo. Esos análisis comparativos dejan claras las consecuencias de permanecer 500 años creciendo en los mismos lugares, solo ensanchando la misma infraestructura que dejaron los coloniales, por lo que después de 500 años de crecer en los mismos lugares, donde hay infraestructura ya no hay recursos naturales y donde hay recursos naturales no hay infraestructura.

Por otra parte, el tamaño si importa. Además, que desde 1964 el número de habitantes rebasó a los que pueden sustentar los recursos naturales de la cuenca, el número de habitantes y la dimensión de la mancha urbana de la megalópolis rebasa por mucho los rangos manejables y convenientes para un asentamiento urbano. Según una gráfica que el Ingeniero Jaime Luna Traill presentó en su ingreso a la Academia de Geografía, el número de habitantes para los que es mínimo el costo de la prestación adecuada de servicios urbanos se encuentra entre uno y cinco millones de habitantes. Para menos de un millón o más de cinco millones de habitantes, los costos se incrementan en forma desproporcionada. La grafica multiplica por diez el costo para 15 millones de habitantes y para 20 millones la proyección del costo lo encarece alrededor de 20 veces. Lo que es una flagrante violación a los mandatos del Artículo 134 Constitucional.

Lo que es otra violación a otro mandato Constitucional. Ningún buen gobierno paga sobrecosto por prestar malos servicios. Todo sobrecosto viola el mandato Constitucional de administrar los recursos de la sociedad con eficiencia, eficacia y honradez y en todo caso los objetivos a los que debe destinarlos es beneficiar a la sociedad, mejorar las condiciones de vida de la población. No sostener una irreflexiva costumbre o un necio capricho político.

 Encima en nuestro caso se deben considerar varios asegunes: El primero es que la gráfica se refiere a prestar los servicios en forma adecuada, no como se prestan en la CDMX. Donde existe más infraestructura que recursos naturales y más estructura que infraestructura. Es la única ciudad del mundo que necesitó terminar un acuaférico para enterarse que no tenía agua para usarlo. Donde existe más tubería que agua y más alambrado que electricidad. Pero también existen más viviendas que tubería de agua o de drenaje, que distribución de electricidad, iluminación, banquetas, pavimento, transporte. Una gran cantidad de habitantes carece de todos los servicios y otros los reciben en forma esporádica y deficiente.

La gráfica se refiere a asentamientos en los que todos los habitantes cuenten con la infraestructura física necesaria para propiciar su bienestar y prosperidad material. Que todos cuenten con una vivienda digna, con agua potable, drenaje, electricidad y varias vías para llegar o salir o meter y sacar por varios caminos, lo que haga falta, con varios medios de transporte y de comunicación. Una ciudad funciona en la medida en que propicia el intercambio de bienes y personas. Y la CDMX ya es una ciudad congestionada, isquemica, en la que se pierde más tiempo en los traslados que en las actividades lucrativas. Déficit de tiempo que va en detrimento de las actividades no lucrativas, las personales o familiares de los habitantes. Que son las que lo humanizan y le dan sentido a su vida.

El diseño de mina, el control centralizado de la explotación del país, le vino como anillo al dedo al control político y monopolio hegemónico centralizado, lo que a su vez derivó en complacencia y ataraxia gubernamental. Una configuración que es opuesta a la republicana, al federalismo y la democracia. El principal freno que impide liberar al país del centralismo es que el sistema político no quiere soltar la concentración de la hegemonía central.

En vez de eso, la profundizan. La última Ley de la Planeación “Democrática” es una aberración conceptual, que por beneficiar anémicos y mezquinos intereses políticos, complica y agrava los desequilibrios del país. Al otorgar más recursos a donde existan más clientelas, en vez de invertirlos en desarrollar los espacios físicos con más posibilidades y que prometan más para más gente. Esa ley promociona las acciones clientelares de políticos que atraigan más población a su territorio o telaraña, al ser el incremento de población una forma en la que los políticos reciban más recursos, sin considerar la aglomeración de personas, el agotamiento de los recursos naturales locales, la inconveniencia de los espacios físicos, las malas condiciones de vida y la falta de expectativas, a la que someten a sus clientelas, a las victimas que atraen. Mientras más amoladas mejor. Más dóciles y manejables.

Desconcentrar y equilibrar el desarrollo del país reduce los costos de prestar los servicios públicos e incrementa el control sobre las variables que benefician a la sociedad y cuya administración son responsabilidad del gobierno. Incrementaría la recaudación de contribuciones, reduciría la informalidad y mejoraría la seguridad. La población viviría en mejores condiciones, con un mejor reparto de la riqueza, con más y mayores oportunidades y canales más abiertos de movilidad social, lo que favorece el bienestar, la prosperidad material y calidad de vida de los habitantes.

En otro orden de ideas, mientras más pequeño es algo es más fácil organizarlo, manejarlo, controlarlo y reorganizarlo cuando se desordena o desvía. Mientras más grande es más difícil organizarlo, manejarlo, controlarlo y reorganizarlo cuando se desordena o desvía. El costo de prestar los servicios públicos es óptimo cuando el tamaño del asentamiento se encuentra entre uno y cinco millones de habitantes. En ese mismo rango de habitantes la extensión territorial también permanece dentro de dimensiones humanas y manejables.

El superávit gubernamental que surja de reducir los costos de administrar los malos y deficientes servicios en las megalopolis, se deben usar para dotar a la población de nuevos lugares propicios, no solo de servicios básicos, sino también de la infraestructura que se encuentra rebasada en la Cuenca y sin forma de dotarlas. Mercados, parques, paseos, escuelas, bibliotecas, campos deportivos, centros culturales y recreativos, todos bien distribuidos y cercanos a las viviendas. Lo que favorece las actividades no lucrativas, personales y familiares que humanizan y le dan sentido y calidad a la vida de los habitantes.

Las malas condiciones en las que vive gran parte de la población de la Cuenca de México no se reducen a las condiciones físicas de las viviendas. También en tener que gastar más tiempo y recursos en traslados que en lo que son propiamente las actividades lucrativas. Y que los traslados y actividades lucrativas no le dejen tiempo para actividades no lucrativas. Como convivir con su familia y amigos, desarrollar actividades sociales, recreativas, culturales, deportivas o de ocio. Lo que deja ver la carencia de sentido que tiene el “costo humano” que el “experto” considera como el segundo problema de mudar al gobierno federal de la Cuenca de México. Según la definición de “humano”, que es el que entiende los problemas y necesidades ajenas, este “experto” no es humano, porque desconoce como se vive en la cuenca, los problemas, necesidades y calidad de vida de una gran cantidad de habitantes de la Cuenca de México y del resto del país y lo que humaniza a las personas.

Respecto a que el “experto” considera como tercer problema, que “no le parece justo generar actividad económica en el resto de la república a costa de destruir fuentes de ingreso en la Ciudad de México”. Además, que es de inteligencia y justicia elemental destruir las fuentes de ingreso que se sustentan sobre bases ficticias o perniciosas, como es expoliar la riqueza creada en otra parte, se debe pensar en lo que es mejor para todo el país. El beneficio sería mucho mayor para un mucho más grande número de personas, que a las que se perjudicaría de forma momentánea.

El desconcentrar al país y equilibrar el desarrollo no solo mejora las condiciones de vida de la población, sino que reduce costos y destraba el avance social. El país tiene un crecimiento económico mediocre, a la vez que se degradan las condiciones de vida de la población dentro y fuera de la Cuenca, porque la infraestructura física colonial opera como una faja que estrangula el desarrollo nacional. Causa esclerosis y retroceso social. El rebase de los recursos espaciales y naturales de las principales ciudades limita, complica y encarece la administración de los asentamientos y las actividades lucrativas y no lucrativas de la población.

Dejar de dilapidar esfuerzo y recursos en empeños irracionales y desesperanzados, que sacrifican esperanzas donde las hay, expolian y acarrean recursos, naturales y de capital, para mantener la vida artificial de ciudades decadentes en cuencas moribundas, es lo que hace falta para destrabar el desarrollo político, económico y social del país.

Según el “experto” el equipo de Margarita Zavala buscó alrededor del mundo ejemplos exitosos de descentralización de oficinas federales y no pudieron encontrar uno. Que al contrario, en el mundo se ha privilegiado la idea de concentrar las oficinas de gobierno en un solo lugar. Lo interesante es el primer ejemplo que da: Brasilia. Ya que hasta 1960, la capital de Brasil era Río de Janeiro y Brasilia se empezó a construir en 1956 y se inauguró en 1960.

Lugar donde en efecto, se encuentran los tres poderes, pero lo interesante son dos detalles que se deben aclarar. El primero es que lo que requiere el país no es fragmentar y separar al gobierno. No se trata de castigar a escuincles mal portados, apartando y parando a cada uno viendo al rincón en una esquina diferente del salón. El problema no es desmembrar y alejar a las partes del gobierno, sino desconcentrar la Cuenca de México. No perder de vista que el problema de fondo es resolver la aglomeración de población en una ciudad decadente en una cuenca moribunda.

Y estamos de acuerdo en que es una mala idea mudar a partes del gobierno federal a ciudades coloniales. Porque lo que hace falta no es dar un brinco de sapo, que siempre caen en el mismo lugar, sino construir ciudades nuevas en sitios nuevos, en lugares que cuenten con espacio, recursos naturales, morfología y condiciones propicias para establecer asentamientos urbanos que favorezcan el bienestar, prosperidad material y calidad de vida de los habitantes. No otra ciudad nueva, sino varias ciudades nuevas, para descongestionar a todas las que ya tienen rebasadas sus capacidades físicas naturales. 

Lo que requiere el país es una nueva planeación física del territorio, una racionalización del uso del territorio hecha desde un punto de vista distinto y con objetivos diferentes, de la planeación colonial. Una planeación física del territorio pensada para propiciar el bienestar, prosperidad material y calidad de vida de la población. Una que cumpla con los mandatos del tercer párrafo del Artículo 27 Constitucional y los del Artículo 134 Constitucional.

Otra arista del problema es la cantidad de personas, que actualmente “trabajan” en la administración pública federal y que según el “experto” son 1.7 millones. Lo que saca a la superficie otro problema gubernamental que debe resolverse: la obesidad e ineficiencia gubernamental. No es inteligente dejar intacto y menos mudar al gobierno junto con todas sus enfermedades y taras. Sino que lo racional es aprovechar el lance para hacer una reingeniería del gobierno federal en todos sentidos. Para mudar solamente al personal que si es necesario y que si trabaja, que si devenga el salario.

Lo que evoca a la tan cacareada a la vez que soslayada, “obesidad gubernamental” y la expone como parte sustancial del problema y no expresada de los compromisos de campaña. La austeridad gubernamental es una fracción del compromiso que tiene todo el que maneja dinero ajeno de no dilapidarlo. Que es lo que hace un gobierno que mantiene más personal del estrictamente necesario o que no retribuye lo que cobra. En la nomina gubernamental existe una gran cantidad de personal que cobra por desarrollar tareas innecesarias o a cambio de tiempo parcial de reclusión, además de los que sin ambages son “aviadores”.

Los gobiernos “revolucionarios” opinaban que “donde come uno comen dos” y tenían la idea que el presupuesto gubernamental es inagotable. Y en una clara demostración que no sabían en que gastarlo, que era lo que más beneficiaba a la sociedad, creyeron que aumentar la planta laboral gubernamental era una forma de crear empleos y distribuir riqueza. Sin darse cuenta que lastraban y entorpecían la labor gubernamental y paradójicamente la creación de riqueza y el desarrollo del país. Por lo que la principal medida de austeridad debe ser reducir la planta laboral gubernamental a la real dimensión de los que si son necesarios y si desquitan lo que cuestan. Lo que además es otra forma de cumplir con el Artículo 134 Constitucional.

Reducción de personal que además facilita la desconcentración gubernamental, porque si consideramos a cuatro personas por familia de una planta laboral de 1.7 millones, estaríamos hablando de una población de 6.8 millones de personas. Lo cual, solo con los empleados del gobierno se rebasa el límite superior de la cantidad de población para la que es óptimo el costo de administrar un asentamiento y la prestación adecuada de los servicios públicos. Y falta considerar a todo el resto de habitantes que suministren productos o preste servicios a los servidores públicos.

Adicionalmente, no hace mucho se cacareó la hechura de un “presupuesto base cero” que tal parece que resultó el pregón de otro salto de sapo. La “Cuarta Transformación” puede adquirir la profundidad de un verdadero cambio de fondo si se reevalúan todos los programas y gastos del gobierno, para hacerlo eficaz y eficiente, es decir, para que cumpla en todos sentidos con el Artículo 134 Constitucional. El exceso de personal no solo encarece la labor gubernamental, sino que la entorpece y complica y duplicar tareas o gastar en labores o cosas innecesarias es un despilfarro de recursos que se deben usar en fines que den mejores resultados. Es mejor contar con menos empleados, solo los necesarios y bien pagados, que muchos mal pagados, que se estorban y enredan mutuamente y solo hacer lo que si funciona y dé los mejores resultados. El problema es que hacer con los que sobran y están mal acostumbrados. Pero siempre es mejor enfrentar y resolver un problema lo antes posible, que dejarlo crecer y complicar. 

Una dimensión del problema aflora al revisar los números de Washington, D.C., la capital de USA, según la Oficina del Censo de los Estados Unidos, en 2013, la población del Distrito de Columbia era 646 449 habitantes y la población del área metropolitana que forma junto a Baltimore excede los 8 millones. Como se ve rebasa los 5 millones para los que el costo de administrar y prestar servicios es óptimo, pero es menos de la mitad de los 20 millones de habitantes. Con todo y que allí se encuentran las sedes del Banco Mundial, el FMI, la OEA, el BID y otras instituciones nacionales e internacionales, además de asociaciones profesionales y sindicatos, el complejo de museos más grande del mundo, con el Instituto Smithsoniano, galerías de arte, universidades, catedrales, centros e instituciones de arte dramático y escenarios de música.

Otros números reveladores son que en comparación con el resto del país, Washington D. C. esta en último lugar en cuanto a superficie, pero con tres ríos, penúltimo en cuanto a población y primero en densidad de población. Pero de todas las cifras la que más llama la atención, es que la capital de los USA se encuentra en el lugar numero 35 de 50, en cuanto a producto interno bruto. USA es poderoso y una potencia porque su producto interno bruto no se produce en la capital. ¿Otra contabilidad? Entre las funciones de una capital no esta crear plusvalor. Al comparar a un país con un barco, uno es el cuarto de máquinas y otra la cabina de mando. Y cuando se tienen claras las diferencias y cada parte cumple su función, el barco no solo flota, sino que además navega. Quí nos conformamos con que flote, aunque no navegue.

Otra cifra interesante es que a Brasilia la construyeron en cuatro años. Aquí ni siquiera podemos construir un aeropuerto en ese tiempo. Y no duden que al final vaya a costar más que la ciudad de Brasilia. Por la simple y sencilla necedad de construirlo en el peor lugar del país. Por el irracional afán de ir contra la Naturaleza. El otro día en un noticiero escuche a un bárbaro, que no vale la pena identificar, que muy orondo presumía de conocedor diciendo que el suelo donde se construye en NAICM “es jaboncillo”. Lo que exhibe su ignorancia. Los suelos se clasifican en todo el mundo con el Sistema Unificado de Clasificación de Suelos (SUCS). Los que usan nombres inventados que no significan ni caracterizan nada son salvajes ignorantes. Habrá que avisarle que no intente bañarse con la arcilla del ex lago de Texcoco. Y quien sabe, a lo mejor lo acostumbra.

Pues este bruto, después de presumir su ignorancia con lo del “jaboncillo”, argumento a favor de ubicar el NAICM en Texcoco, sacando el pecho que para eso “contamos con los mejores ingenieros del mundo”. Con lo que comprueba, que los ignorantes más brutos creen que la labor de los ingenieros es hacer que vuelen los aviones que ellos inventan. Y los mejores médicos son los que firman las recetas que ellos les piden.  Por qué creen que la Línea Dorada costó lo que costó, tardó lo que tardó y opera como opera,

Una definición de ingeniero dice que es el que hace con un peso lo que un ignorante hace con dos. Aquí se confunden con los lambiscones, mercenarios y charlatanes que se ostentan como ingenieros y se prestan a materializar los delirios de políticos y empresarios mareados que cuestan mucho más y con resultados desastrosos para todos. La labor del ingeniero no es materializar delirios de legos, sino mostrar lo mejor. Y en el caso de la infraestructura y la obra pública el verdadero cliente no es el político que contrata y pide caprichos, sino la sociedad a la que finalmente servimos o deberíamos servir todos. Este país tiene un enorme déficit de profesionales con capacidad y principios. Inteligencia, dignidad, ética y valores. 

Liga del artículo anterior sobre el NAICM, complementario sobre los ingenieros

http://grillaenelpoder.com/31/index.php/columnas/columnistas/1669-polemica-por-angel-pujalte-pineiro-la-inteligencia-nacional

Liga del artículo sobre el intento del colegio para impulsar una ley de profesiones a modo.

http://www.grillaenelpoder.com.mx/news/index.php/columnas/columnistas/1519-inviable-iniciativa-de-ley-de-profesiones-que-pone-la-iglesia-en-manos-de-lutero

Sigo trabajando en el libro “Ley de Obras Públicas, fundamentos y complementos”. El análisis de una ley que funciona como herramienta predilecta de corrupción, por su impunidad y la cuantía de los recursos que permite desviar. Por lo que he dejado pasar muchas cosas, pero no podía dejar pasar esto. 

https://angelpujaltepineiro.com/ , Autor de: La infracultura en la construcción, La anomia, Disección de la Ley de Obras Publicas y Servicios Relacionados con las Mismas, ¿A dónde Vamos, México? ¡Fe de Erratas del Desarrollo Nacional! y en proceso de publicación: Ley de Obras Públicas, fundamentos y complementos, El descalabro de la razón y Geopolítica, la hermana perversa de la Ingeniería Civil.