Por las calles de la Ciudad de México crece la percepción de que si los nueve alcaldes antimorenistas que gobernarán a poco más de cuatro millones de capitalinos a partir del mes de octubre lo hacen bien, el destino del partido que fundó el presidente Andrés Manuel López Obrador puede sufrir un golpe electoral más drástico de lo que recibió el pasado seis de junio…

Estos comentarios surgieron a partir de la tunda que recibieron cuatro alcaldes panistas el martes pasado en las afueras de la cámara de diputados local, donde, a querer o no, los hilillos de sangre que bañaron el rostro de la alcaldesa electa Lía Limón, como consecuencia de los golpes que le propinaron policías que antes se llamaban granaderos, enviaron señales de cómo serán tratados en los próximos tres años los gobernantes contrarios a Morena…

Recuérdese que este tipo de agresiones las sufrieron los perredistas que ahora se etiquetan de morenistas y es precisamente que al emular a sus eternos enemigos políticos, tantito por revancha y tantito por temor de volver a su antiguo status social y económico, inyecta el tradicional y justo criterio del pueblo, sabio y mucha pieza, en el sentido de que “todos son iguales”…

¿O alguien lo duda con esas pruebas?...