Por la señal de la Santa Cruz… hincada frente a una ofrenda del día de muertos se persigna una mujer de unos 50 años, en un domicilio particular del pueblo de San Bartolomé Xicomulco, en la delegación Milpa Alta, mientras en una penca de maguey enciende y acomoda una cera de un medio metro de largo en honor de Miguel, un vecino del pueblo en su primer festejo del uno y dos de noviembre.

La escena se repite a lo largo del día, amigos y vecinos del pueblo acompañados de sus familias, se hincan en el altar llevando una cera y rezando unos minutos en la ofrenda del día de muertos, dedicada al difunto que tiene escasamente medio año de fallecido por un accidente de trabajo.

Cañas, pan de muerto, naranjas, revoltijo, arroz, plátano, manzanas, entre otros alimentos son adornados con papel picado de colores alusivos a las festividades, ofrenda complementada con un cristo de madera al centro de la mesa, mientas que en las esquinas de la misma hay floreros con cempasúchil, con la “flor de muertos”.

Las pencas que sirven de base para las ceras son dos, las cuales tienen agujeros para clavar ahí las velas, estas son encendidas y remplazadas por los visitantes conforme van llegando a la ofrenda. A pesar de que no se han terminado de quemar, estas son almacenadas en un costado de la mesa.

Cada uno de los visitantes da el pésame a los familiares del difunto, los cuales son agasajados con arroz y revoltijo, los aromas se mezclan a fiesta y difunto, pues la tradición de este pueblo marca que se debe de atender a los invitados como si estuvieran en una reunión familiar, el ambiente es solemne, los platillos son exquisitos, todos gozando de la visita del recién fallecido, la visita del espíritu del hermano de mi amigo.   

El espíritu llegó a tiempo, guiado por un camino de pétalos de cempasúchil desde la entrada del domicilio hasta el altar en el primer piso, los invitados también se guían por ese amarillo tan característico de la flor de muertos, que después de orar en el altar, se sientan en las mesas dispuestas para ser atendidos por mi amigo, sus hermanos y sus papás: Les sirven de grandes cazuelas de barro, calentadas en fogones con leña, todos platican, casi murmuran, mientras comen.

El transitar de gente es interminable, parece que todo el pueblo está llegando a la ofrenda, Elías mi amigo y su familia, no dejan de recibir palabras de aliento, las mesas por momentos son insuficientes, en otros quedan casi vacías, los anfitriones se mueven de un lado a otro atendiendo a los presentes, manos les faltan, preparan más agua, dan de beber a los adultos cerveza, a los niños agua de limón, mientras uno de ellos sopla a los fogones para reavivar el fuego para preparar más arroz.

La jornada es larga, la noche apenas empieza y la gente sigue llegando, lo más probable es que no duerman. La velada continuó, los visitantes hasta altas horas de la noche dejaron de llegar, pero hubo quienes se quedaron toda la noche acompañando a los familiares de Miguel.

Ya pasada la media noche se nos sirvió café negro de olla, elaborado en los fogones de leña, mientras los preparativos para visitar la tumba de Miguel iniciaron. Las ceras acumuladas son empacadas, las flores atadas, para ser transportadas.

A las siete de la mañana del día dos de noviembre, todos los habitantes de San Bartolomé Xicomulco, se dan cita en el panteón del pueblo para continuar con la celebración del día de muertos. Ahí los moradores rodean las tumbas de sus seres queridos con ceras y las encienden, mientras el sacerdote del pueblo oficia una misa para todos los difuntos.

En el caso de los fallecidos recientemente y en su primer festejo de día de muertos, sus tumbas son iluminadas con las ceras dejadas por vecinos y amigos de la comunidad en su ofrenda, mientras que el resto de los sepulcros, son iluminadas con ceras compradas por familiares y amigos cercanos.

El panteón está vestido de amarillo y otros colores por las flores, el aroma a cera e incienso es intenso, combinado con los perfumes de las flores, mientras los presentes en todas las tumbas rezan y algunos hasta lloran, el cielo se ilumina conforme va saliendo el sol, el ir y venir de gente por entre las tumbas es constante, Elías entre deja salir una sonrisa de nostalgia, mientras abraza a su madre y hermanos, extrañan a Miguel…