*Sincronía vs fracaso
La sincronía permite que dos o más hechos coincidan en espacio y tiempo ya sea porque tienen un ritmo similar o porque una planeación o acuerdo lo provoca.
Este concepto ha revoloteado en mi mente desde hace buen tiempo.
Para que dos personas se encuentren, han de pasar por el mismo sitio a la misma hora, si no, es difícil que el aroma del rastro de la presencia de uno de ellos sea sustituto a la palabra viva que puede generar el encuentro físico.
Para que nuestro coche avance cuando se ponga el semáforo en verde, tenemos que estar listos para accionarlo, si intentamos avanzar en rojo, tendremos un accidente, si dejamos pasar el verde, ahí permaneceremos aguantando los pitidos de los que están en la fila.
La sincronía es algo muy simple, pero a la vez difícil de obtener. Damos por sentado que es algo fácil de lograr y no lo es. Sabemos que si por distracción, quién no se dedica a enviar mensajes por WP aprovechando el rojo en el semáforo, se nos pasa un turno en el crucero, a los pocos minutos vendrá otro. Si no logramos coincidir con la persona esperada, hay siempre la posibilidad de concertar otra cita. Pero no todos vivimos al mismo ritmo. No todos estamos inmersos dentro del mismo encuadre del espacio y del tiempo. Hay procesos que tienen ciclos amplios, ciclos medios y ciclos inmediatos por poner solo tres dimensiones y no complicarlo de más. El clima es un ejemplo claro, el gobierno es otro.
Por salud cívica, hemos dividido el poder ejecutivo en tres niveles. El del gobierno federal, el del estado o provincia y el municipal. Cada uno con sus atribuciones, sus objetivos, sus límites y sus responsabilidades. Eso está bien y es deseable.
Explicándolo como un reloj digamos que el gobierno federal representa la manecilla corta de las horas, el estatal o provincial la intermedia de los minutos y el municipal la más larga, la de los segundos.
El gobierno federal se mueve más lento porque sus responsabilidades son de una trascendencia tal que requieren de mucha reflexión, estudio y suficiente consenso.
El gobierno estatal es el enlace entre el federal y el municipal y además tiene su agenda propia que en algunos casos intenta defender por encima de la de los otros dos niveles de gobierno.
El municipio, el que me interesa más pues mi vida diaria ocurre en mi ciudad con sus problemas concretos del día a día, es el que lidia con toda la organización de lo que nos atañe en nuestra existencia y no tiene ni las facultades ni las atribuciones para enfrentar lo que a diario se le viene encima y nos importa.
Toda la opinión pública está obnubilada con los temas nacionales y estatales, recordamos al municipio sólo para reclamar lo que hace falta. Es en el municipio en donde se construye, en la realidad, paso a paso, el estado o provincia y por ende, la Nación.
El municipio es la manecilla larga que, segundo a segundo, viaja rauda para completar los minutos. Es en cada minuto, y por espacio de tan solo un segundo, que logra captar la atención del estado o provincia para resolver los problemas que detecto en la ciudad en los anteriores 59 segundos.
El estado o provincia toma nota, en ese escaso segundo, de los problemas del municipio y los pone en su lista para meditar, en los sesenta minutos que su manecilla intermedia tarda para recorrer un ciclo, los problemas de todo el estado o provincia y hacer un resumen o propuesta para, cada hora, aprovechar el minuto que el gobierno federal le concede para revisar su situación.
Sí, el gobierno federal representa la manecilla pequeña que tarda 24 horas en recorrer su ciclo, sus responsabilidades son enormes, tiene que estar al tanto de todo y de todos, así que tiene sólo un minuto cada hora para escuchar los problemas y las propuestas del estado o provincia.
Algo no funciona. Tenemos un severo problema de sincronía.
O tenemos mal delimitadas las atribuciones y responsabilidades, o hemos decidido de la peor manera la medición del tiempo, o no sabemos de administración.
En algunos países exitosos, han bajado al nivel municipal las facultades y las responsabilidades de casi todo, hasta de la educación con extraordinarios resultados.
Hay casos en los que se complica aún más el asunto.
Cuando un municipio está entretejido a otro municipio de otro estado o provincia, tiene que esperar a que la manecilla de su segundero coincida con similar proceso pero en otro reloj para que su estado o provincia vecino escuche a su municipio vecino y se ponga a diseñar una solución urgente del día a día que enfrentan los dos municipios vecinos en conjunto y cuando por fin, los milagros si ocurren, se logra la atención del gobierno federal para atender el mismo problema que tienen dos municipios (dueños de los segundos) y que por milagro lograron que sus dos diferentes estados o provincias (dueños de los minutos) le pidan su atención al gobierno federal (dueño de las horas) se produce un verdadero ensueño que alimenta la esperanza de los olvidados.
Pero de pronto, ante el azoro, la consternación, la angustia, el pánico, la desdicha, el pasmo de los expectantes, el gobierno federal toma el proyecto tan llevado y traído, con sus hojas tan manchadas y roídas, tan estiradas, tan fotocopiadas, tan anheladas, frente al micrófono ante una comunidad expectante y esperanzada, el Presidente, agobiado por el sol inclemente, que para nosotros es rutina, usa nuestro proyecto inter municipal para hacerse aire intentando escapar del calor del momento mientras, aterrados, vemos como las hojas se van desprendiendo al tiempo que su majestad se abanica.
Sin respirar, atestiguamos como un remolino las eleva, las va reborujando en el aire y las desperdiga por el horizonte mientras aturdidos, aguantando el desmayo, nos damos cuenta de cómo el anhelo tan urgente, tan esperado, tan deseado, tan necesario, se esfuma en la tolvanera del sinsentido.
Algo no funciona, no sé si se requiera algo así como un psiquiatra de lo público, una reingeniería de los procesos o de plano que un buen filósofo nos explique que hemos sido atrapados dentro del guion de Alicia en el país de las maravillas.
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