Aunque bajo el término del graffiti hay distintas expresiones, actores y temporalidades, en general se le asocia con vandalismo y otras connotaciones negativas. Debido al impacto que tienen sobre el patrimonio cultural, Yareli Jáidar Benavides, investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM, resaltó la importancia de estudiar los materiales empleados en estas muestras.
La académica añadió en entrevista que además se deben analizar los productos antigraffiti utilizados como opción para prevenir “pintas” en fachadas de edificios históricos o murales, y evaluar los sistemas de limpieza y/o remoción de la pintura empleada determinando los pros y contras de cada proceso. “De esta manera se le dan herramientas a quienes toman las decisiones sobre el patrimonio”.
Es por esto que la colaboración de los institutos nacionales de Antropología e Historia (INAH) y de Bellas Artes y Literatura (INBAL) con el IIE es fundamental, ya que por tiempo y carga de trabajo dichas instituciones no pueden estudiar a detalle estos aspectos.
Por ello, la universitaria desarrolla en el IIE el proyecto “La toma de decisiones en torno al graffiti y sus implicaciones en la materialidad del patrimonio cultural”, que forma parte del Laboratorio Nacional de Ciencias para la Investigación y la Conservación del Patrimonio Cultural (LANCIC), donde también participan los institutos de Física y de Química de la UNAM, así como el Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares.
Dichas entidades académicas estudian de manera multidisciplinaria estos y otros temas como la conservación de estas expresiones.
Su trabajo, detalló la restauradora de arte con especialidad en ciencia para la conservación y en el estudio de materiales, tiene varias vertientes.
Además se requiere crear un seminario permanente en el IIE en torno al tema, donde también se examine al graffiti en sus distintas categorías: arqueológico (de zonas prehispánicas); histórico (presente, por ejemplo en conventos); el de los cholos y chicanos; el de las urbes (cultura de graffiti de escritores), legal e ilegal; el político y social; los actos lúdicos y de ocio; el arte urbano; el muralismo, entre otros; donde participen especialistas de diferentes disciplinas e instituciones como el INAH, el INBAL, investigadores y practicantes del graffiti.
Al respecto, Jáidar Benavides recordó que hay numerosos tipos de exhibiciones, por ejemplo las llamadas “firmas”, “bombas” o “piezas” que se ven en las calles de las ciudades surgieron en Nueva York. Las primeras son los nombres y apodos de personas, que se repiten en distintas zonas de una urbe, en lugares de difícil acceso y con una grafía complicada; las segundas conforman un estilo de escritura redondeado y a color, o bien, están las piezas mucho más complicadas en su elaboración.
En las metrópolis también se registra el llamado arte urbano, que la gente acepta porque lo entiende más; incluye figuras o imágenes agradables a la vista que pueden llegar al muralismo y que se realizan, incluso, bajo encargo del gobierno, como las cortinas de los negocios en el Centro Histórico o avenidas como Tlalpan.
Es importante entender esas manifestaciones, y no quedarnos con que se trata solo de vandalismo; está en discusión el uso del espacio público y por qué sí puede haber exposiciones de los partidos políticos en las bardas, y no de la ciudadanía, por ejemplo.
Yareli Jáidar precisó que además de los tipos de materiales que se emplean para elaborar graffitis, se debe investigar su cronología y cómo han ido variando su composición, ya que los aerosoles evolucionaron en los aspectos químico e industrial.
Cuando sea necesario quitarlos, se debe saber cómo hacerlo y cuáles son las mejores técnicas de eliminación porque en ocasiones las acciones y procedimientos de las autoridades son reactivos; por ejemplo, se remueven con técnicas abrasivas que acaba dañando más la superficie, o con el uso de solventes o removedores quedando manchas, sobre todo si es roca porosa, por esto la importancia de que estos procedimientos se lleven a cabo por especialistas en el cuidado del patrimonio cultural.
Siempre, acotó, hay que evaluar los sistemas de remoción. No obstante, es imposible elaborar un manual o recetas de cómo quitarlos, porque no es lo mismo el mural de Siqueiros en la Rectoría que los pedestales de piedra en Paseo de la Reforma, o la fachada de Palacio Nacional. En el primer caso, por ejemplo, se pone pintura sobre pintura y el proceso de restauración es muy complejo, ya que si se usa solvente se puede dañar la pintura original. “Es muy delicado, caro, e implica tiempo y un cierto riesgo”.
Hay que partir del diagnóstico de un equipo interdisciplinario para que la intervención se haga de manera integral, a fin de identificar cuál es la problemática de la estructura, del soporte, de la pintura, evaluar si hay un daño y así tomar decisiones. Por eso serían importantes las herramientas que proporciona el análisis de los materiales.
Como parte de este proyecto también se planea elaborar la historia del graffiti en México, con la respectiva exposición y publicación. “Las investigaciones no deben limitarse a la eliminación del graffiti, sino entender quién lo hace y para quién lo hace”.
Estas muestras no van a desaparecer. Desde que existen las sociedades están. Se trata de un fenómeno social con el que podemos estar o no de acuerdo, pero que existe por una necesidad de expresión y uso del espacio público, que también es un derecho. Pensar que son solo vandalismo, es muestra de la falta de información, opinó.
En ocasiones, en efecto, se trata de una acción transgresora, ilegal, irreverente; en otros, es completamente legal, finalizó Jáidar Benavides.