Nun cho go, el bebé mamut lanudo encontrado recientemente en un yacimiento de oro, en Yukón, Canadá, el más completo hallado en norteamérica, es interesante por su estado de conservación; esto permite, a diferencia de los huesos, hacer inferencias directas, afirmó el investigador del Instituto de Geología de la UNAM, Víctor Adrián Pérez Crespo.

“Los hallazgos en aquel país, Alaska y el norte de Siberia, tienen algo en común: las condiciones donde vivían esos animales –eran y son zonas muy frías– han permitido que su preservación sea muy importante y que podamos encontrar tejido, carne, contrariamente a lo que ocurre en México”, donde regularmente se descubren sólo huesos, argumentó.

Aunque este no es el primer ejemplar completo que rescatan los paleontólogos –en Rusia, en 2007, se encontró otro bien conservado–, el de Canadá tiene un estado de preservación mayor.

Se podrían hacer análisis de tipo molecular; es decir, secuenciar su ADN, además de conocer qué comían o el tipo de plantas que pudo existir en la tundra hace 11 mil años, algunas quizá extintas, y saber más de su distribución. O bien, estudios para entender cómo evolucionaron los proboscidios, el orden de los mamíferos al cual pertenecen los elefantes.

Sin embargo, aclaró, el ADN es una molécula frágil y lograr “revivir” a la especie sería complicado; además hay que tomar en cuenta el aspecto ético y preguntarse qué tan conveniente sería tener un animal en un entorno donde el ambiente es completamente diferente al que existía en el Pleistoceno.

Este hallazgo nos ayudará a entender mejor a esta especie en particular, pero también a tener una “fotografía” de hace miles de años que ayudará a reconstruir parte de la historia de la vida en la Tierra, sostuvo Víctor Adrián Pérez.

Sobrevivió un tiempo más

El experto explicó que a diferencia de lo que comúnmente se cree, el mamut lanudo (Mammuthus primigenius) nunca habitó en México. Era una especie que estaba adaptada para vivir en las condiciones frías de la tundra y, debido a esto, tenía una abundante capa de pelo, lo cual le permitía resguardarse del frío extremo, sin omitir que poseía una gruesa capa de grasa por debajo de la piel, semejante a la de los osos polares, para conservar el calor. Ese mamut se alimentaba de pastos y hojas de arbustos. Su distribución “la vamos a encontrar en Europa, en el norte de Asia y Canadá, Alaska y hasta la parte norte de Estados Unidos”.

Además, se trataba de un animal que medía de 2.5 a tres metros de altura, más pequeño que el mamut colombino (Mammuthus columbi), especie que habitó en nuestro territorio, el cual llegaba a medir de cuatro a 4.5 metros de altura.

Los últimos ejemplares del mamut lanudo desaparecieron hace aproximadamente cinco mil años; en la época del antiguo Egipto todavía había algunos. Y se han encontrado restos, relativamente recientes, de seis mil o siete mil años, en algunas islas de Rusia y Alaska, lo que indica que no desapareció al final del Pleistoceno, sino que sobrevivió un tiempo más.

Se desconocen las causas de su extinción. Al respecto, el científico explicó que existen algunas hipótesis y la primera indica que se debió al cambio climático, a la fluctuación de la temperatura registrada entonces y que, además, provocó la extinción de otras especies.

Otra refiere que fue a causa de la acción directa del ser humano: los cazaban para consumir su carne, utilizar su piel para vestir y sus huesos para hacer herramientas. “La caza excesiva pudo llevarlos a la extinción”, detalló Pérez Crespo.

De igual manera, algunas propuestas señalan que, al transportar animales a lugares donde no es su sitio de distribución, deliberada o accidentalmente, se propagaron enfermedades que afectaron a los mamuts y otras especies. Finalmente se plantea como posible causa, el impacto de un meteorito o cometa hace 11 mil años; pero en realidad no hay certeza de ninguna.

Hallazgos prometedores

En la Universidad, añadió, se estudian los restos de mamuts y otras especies del Pleistoceno para tratar de determinar cuál fue el ambiente en el cual se depositaron y, eventualmente, si hubo modificaciones en sus restos realizadas por los humanos; es decir, cómo interactuaron.

También se llevan a cabo trabajos sobre los hábitos alimenticios de los animales, mediante el desgaste dental a nivel micro y macro (porque algunos herbívoros se alimentan de pastos, hojas, frutas, y eso sirve para determinar su dieta con toda precisión); además, análisis biogeoquímicos. De igual modo, se trata de determinar si migraban, como lo hacen los elefantes, abundó Pérez Crespo.

El Instituto de Geología de la UNAM resguarda la Colección Nacional de Paleontología, cuyas piezas provienen de las colectas efectuadas por investigadores universitarios. Pero sus académicos también participan en proyectos, como el de La prehistoria y paleoambiente del noroeste de la Cuenca de México, que incluye los sitios de Santa Lucía y Tultepec, donde se han encontrado decenas de mamuts cuya curación y custodia están a cargo del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

En ellos, “es muy prometedor que se encuentren biomoléculas; estaríamos esperando algún resultado al respecto”, dijo el científico participante en el proyecto.

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