Clara Bargellini Cioni, integrante del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM, fue nombrada miembro honorífico de la Academia Mexicana de la Historia, correspondiente de la Real de Madrid.

Se trata, en palabras de la destacada historiadora del arte, de “un honor que no me esperaba; lo agradezco mucho a los colegas que forman parte de esa prestigiada institución, de enorme tradición en México, país donde he desarrollado la mayor parte de mi carrera y que posee un patrimonio artístico y arquitectónico enorme, que vale la pena conocer más”.

La universitaria refirió que la historia del arte es la de los objetos y la de quienes los crearon; es decir, de los artistas. “Eso nos lleva a interesarnos en aspectos distintos a los que ocupan los esfuerzos de los historiadores. Para nosotros, por ejemplo, es muy importante el desarrollo de las tecnologías y el uso de materiales”.

Ahora, como parte de ese grupo de reconocidos estudiosos, podrá acceder a ese espacio privilegiado de intercambio de conocimientos entre profesionales de la historia.

Para Clara Bargellini Cioni el arte es una expresión humana no lingüística que cualquiera puede apreciar, aunque no conozca la lengua del país donde se ubica; que entra por los ojos y va directamente a la cabeza y al corazón. Pero es también una vía privilegiada para adquirir un conocimiento profundo de la historia.

La investigadora nació en Florencia, Italia, cuna del Renacimiento, donde las artes y la arquitectura florecieron a plenitud. Por ello, desde muy pequeña se interesó en la disciplina a la que ha dedicado su vida. “Ahí crecí; siempre me ha interesado el arte, no puede uno evitarlo”.

Llegó a vivir a nuestro país, a Chihuahua, porque se casó con un mexicano. Es doctora en Historia del Arte por la Universidad de Harvard, donde estudió el arte medieval de Italia; de inmediato se interesó por las expresiones de la Colonia que eran más cercanas a lo que había investigado.

Quedó cautivada por el enorme patrimonio artístico y arquitectónico, retablos, esculturas, catedrales, parroquias y misiones del periodo virreinal, pero también se dio cuenta de que pocas personas se habían dedicado a estudiar esa riqueza cultural del norte del país. “Era un aliciente saber qué era todo eso, quién lo había hecho, por qué, cuándo; todo eso me llamó la atención”.

Considera que, por ejemplo, el IIE, donde trabaja “desde hace muchos años (1979), es un gran centro de investigación, pero si uno piensa en la riqueza cultural de México, en realidad somos muy pocos especialistas”.

Bargellini Cioni también se ha dedicado a la conservación del arte. La primera vez que realizó esa labor fue durante la inundación que sufrió su ciudad natal, en 1966, debido al desbordamiento del río Arno.

“Era estudiante cuando ocurrió aquel suceso. En Florencia tenemos un sentido de propiedad, de un gran legado artístico, por lo que se abrieron muchos proyectos frente a la necesidad de rescatar y después restaurar las obras de arte. Ayudé en cosas mínimas, pero fue un ambiente muy interesante”, destacó.

No sólo era una situación de emergencia en la que era necesario salvaguardar el patrimonio, sino de aprendizaje, porque en los procesos de recuperación de las obras se debe conocer cómo se hicieron, con qué materiales, cuáles fueron los procedimientos, los procesos de la creación original, entre otros aspectos.

Ese fue uno de los frutos positivos de ese evento tan trágico. Se perdieron algunas, pero se ganó conocimiento sobre materiales y tecnologías artísticas antiguas, relató la experta.

La doctora Bargellini también desarrolló proyectos curatoriales, como el de El arte de las misiones del norte de la Nueva España 1600-1821 (2009). “Hacer exposiciones hace que uno ponga sus conocimientos no sólo al servicio de los objetos y su conservación, sino de su explicación. Me ha interesado transmitir el conocimiento sobre el arte a un público no especializado”, refiere.

La autora de libros y artículos sobre el arte y la arquitectura del norte de la Nueva España, incluyendo La catedral de Chihuahua (1984), La arquitectura de la plata: iglesias monumentales del centro-norte de México, 1640-1752 (1991), y La catedral de Saltillo: tiempo y espacio de un acervo (2005), actualmente ha retomado un trabajo que hizo hace años en el norte de México y en California.

En ese estado de la Unión Americana hay un interés renovado en las misiones franciscanas, que tienen colecciones muy interesantes, poco conocidas, de objetos que van del siglo XVIII al XXI, que no sólo se enviaron a la Alta California en tiempos virreinales, sino que se fueron acumulando a través de los años.

Relató que un incendio en una de las misiones llamó la atención sobre la necesidad de hacer trabajos de catalogación y “se está armando un proyecto al respecto”.

De igual manera, Bargellini estudia, desde hace algún tiempo, a un grabador que llegó a la Nueva España a principios del siglo XVII, Samuel Stradanus. “Poco a poco he ido descubriendo cosas de él y de la introducción del oficio y la técnica para hacer grabados”.

Para la universitaria las investigaciones comienzan con un objeto, un edificio, un grabado, etcétera, y la búsqueda de información para entenderlo más a fondo. Agregó que en México hay muchas obras en las que nadie ha indagado, y eso resulta aún de mayor interés.

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