El suelo es soporte de la vegetación en los ecosistemas terrestres, y con ello de todos los cultivos que son la base de nuestros alimentos. Se encarga de filtrar el agua de lluvia y retenerla para que esté disponible para las plantas, además de que retiene el líquido en el espacio donde se desarrollan las raíces y así lo provisiona a las plantas cuando no está lloviendo, explicó Christina Siebe Grabach, investigadora del Instituto de Geología (IG) de la UNAM.
Si está sano, puede infiltrar una parte importante del agua de lluvia y evitar que escurra sobre la superficie, lo que podría causar erosión, la cual es uno de los principales problemas de deterioro, ya sea hídrica o eólica, así como la salinización, que ocurre cuando se riega con líquido de mala calidad y tiene muchas sales solubles, y la pérdida de materia orgánica, que sucede cuando hay un exceso de labranza, detalló.
Algunas cifras
En México, las áreas urbanas y los asentamientos humanos ocupan una superficie aproximada de 1.85 millones de hectáreas, según datos del INEGI.
De acuerdo con cifras de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), en 2002 alrededor de 77.4 por ciento de la superficie nacional degradada estaba asociada con actividades agrícolas y pecuarias (38.7 por ciento cada una de ellas) y 16.4 por ciento a deforestación y remoción de la vegetación. El resto de la superficie degradada del país (alrededor de 5.3 millones de hectáreas, 6.1 por ciento de la afectada total) se debe a urbanización, sobreexplotación de la vegetación y actividades industriales.
A nivel de entidad federativa, estas actividades tienen un impacto diferente. Las agrícolas contribuyen más a la degradación en Aguascalientes (85.4 por ciento de su superficie degradada se debe a esta causa), Hidalgo (83.4) y Tlaxcala; el sobrepastoreo en Chihuahua (71.2 por ciento), Sonora (55.5) y Durango (52.2); la deforestación en Nayarit (42.8 por ciento), Campeche (38.6) y Chiapas (35.6), y la urbanización a la Ciudad de México (65.6 por ciento), Baja California Sur (29.8) y Baja California (26.2).
Es mejor prevenirla, porque rehabilitarlos tarda mucho tiempo. Un centímetro de suelo para formarse por procesos de intemperismo requiere entre 100 y 400 años dependiendo de las condiciones, señaló Siebe.
Muchos procesos llevan a la pérdida de varios centímetros en un solo ciclo vegetativo. Cuando hay malas prácticas de manejo se pueden erosionar hasta 5, 10 o más centímetros, y eso no se puede recuperar en poco tiempo, habría que esperar cientos y hasta miles de años para tener de nuevo formación de superficie, destacó.
Esfuerzos en la UNAM
En el grupo de trabajo Suelo y Ambiente del Instituto de Geología, Siebe y sus colegas laboran en campo para hacer diversos estudios del estado en la materia y sus afectaciones por la participación humana en el mismo.
“Primero hacemos una evaluación de la calidad del suelo, un diagnóstico y después emitimos recomendaciones para mejorar las prácticas de manejo y adecuarlas para evitar su degradación”, indicó.
En un observatorio en Valle del Mezquital (Hidalgo) determinan cómo cambian las características por el riego con agua residual. Es un recurso importante, porque aporta el líquido y nutrientes a una zona semiárida que antes era poco productiva. Sin embargo, el recurso hídrico también lleva organismos patógenos que pueden causar enfermedades, y contiene contaminantes, explicó.
Sus superficies tienen buena capacidad de filtrar y retenerlos; cuando se cargan demasiado permiten que pasen hacia los cultivos metales pesados o la diseminación de fármacos antibióticos y de genes de resistencia, un tema de relevancia para la salud pública.
Siebe y su grupo eligieron este lugar para su estudio porque es una zona que recibe la escorrentía y el agua residual de la zona metropolitana del Valle de México, y a nivel mundial es el área más grande y continua donde se aplican aguas residuales para riego, lo que la convierte en un laboratorio donde se pueden estudiar muy bien los procesos, detectar cuáles son benéficos y cuáles los riesgos, determinar la capacidad de carga de los suelos y cómo pueden filtrar tanto nutrientes como polución.
La especialista en edafología señaló que falta poner más atención en el suelo, pues en general la sociedad tiene una percepción vaga de lo que importa para la vida de las personas, otras especies y el planeta en general. Hay poca información sobre lo que significa que tenga buena calidad, señaló.
Grandes afectaciones
Sobre la cantidad de área afectada en México, lamentablemente no existe información precisa. La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) publicó en 2009 datos que hablan de hasta el 75 por ciento del territorio dañado, pero la metodología empleada para estas estimaciones es cuestionable. Actualmente se está trabajando en mejorarla, indicó la investigadora.
La edafóloga dijo que en todo el mundo se reportan datos de pérdida alarmantes, de tal forma que la FAO ha lanzado una iniciativa muy fuerte (Global Soil Partnership) para alertar sobre la extinción y promover en todos los niveles programas de conservación.
Siebe explicó que el cambio climático exacerba los procesos de erosión ya que eventos de lluvia extremos tienen una erosividad mayor, la escasez de agua llevará a dejar tierras sin riego y con ello sin cobertura, lo que puede aumentar la erosión por viento y por agua.
El cambio en la duración del ciclo vegetativo, sobre todo si se acorta, también puede aumentar la vulnerabilidad a la erosión. La falta de agua en zonas costeras puede promover la sobreexplotación de acuíferos, la cual a su vez fomenta la intrusión salina, llevando a utilizar aguas con mayor contenido de sal para el riego agrícola, finalizó.