Lo que se conoce como la “Conquista de México” en realidad fue sólo para Tenochtitlan, porque nuestro país no existía como tal, señalaron integrantes del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la UNAM, durante las Jornadas de Humanidades, “La conquista: revisiones incómodas”.
El 13 de agosto de 1521 es una fecha simbólica que no significó el fin del mundo indígena, sino del sitio a México-Tenochtitlan, y el inicio de distintos procesos históricos de gran envergadura que llegan hasta nuestros días y que han conformado a la nación plural y contradictoria que a veces somos.
Durante la inauguración, la coordinadora de Humanidades, Guadalupe Valencia García, explicó que con este encuentro -que se enmarca en el programa “México 500”-, se busca ofrecer una visión renovada y actualizada sobre el proceso de reconocimiento, conquista y colonización de México mediante mesas de reflexión con investigadores y estudiantes de bachillerato.
La directora de la Facultad de Filosofía y Letras, Frances Rodríguez Van Gort, agregó que el objetivo es cuestionar las interpretaciones simplistas sobre la Conquista y mostrar nuevas, que ponen de relieve la complejidad del proceso y la multiplicidad de actores que participaron.
A su vez, la directora del IIH, Elisa Speckman Guerra, consideró que iniciativas como esta permiten repensar y revisitar la historia bajo nuevas preguntas y contextos, además fortalecen la comunicación entre la comunidad académica y la presencia de la Universidad en la sociedad.
El mundo indígena no desapareció, cambió
Federico Navarrete Linares, del IIH, recordó que cuando 99 mil soldados indígenas y menos de mil españoles tomaron Tenochtitlan, “los únicos derrotados fueron los mexicas”. Tlaxcaltecas, texcocanos, chalcas, huejotzincas, cholultecas, zempoaltecas y demás aliados, no se consideraron vencidos.
Por ello, la idea de que la caída de México-Tenochtitlan marca un “parteaguas” en la historia nacional es insostenible. “Hay quienes han afirmado que a lo largo del siglo XVI hubo un colapso de la civilización mesoamericana y que las culturas indígenas posteriores no son más que sus vestigios, o que los europeos impusieron su cultura; eso es falso”. El mundo indígena no desapareció con la Conquista, pero sí cambió, y la primera gran transformación fue la imposición del catolicismo.
El imperio mexica no dominaba toda Mesoamérica ni lo que hoy es México; durante los siguientes años hubo campañas militares que también fueron mayoritariamente indígenas y permitieron conquistar otros territorios, como Michoacán, Oaxaca, Chiapas, Yucatán o Sinaloa. “Se habla de más de 50 conquistas tlaxcaltecas y españolas desde Nicaragua hasta Culiacán; juntos dominaron un territorio de miles de kilómetros, y eso sí es el origen de la Nueva España”.
En opinión del experto no hay que sobreestimar ni exagerar el poder de los españoles. En 1521 eran mil en un mundo de 10 millones de mesoamericanos y para fines de ese siglo no había más de 100 mil o 200 mil en la Nueva España. Nunca fueron más de 10 por ciento de la población a lo largo del periodo colonial. Incluso, llegaron más personas de origen africano que europeo; el contingente de esclavos fue grande, pero la mayoría de población siguió siendo indígena, hasta 70 por ciento al final del Virreinato.
Lo que inició en el siglo XVI fue un proceso de intercambios culturales y de redefinición de las identidades y las culturas que permanece hasta nuestros días. Llamarlo mestizaje es insuficiente; ya Mesoamérica era un mundo plural y con la Conquista esa pluralidad se potenció, añadió Navarrete Linares.
La imposición de la cultura hispana no fue completa. Ejemplo de ello es que el español no se impuso como lengua durante el periodo colonial. Al momento de la Independencia de México, en 1821, 70 por ciento de la población hablaba una lengua indígena, y probablemente el náhuatl era tan hablado como el español.
Martín Ríos Saloma, también de esa entidad académica, consideró que el 13 de agosto es una fecha simbólica que sirve al relato nacional para marcar “un antes y un después”, pero la historia no son fechas ni nombres, sino procesos. Así, el lapso que transcurre entre la primavera de 1519 y agosto de 1521 es apenas la primera fase del reconocimiento y colonización de estas tierras.
Fue un periodo importante, rico en acontecimientos políticos y militares, pero la Conquista no se reduce a esa perspectiva. Vinieron después procesos de naturaleza cultural que perviven hasta la actualidad.
Es necesario repensar lo que ocurrió y reconocer la amplia participación de las comunidades indígenas en el proceso de conquista, dejar de considerarlos como “objetos” pasivos de la historia que simplemente recibieron a los españoles, y considerarlos como actores sociales e históricos que respondieron a las nuevas realidades que se les presentaron.
Ríos Saloma dijo que en la visión tradicional de la Conquista, Marina o Malintzin, aparece como una traidora que prefiere aliarse con Hernán Cortés y darle la espalda a su grupo de origen; pero esa visión distorsionada no se puede mantener. Se debe abandonar esa idea simplista y valorar el papel que tuvo como traductora y mediadora cultural, y con ella el de las mujeres que participaron en ese proceso histórico.
Fungieron como presentador y moderadora, Ángel Figueroa Perea, director general de Divulgación de las Humanidades; y Rosalba Mejía Albarrán, subdirectora del Museo de las Constituciones, respectivamente.