Para que México logre estar a la altura de los desafíos del siglo XXI, necesitamos aprovechar todo nuestro potencial y eso incluye incentivar a que cada vez tengamos a más mujeres y hombres haciendo investigaciones científicas en todas las áreas del conocimiento.
“Yo les recomiendo a todos los jóvenes que se interesen en la ciencia como una profesión, porque es el lugar dónde uno puede preguntar y tratar de encontrar respuestas; por ejemplo, podemos encontrar respuestas a cuestiones fundamentales sobre cómo es que funcionan los seres vivos, sin olvidar que la ciencia es una herramienta muy buena para resolver problemas”, dijo María Esperanza Martínez Romero, investigadora titular del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM.
En el marco del Día Internacional de la Mujer, que se conmemora el 8 de marzo, la científica, distinguida con el premio L’Oréal-Unesco a la Mujer y la Ciencia por su trabajo sobre bacterias benéficas que promueven el crecimiento de plantas, contó cómo fue su acercamiento a la ciencia:
“Hubo un momento crucial cuando reconocí mi interés por la ciencia, yo estaba en el Colegio de Ciencias y Humanidades y un día en la biblioteca había una gaceta del CCH y ahí leí una entrevista que le hacían a la Dra. Kaethe Willms, una investigadora que hablaba de una nueva licenciatura en la UNAM, Investigación Biomédica, y me interesó mucho lo que ahí se decía, que los alumnos iban a hacer proyectos de investigación y me pareció fascinante. Por eso me gusta contestar todas las entrevistas a las que me invitan, me ilusiona pensar que un día una estudiante o algún joven se entusiasmen como yo en su momento”, dijo en entrevista.
Una vez en la universidad, Martínez Romero quería realizar investigación sobre el cerebro humano y hacer neurobiología, entonces cuando terminó la licenciatura empezó a explorar diferentes laboratorios donde pudiera hacer su trabajo, “pero me percaté que yo no podía hacer eso, porque para trabajar el cerebro hay que cortar cerebros y cabezas, de ratas principalmente, o de cualquier otro animal modelo que tenga un cerebro, y yo nunca lo pude hacer, así que al no poder hacer fisiología animal me decidí por hacer fisiología vegetal. Me interesé en las plantas y me di cuenta que las bacterias aumentaban el crecimiento de las plantas dramáticamente y cuando vi los efectos de bacterias en plantas me enamoré de esta relación”.
La también integrante de la Academia Mexicana de Ciencias señaló que es muy gratificante avanzar en el conocimiento de ciertos temas, en su caso, el estudio de las bacterias asociadas a las plantas, sus efectos promotores del crecimiento o la inhibición de patógenos que las dañan. Mi equipo y yo hemos aportado información sobre cómo algunas bacterias no sólo permiten a las plantas crecer en condiciones pobres del suelo, sino también inhiben a los enemigos, los patógenos, ya sean hongos u otras bacterias.
Actualmente se encuentra trabajando en varios proyectos de manera simultánea, así se lo demandan 10 alumnos de doctorado, cada uno con su propio proyecto de investigación, “trabajamos una serie de simbiontes de plantas y sus combinaciones y una gran diversidad de bacterias, no sólo de insectos sino también de animales, mis estudiantes están analizando las heces de los teporingos, una especie de conejo endémico casi extinto en la zona de los volcanes, en el Valle de México, y vamos a empezar a estudiar los efectos de la fijación de nitrógeno en peces llamados charales”, comentó.
En uno de sus artículos más recientes, publicado en 2019, y que lleva por título Metatranscriptomics and nitrogen fixation from the rhizoplane of maize plantlets inoculated with a group of PGPRs, presentaron resultados favorables en plantas de maíz, gracias a la agrupación de bacterias, unas fijadoras de nitrógeno y otras bacterias promotoras del crecimiento, un diseño que realizó su equipo de investigación. Y aunque se identificaron reguladores transcripcionales de expresión diferencial que pueden ser clave en la regulación de la interacción bacteria-bacteria, aún necesitamos investigar más, dijo.
La investigadora
Martínez Romero estudió la licenciatura, maestría y doctorado en Investigación Biomédica en la UNAM. Realizó un posdoctorado en Francia en el INRA (Instituto Nacional de Investigación Agronómica) de Toulouse y estancias sabáticas en la Universidad de California. Es investigadora titular del Centro de Ciencias Genómicas de la UNAM en Cuernavaca con el nivel 3 del SNI. Fungió durante seis años como coordinadora de la Licenciatura en Ciencias Genómicas de la UNAM, que se imparte en Cuernavaca.
Durante la mayor parte de su carrera se ha dedicado al estudio de bacterias benéficas para las plantas, no solo desde un aspecto básico si no también aplicado. Publicó un Manual dirigido a agricultores sobre el uso de biofertilizantes. Ha impartido un gran número de conferencias sobre el uso de biofertilizantes a campesinos en diferentes estados de México y participó en el programa Produce de Biofertilización.
Sus estudios sobre simbiosis también abarcan microbiomas de animales, en especial de algunos insectos nativos de México, ha estudiado sus endosimbiontes, que se heredan de madres a hijos, que tienen genomas reducidos y producen vitaminas y aminoácidos esenciales para sus hospederos.
Dentro de los reconocimientos que la investigadora ha recibido se cuentan la Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos (1996), Premio de Investigación en Ciencias Naturales de la Academia Mexicana de Ciencias (1997), Reconocimiento UNAM Juana Ramírez de Asbaje (2003), Premio Universidad Nacional por Investigación en Ciencias Naturales (2005), Premio AgroBio (2011) y REMEI (2014) por su trayectoria destacada en investigación. Fue reconocida como Outstanding Scientists of the 21st Century (2006-2008), y recibió el Premio Nacional de Ciencias (2019).