A propuesta del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la UNAM, un equipo multidisciplinario de expertos nacionales e internacionales desarrolla un glosario de términos relacionados con el arte popular, el cual podría estar concluido en 2023, anunció Deborah Dorotinsky Alperstein, integrante de esa entidad.
La meta del proyecto, explicó la responsable del Seminario “Arte popular, artesanías e industrias típicas; tránsitos y transiciones 1940-1980”, con sede en esa entidad académica, es definir qué es el arte popular ya que su concepción ha variado a lo largo del tiempo; no fue la misma en 1920, 1950, o a finales del siglo pasado.
El Glosario cronológico de conceptos clave del arte popular en México es un instrumento de consulta elaborado por los participantes del proyecto “Artesanías en transición 1950-1970”, financiado por el Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la UNAM.
En este trabajo se propone observar de cerca las transformaciones de conceptos comunes en el dominio de las artes populares, en un periodo comprendido de 1916 a 2010, atendiendo cómo difieren del sentido que recibieron originalmente durante la posrevolución temprana, y las intervenciones de agentes culturales como Gerardo Murillo (Dr. Atl), Anita Brenner o Manuel Gamio.
Entre los que se han trabajado están: “arte popular”, “artesanía”, “arte nacional” e “industrias típicas”, por referir algunos. El propósito es permitir un acercamiento a estas variaciones conceptuales a través del tiempo y de la bibliografía especializada en cada tema, la cual se reunió, leyó y discutió durante los dos años en los que el seminario laboró a distancia, de marzo de 2020 a la fecha. Trabajado con la guía del lingüista Claudio Molina, estará accesible a través de la Red Universitaria de Aprendizaje de manera digital.
El primero, abundó Deborah Dorotinsky, adquiere una definición diferente dependiendo del periodo histórico y la región; y tampoco fue la misma para los antropólogos Alfonso Caso o Daniel Rubín de la Borbolla, que para Néstor García Canclini o Victoria Novelo, por ejemplo.
En general, se ha definido como el arte que es producido por el pueblo, pero lo que entendemos por este también cambia en el tiempo; en numerosas ocasiones se refiere a las clases más pobres de la sociedad, a campesinos o exclusivamente a indígenas”, señaló la antropóloga cultural por la Universidad de California, Berkeley, y maestra y doctora en Historia del Arte por la UNAM.
En los años 20 pasó a formar parte de la definición de arte mexicano; durante el periodo posrevolucionario hubo un esfuerzo importante por construir la nación y un nacionalismo pujante; los elementos culturales le dieron identidad propia a la nación mexicana, recordó.
Los componentes materiales que le dieron a México una impronta única fueron el arte prehispánico, virreinal, moderno (incluyendo el movimiento muralista) y, popular. “En particular, los pueblos originarios tienen una riqueza étnica gigante, y una enorme diversidad de producciones de cultura material, algunas de ellas de carácter utilitario y de autoconsumo, y otras, comercial”.
Además, el arte popular se convirtió en un “campo de disputa” entre grupos de agentes culturales: los artistas posrevolucionarios, como Roberto Montenegro, el Doctor Atl, Diego Rivera, Frida Kahlo o María Izquierdo, quienes lo coleccionaron; los antropólogos encontraron en su estudio un espacio productivo; y los historiadores del arte, disciplina que surgía en México en esa época.
Dorotinsky Alperstein se ha dedicado a historiar las modificaciones en el concepto, y de un año a la fecha a un proyecto que en el IIE apoya la Fundación Getty, de Estados Unidos: el seminario internacional comparativo sobre los cambios en el concepto del arte popular en América Latina, en particular entre México, Argentina y Colombia, donde participa un equipo de profesores y estudiantes de la UNAM, la Universidad Nacional de Colombia, en Medellín, y la Universidad Nacional San Martín, en Buenos Aires.
Su primer encuentro presencial se realizó del 5 al 10 de junio de 2022 en esa ciudad colombiana, donde se revisaron los avances de los proyectos que los estudiantes trabajan desde agosto de 2021, cuando inició a distancia el encuentro interinstitucional. Se discutió, en particular, la presencia que la cultura popular tiene en la producción artística actual, sobre todo en los movimientos de resistencia y lucha social. Como resultado de este proyecto se publicará en 2023 un libro bilingüe con los trabajos dictaminados de los participantes, estudiantes y profesores.
Arte en evolución
Actualmente, en la denominada Cuenta Satélite de la Cultura de México (CSCM) del INEGI, la producción de artesanías se clasifica en ocho áreas: alfarería y cerámica; fibras vegetales y textiles; madera, maque y laca, instrumentos musicales y juguetería; cartón y papel, plástica popular, cerería y pirotecnia; metalistería, joyería y orfebrería; lapidaria, cantería y vidrio; talabartería y marroquinería; así como alimentos y dulces típicos.
Entre ellas, las principales actividades artesanales del país, consideró Dorotinsky Alperstein, siguen siendo la producción de textiles, cerámica y, por supuesto, la orfebrería, que se ubica entre arte suntuario y artesanía.
De acuerdo con la CSCM, el sector de la cultura generó 724 mil 453 millones de pesos corrientes en 2019, de los cuales las artesanías aportaron 138 mil 291 millones de pesos; es decir, 19.1 por ciento del sector. Ese mismo año, el gasto en esos productos realizado por los hogares ascendió a 135 mil 453 millones de pesos corrientes, lo que equivale a 18.7 por ciento del total en bienes y servicios culturales. Además, generaron 489 mil 890 puestos de trabajo remunerados; es decir, 35.1 por ciento de los empleos del sector de la cultura en su conjunto.
No obstante, aclaró la experta universitaria, la pandemia fue onerosa para los creadores, quienes hoy realizan un gran esfuerzo para mantener tradiciones de elaboración artesanal, y darles un giro.
“Es ridículo pensar que la producción artesanal es la misma desde la era prehispánica”; su creación cambia en la historia con la introducción de nuevos materiales, por ejemplo. Con el agotamiento de ciertos productos naturales, como líquenes que se usaban para la tintura de textiles, se han introducido anilinas; otro ejemplo es la sobreexplotación de los árboles de amate en la región otomí, que pone en peligro de extinción la fuente de la corteza que se utiliza para generar ese papel.
Entre los pueblos nahuas del río Balsas, que se dedican a hacer pintura en papel amate, ha habido un giro: el retorno de la imaginería a las vasijas de cerámica, como las que se elaboraban en los años 30, pero con una mudanza interesante en las narrativas y la iconografía misma, señaló Deborah Dorotinsky.
“Tendríamos que incorporar diseñadores industriales para hacer talleres en conjunto con los artesanos y ayudarles a tener otras herramientas de diseño, mejorar sus productos y encontrarles un mejor mercado. Incluso, debería haber asesoría en mercadotecnia para que vendan sus productos directamente al público. Muchos ya comenzaron a aprovechar el espacio de las redes sociales y le dan salida a su producción de modos que uno no esperaría”. De esta manera resuelven el gran problema de los intermediarios.
Un artesano es un artista
Los gobiernos posrevolucionarios, indicó la universitaria, fueron inteligentes en sus estrategias de propaganda política y cultural; lo que se elaboró a lo largo del siglo XX fue un plan de promoción y diplomacia cultural, en el cual participaron el arte prehispánico, colonial, moderno y popular.
De ese modo, afirmó, México se hizo visible en el escenario internacional y hoy lo sigue siendo. La presencia en el mercado, con objetos de colección y de consumo, resultan atractivos en especial para el turismo extranjero y local.
Sarapes, barro bruñido, bordados, rebozos, máscaras de madera, laca perfilada, cobre martillado, canastos de otate y carrizo, figuras de piedra, barro y yeso, lana tejida, huipiles, figuras de hojalata, joyería de concha y caracol, vidrio soplado y piñatas, entre otros, forman parte de las creaciones mexicanas, objetos únicos resultado de los pensamientos y sentimientos de su creador al momento de elaborarlos.
Un artesano es un artista. Ambos, “son productores culturales que participan de su respectivo mercado (el del arte y el de las artesanías), y elaboran productos en los que interviene una tradición artística que se transmite en las academias, en un caso, y en el ámbito familiar o un taller, en el otro”.
Los primeros combinan elementos simbólicos de su bagaje cultural para expresarse; en algunos casos son manifestaciones personales, quizá subjetivas y emotivas. Son verdaderos artistas, y eso ya no debería ser motivo de discusión, finalizó Deborah Dorotinsky.