*64 legislatura de claroscuros y graves retrocesos

El legado de la LXIV Legislatura se enmarca en la historia de nuestra democracia y lo ocurrido en ella será analizado desde la perspectiva de este proceso histórico.

Pero ¿Cómo llegamos a la sexagésima cuarta legislatura?

La ampliación de la vida democrática de la Cámara de Diputados se inició en 1963 con la creación de los Diputados de Partido. En 1977 se dio una amplia reforma política que incorporó a nuestro sistema electoral la figura de diputados de representación proporcional y que también permitió y aseguró, la absoluta libertad de acción electoral de agrupaciones políticas de izquierda que venían de la clandestinidad política de la lucha armada contra el gobierno.

Hacia 1986 una nueva reforma política amplió a 500 el número de representantes populares en la Cámara de Diputados, y en 1993 y 1996 se aprobaron reformas que ampliaron la representación en el Senado pasando primero a 96 y luego a 128 integrantes.

Con este sólido entramado democrático, en 1997 por primera vez en los tiempos posteriores a la Constitución de 1917 un partido político no logró formar por sí mismo la mayoría legislativa en la Cámara de Diputados. Así se inició una etapa de 21 años que se ha conocido como la etapa de la pluralidad, que enriqueció enormemente nuestra vida democrática.

En las elecciones de 2018 la situación cambió de nueva cuenta; no de manera directa por el voto popular, pues los resultados de la jornada electoral no daban mayoría a un solo partido en la Cámara de Diputados.

Sin embargo, una vez instalada la Legislatura, se conformó un grupo parlamentario que por sí solo alcanzó la mayoría absoluta de la representación popular.

Esa composición significó la restauración de prácticas políticas que creíamos superadas: un sistema de nulos contrapesos, de concentración y centralización de poder en el Ejecutivo Federal que ordenaba al Poder Legislativo “no mover ni una coma” a los proyectos enviados por el presidente de la República.

Hubo quienes interpretaron ese mandato en las urnas como el permiso para imponer una sola visión, para hacer decidir a fuerza de votos y no de razones e imponer su voluntad, pero también estuvimos quienes demandamos que nada ni nadie estuviera por encima de la Constitución y de los derechos de las y los mexicanos.

El Congreso mexicano ha vivido en estos tres últimos años una época de claroscuros, de retrocesos graves para nuestra democracia, pero también de avances importantes muy especialmente en materia de paridad e igualdad sustantiva.

Las oposiciones en la Cámara de Diputados mostramos madurez política ante la estrategia aplastante y de disciplina ciega de las mayorías oficialistas.

Las fuerzas políticas opositoras fuimos capaces de hacer lo impensable: construir un bloque de contención que se opuso y dio el debate todas las veces que los proyectos legislativos atentaban contra los intereses de las personas y de las familias mexicanas.

Se trató de un bloque legislativo que evolucionó a una coalición electoral en este año y que promete para la próxima Legislatura ser una alianza legislativa sólida, con el objeto y mayor capacidad para frenar la destrucción de instituciones de nuestro país y de retomar el rumbo hacia un futuro promisorio.