*Lo que diga su dedito

Resulta patético ver a un Primer Mandatario adoptar conductas propias no de un niño, sino de una persona que no está del todo bien de su cabales, que solo dan desconfianza y hacen que me pregunte: ¿En manos de quién está el destino de México? Y no es que sea el primero de los presidentes mexicanos que, con sus actos, me deje perplejo, pero es desalentador que uno, en especial el actual, que ganó de manera democrática y que tenga en sus manos el poder de darle un giro, para bien, a un país, salga con infinidad de puntadas, se muestre a todas horas a la defensiva, se victimice, y cuando todo lo anterior no le resulte, culpe al prójimo (adversarios, conservadores, mafia del poder, etc.) y no sea capaz de asumir sus errores o aceptar que varias de las decisiones que tomó están mal.

No obstante lo anterior, de lunes a viernes, se acomoda en su púlpito y adoctrina a infinidad de sus seguidores, hablando, en muchos casos, de algo que a muchos no interesa o que solo sirve para enaltecer su figura, maquillar sus proyectos truncos o mal hechos, sus promesas no cumplidas, mitificar su imagen de mártir del calvario al resaltar supuestamente lo malo que han sido y son con él aquellos que califica de villanos o recalcar lo hecho y dicho por administraciones anteriores y que supuestamente repercuten, para mal, en su administración.

La figura de Andrés Manuel López Obrador es compleja y multifacética. Su liderazgo está bien marcado por el descomunal populismo, sus dudosas políticas sociales y económicas controvertidas, su constante promesa de luchar contra la corrupción y representar los intereses del pueblo mexicano, aunque se ha visto que los que él llama corruptos no están en la cárcel.

No se cansa, junto con sus paleros, empezando por la actual candidata Claudia Sheinbaum, de insistir que tiene un efectivo estilo de Liderazgo, aunque muchos lo veamos como autoritario y polarizador, sin pies ni cabeza. Su retórica confrontativa y su tendencia a desacreditar a sus críticos ha ocasionado, sin duda, enormes divisiones en la sociedad mexicana.

Su gestión económica deja mucho qué desear y eso que implementa programas sociales para ayudar a los más necesitados, cuando sabemos que por lo menos la Tarjeta del Bienestar no precisamente la tienen los más necesitados, por lo que su enfoque económico ha sido objeto de críticas. Sus políticas de austeridad y su renuencia a realizar reformas estructurales siguen generado incertidumbre entre los inversionistas, probablemente lo único que consiga con ello es obstaculizar el crecimiento económico a largo plazo, herencia nefasta que dejará a su sucesor o sucesora.

¿Qué decir de la su supuesta lucha contra la corrupción? Sabemos, porque lo dice constantemente en sus mañaneras, que la combate, pero por los resultados, pienso que sus esfuerzos han sido insuficientes o selectivos, no ha pasado de los abrazos y una que otra llamarada de petate como se vio con Emilio Lozoya, Murillo Karam, Juan Collado, Rosario Robles, pero algunos ya están libres probablemente porque no están bien comprobados los delitos por los que se le acusa o por el ineficiente trabajo de la Fiscalía General de la República y porque parece que lo que en realidad quiere el actual gobierno es usarlos como conejillos de indias.

No puedo soslayar que no disimula, cuando habla de democracia, su tendencia a centralizar el poder en la presidencia y por otro lado su total falta de transparencia en ciertas áreas gubernamentales dejando a la deriva la rendición de cuentas.

Su nulo conocimiento del idioma inglés, su notoria inseguridad cuando se sale de su zona de confort, así como su disfrazado sentimiento de inferioridad no le han permitido mantener relaciones Internacionales a la altura de un líder mundial y prefiere solo mantenerse al margen aduciendo la no intervención y aburrirnos con su retórica nacionalista consiguiendo aislar a México en la arena internacional.

Si a todo lo anterior le agregamos su nefasta polarización política, pues el asunto se pone peliagudo porque cada vez es más notoria su tendencia a deslegitimar a la oposición y a concentrar el poder en su partido, Morena, en lugar de fomentar el diálogo y la cooperación entre diferentes fuerzas políticas, ya son varios los que divisan en las próximas elecciones un panorama turbio en donde el resultado no serán los que marquen las encuestas, sino “los que diga su dedito”.

Hasta la próxima.

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