*De los Luises a Balaam

El Estado soy yo “L’État c’est moi”, es la frase favorita para describir el autoritarismo pleno del monarca Luis XIV y de los soberanos o gobernantes con absoluto poder sobre sus súbditos o pueblos pero existen muchas dudas acerca de la veracidad del cuándo y cómo lo dijo.

"Après moi le déluge". “Después de mi el Diluvio”, frase que se atribuye a Luis XV, penúltimo rey francés antes de la Revolución. Al parecer, pronunció la frase, significando acertadamente, que iba a dejar una herencia imposible a su sucesor. Pese al fallido intento de asesinato por Robert-François Damiens. La viruela le salvó de la suerte que corrió su hijo.

Un 21 de enero, pero de 1793, el rey Luis XVI de Francia fue ejecutado en París después de que el tribunal revolucionario lo condenara a morir por traición a su país. Y según relató su verdugo Charles Henri Sanson  en el  ‘Thermométre du Jour’ de París: Su Majestad “Se dejó llevar al sitio donde se le ató y donde gritó muy alto: ‘¡Pueblo, muero inocente!’ Después, volviéndose a nosotros, nos dijo: ‘Señores, soy inocente de todo aquello de que me acusáis. Deseo que mi sangre pueda cimentar la felicidad de los franceses’**.

Así se escribió la historia de una de las monarquías más influyentes de Europa y del mundo tal y como lo conocimos hasta el siglo XX.

Los hombres autoritarios por supuesto que eran claramente conscientes de sus actos y las repercusiones que tales decisiones conllevaban, aunque estas les parecieran muy lejanas.

El relato sobre el profeta Balaam.

No fue así en el caso del profeta, según  el Libro de Números, en el Antiguo Testamento: “Balaam, quien iba a traicionar con los moabitas a Israel, pueblo elegido por Dios, para someterlo al yugo de Balac, se dirigía hacia los moabitas, y se apareció un ángel enviado por Dios, pero que solamente podía ser visto por el asno en que se trasladaba”.

“El jumento, al ver al ángel con su espada listo para atacar, se detuvo, por lo que fue apaleado por Balaam.

Luego de reanudar la caminata, el burro se detenía al ver al ángel, y Balaam lo golpeaba, hasta que luego de la tercera vez, el burro se le encaró y le preguntó por qué lo maltrataba a lo que el profeta contestó: Porque te has burlado de mí. ¡Ojalá tuviera espada en mi mano, que ahora te mataría! Y la asna dijo: ¿No soy yo tu asna? Sobre mí has cabalgado desde que tú me tienes hasta este día; ¿he acostumbrado hacerlo así contigo? Y él respondió: No.

Entonces Jehová abrió los ojos de Balaam, y vio al ángel de Jehová que estaba en el camino, y tenía su espada desnuda en su mano.

Y Balaam hizo reverencia, y se inclinó sobre su rostro. Y el ángel de Jehová le dijo: ¿Por qué has azotado tu asna estas tres veces? He aquí yo he salido para resistirte, porque tu camino es perverso delante de mí. La asna me ha visto, y se ha apartado luego de delante de mí estas tres veces; y si de mí no se hubiera apartado, yo también ahora te mataría a ti, y a ella dejaría viva”***.

Y aunque normalmente se usa esta narración para burlarse de las personas que pueden hablar con las bestias (los burros particularmente), también es utilizada para revelar el castigo que sufren las personas por hacer falsas profecías o vender sus palabras.

De tan memorable y risible narración, su final fue trágico; aunque Balaam tuvo  palabras favorables a los israelitas en tres ocasiones, lo que provocó la ira de Balac (Rey de los Moabitas). En una de sus profecías simboliza el advenimiento de un Mesías con una estrella que saldrá de Jacob. A pesar de las bendiciones de Balaam, los israelitas lo mataron en la guerra contra Madian.

Otro aspecto relevante de este caso fue que Dios usó un burro como advertencia tres veces para decirle a Balaam que se dirigía a la destrucción.

El creer que el pueblo es tan idiota que sólo necesita quién lo arreé, ha sido la tumba de quienes así se manifestaron.

 Actuar como si los demás no contasen a la hora de decidir y dictaminar por voluntad única, también es un excelente sendero a la desgracia.

Todos los tiempos marcan su propio término y la historia es maestra para demostrarnos lo terrible y contraproducente que resulta maldecir y desconocer los caminos que permitieron la civilización, empezando por la ley y la justicia.

Los reyes y los gobernantes sordos o iluminados nos han enseñado que cuando uno escoge los cimientos de su civilización para hacer zanjas y destrozos, siempre las columnas y los edificios de su civilización se les vienen encima a ellos y sus pueblos.

Aquí, desgraciadamente seguimos soportando los delirios y vaticinios catastróficos de un gobernante que de no cumplirse sus deseos, desde ahora continúa socavando las normas establecidas para una armónica convivencia entre los ciudadanos, desconociendo leyes y alterando presupuestos para entorpecer o favorecer lo que mejor le conviene para él y su claque.

Al igual que Balaam quien tuvo que solicitar explicaciones a su jumento, espero que haya alguien que pueda advertirle al señor del palacio las terribles consecuencias de su actuar.   

Y para cerrar dos frases sabias:

La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano. (San Agustín).

La ignorancia, el poder y el orgullo son una mezcla mortal, ¿lo sabías? (Robert Fulghum).

*https://www.elmundo.es/opinion/2018/06/26/

**https://secretoscortesanos.wordpress.com/2019/01/21/l

***https://proceso.com.do/2018/05/31/esta-la-biblia-la-historia-burro-hablo-